Washington/AFP
Delphine Touitou
El gobierno del presidente Donald Trump diseñó tres escenarios para gravar las importaciones de acero y aluminio con el pretexto de defender la seguridad nacional y el empleo en Estados Unidos.
La primera opción es gravar todas las importaciones de esos productos considerados estratégicos, la segunda sería imponer fuertes gravámenes a países como China y Rusia y la tercera sería aplicar un régimen de cuotas de importación, dijo el secretario de Comercio Wilbur Ross.
Las tres posibilidades están en informes presentados en enero a Trump quien deberá escoger una, ninguna o incluso elevarlas, dijo Ross.
«Cada informe llegó a la conclusión que (…) las importaciones (de acero y aluminio) amenazan perjudicar nuestra seguridad nacional», dijo Ross en una conferencia telefónica.
Trump tiene plazo hasta el 11 de abril para decidir sobre el acero y hasta el 19 de ese mes para el aluminio.
El presidente había dicho el martes que las industrias siderúrgicas y del aluminio de Estados Unidos fueron «diezmadas» por importaciones a precios de chatarra y remarcó que el acero es vital para la industria de defensa.
China y Rusia son los objetivos principales pero muchos otros países están expuestos a las sanciones que, en caso de ser aplicadas, podrían generar una guerra comercial.
Ross dijo que las medidas fueron diseñadas de forma tal que los países afectados no las eludan a través de terceros países.
Las importaciones de aceros tendrían una tasa global de 24% cualquiera sea su origen, según una primer opción.
Otra sería aplicar una tasa de al menos 53% a importaciones provenientes de una docena de países entre ellos Rusia, China, Brasil, Corea del sur y Turquía. La tercer opción es aplicar una cuota de importación equivalente al 63% de las importaciones de cada país en base a las cantidades del año pasado.
Las propuestas para el aluminio son similares con una tarifa mínima de 7% para todos los países o de al menos 23,6% para el proveniente de China, Hong-Kong, Rusia, Venezuela y Vietnam. La opción de una cuota por país sería el 86,77% de lo importado en 2017.
«Estados Unidos es el mayor importador de acero del mundo. Nuestras importaciones son casi cuatro veces mayores que nuestras exportaciones», dijo Ross.
Se quejó de que en algunos tipos de acero, como el usado en transformadores de electricidad, «no queda ni un solo productor estadounidense».
Ross también puso el énfasis en la actual sobreoferta mundial de acero. Mensualmente, China produce casi todo el acero que necesita Estados Unidos, dijo la administración Trump.
Paradójicamente, Ross indicó que «cada uno de esos remedios tiene como meta aumentar la fabricación nacional de acero» de modo que la producción actual equivalente al 73% de la capacidad instalada llegue a casi 80%; una tasa considerada viable a largo plazo por la industria estadounidense.
Aunque está en la mira, China está lejos de ser gran un proveedor de acero pues responde apenas por un 2% de las importaciones totales estadounidenses. El acero llega principalmente de Canadá (16%), Brasil (13%) y Corea del Sur (10%).
¿Guerra comercial?
Si Trump adopta una de esas opciones, se arriesga a desatar una guerra comercial que involucraría a varios de los principales socios comerciales de Estados Unidos. Además, sería una perla más en el collar de medidas proteccionistas tomadas por su gobierno desde que se instaló hace un año.
Gary Clyde Hufbauer, experto del Instituto de Economía Internacional de Washington, rechazó el argumento de la seguridad nacional.
«El ministerio de Defensa no compra acero chino para fabricar sus submarinos», dijo y señaló que los productos vinculados al sector de defensa deben ser de marcas estadounidenses.
Otra experta, Monica De Bolle del Peterson Institute for International Economics, dijo que los planes de la Casa Blanca «son innegablemente una escalada del proteccionismo».
«Varios países serían afectados, especialmente importantes economías de América Latina, empezando por Brasil», añadió.
Ross se defendió. «Todos los países ponen restricciones», dijo. «Los países de la Unión Europea tienen derechos de aduana mucho más altos que los nuestros», aseguró.