Naciones Unidas/AFP
Philippe Rater
Estados Unidos quedó aislado el viernes en la ONU, donde los demás miembros del Consejo de Seguridad tomaron turnos para criticar la decisión de Washington de reconocer a Jerusalén como capital de Israel.
En la reunión de urgencia solicitada por ocho países de los 15 del Consejo, Naciones Unidas advirtió a su vez del riesgo de una espiral de violencia tras la determinación del presidente Donald Trump.
A pesar de que esta medida va en contra a más de dos décadas de diplomacia estadounidense en Oriente Medio, Washington reafirmó su compromiso con alcanzar la paz entre israelíes y palestinos.
Con menor o mayor fuerza, los delegados de todos los países criticaron la decisión.
El Consejo de Seguridad, sin embargo, carece de medios para frenar el anuncio de la transferencia de la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén. Estados Unidos, miembro permanente de este ente, tiene derecho de veto sobre toda resolución o declaración del Consejo.
«Del 6 al 8 de diciembre» fueron anunciados «tres días de ira», advirtió el coordinador especial de la ONU para la paz en Medio Oriente, Nikolai Mladenov, quien también manifestó su temor a que la decisión estadounidense estimule «un radicalismo religioso».
Solo una «negociación entre las dos partes» puede decidir el futuro de Jerusalén, insistió el responsable de la ONU, llamando a los líderes mundiales a «apelar a la sabiduría» para mantener la calma en la región.
Trump y su gobierno «siguen comprometidos con el proceso de paz» en Medio Oriente, declaró la embajadora estadounidense en la ONU, Nikki Haley, quien rechazó «los sermones y lecciones» y reivindicó a su país como el único mediador posible en el conflicto.
«Comprendo que los cambios son difíciles», pero «nuestras acciones buscan hacer avanzar la causa de la paz», dijo.
Estados Unidos no tomó «posición sobre los límites o las fronteras» en disputa y el «status quo se mantiene para los lugares santos», aseguró la diplomática.
El «sueño» de John Lennon
La reunión de urgencia fue solicitada por Suecia, Francia, Italia, Reino Unido, Bolivia, Uruguay, Egipto y Senegal.
Algunos de esos países, específicamente Suecia, Bolivia y Egipto, consideran que la decisión estadounidense viola las resoluciones de la ONU. Se trata de una «violación de la legitimidad internacional», destacó el embajador egipcio, Amr Aboulatta.
Su homólogo sueco, Olof Skoog, recordó la resolución 2334, del 23 de diciembre de 2016, que destaca que el Consejo de Seguridad «no reconocerá ninguna modificación de las fronteras (establecidas) el 4 de junio de 1967» y entiende que «todo lo concerniente a Jerusalén debe ser convenido por las partes mediante negociaciones».
Esa resolución fue aprobado por 14 de los 15 miembros, mientras que Estados Unidos, entonces bajo la presidencia de Barack Obama, optó por abstenerse y permitió así su adopción.
«El momento ha llegado para avanzar hacia un acuerdo de paz detallado», reclamó el diplomático sueco.
El embajador francés, François Delattre, destacó que «sin acuerdo sobre Jerusalén, no habrá acuerdo de paz». «La importancia histórica y religiosa de Jerusalén es de hecho una de las claves de la resolución del conflicto israélo-palestino», dijo.
En tanto, el embajador uruguayo Elbio Rosselli, evocó el «sueño» de John Lennon de un «mundo en paz», esperando que este se pueda hacer realidad en Medio Oriente.
Tras la reunión, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia y Suecia dijeron la decisión de Trump «no va en la línea» de las resoluciones de la ONU.
En un comunicado conjunto, los cinco países también deploraron que el giro diplomático de Washington es «de poca ayuda de cara a la posibilidad de alcanzar la paz en la región».
La decisión de Trump de mover también la embajada estadounidense, que tardará varios años en concretarse, provocó la ira en el mundo árabe y la reprobación general de los aliados de Washington.
El embajador palestino, Riyad Mansour, que tiene estatus de observador en la ONU, denunció tras la reunión del Consejo de Seguridad que esa fue «una decisión irresponsable».