Río de Janeiro/dpa
Estados Unidos reafirmó su imperio en el baloncesto mundial y se llevó el tercer oro consecutivo al derrotar por 96-66 a Serbia en la final de los Juegos Olímpicos de Río 2016.
El equipo dirigido por Mike Krzyzewski justificó con un abultado triunfo su condición de máximo candidato al título y demostró que, desde hace ocho años, se mantiene en un nivel muy alejado al resto de las selecciones.
El “Dream Team” no necesitó de la presencia en su plantel de estrellas como LeBron James, Stephen Curry o James Harden para poder superara los mejores representantes del baloncesto FIBA. Con Kevin Durant y Carmelo Anthony como referentes y hombres como Kyrie Irving, Klay Thompson o DeAndre Jordan, que demostraron estar a la altura, el conjunto norteamericano cerró el torneo sin derrotas y sin discusión posible sobre su predominio.
Así, repitió los títulos olímpicos ganados en Pekín 2008 y Londres 2012 y sumó su oro número 15 en 18 participaciones olímpicas.
Por su lado, Serbia se quedó con el sabor amargo de haber sido aplastado en el duelo definitivo, pero con el orgullo intacto de haber conseguido su primera medalla en los Juegos desde que juega de forma independiente. Antes de su división, Yugoslavia era una de las grandes potencias del mundo en la especialidad, donde había ganado un oro, tres platas y un bronce.
El baloncesto le dio a los balcánicos una doble alegría: en el torneo masculino se adjudicaron la plata y en el femenino ganaron el bronce. Lo mismo sucedió con España, que ganó el bronce entre los hombres y la plata con las mujeres. La final olímpica significó la reedición de la final del último Mundial de España 2014, donde los norteamericanos se habían impuesto por 129-92. Incluso, fue el segundo choque en Río: durante la primera fase, un Estados Unidos más relajado había ganado su enfrentamiento por apenas 94-91.