Por Sigfrido Reyes*
Tomado de PIA (Periodismo Internacional Alternativo)
La paz, entendida como ausencia de guerras y conflictos armados en general, y tanto en regiones específicas como en el plano global, está siempre bajo amenazas.
Introducción.
La paz, entendida como ausencia de guerras y conflictos armados en general, y tanto en regiones específicas como en el plano global, está siempre bajo amenazas. Algunas son reales, pero efímeras, y el tiempo las disipa. Otras son poco sólidas, y no suelen sostenerse en el mediano y largo plazo. Pero existen amenazas que definitivamente pueden llevar a desatar conflictos militares de mayor o menor envergadura, involucrando a dos o más países, o, peor aún, generando guerras que prácticamente involucran inmensos espacios territoriales y la participación de decenas de Estados-Nación.
Cualquier guerra o conflicto militar trae dolorosas consecuencias, medidas en términos de vidas humanas, personas heridas y traumatizadas, poblaciones desplazadas, infraestructura destruida o inutilizada, afectación al medio ambiente, amén de los ya conocidos crímenes de guerra y de lesa humanidad, más el crimen de genocidio, que generalmente van asociados al enfrentamiento militar. A partir de la Guerra Franco-Prusiana de la década de los setentas en el Siglo XIX, y gracias al auge de la industrialización y el avance científico y tecnológico, , las guerras se convirtieron en verdaderas carnicerías organizadas, con toda una serie de armas industriales concebidas para causar el máximo daño humano posible a las fuerzas enemigas, y de ocasionar la mayor destrucción posible de aquellas instalaciones estratégicas que se interponen en el camino para alcanzar los objetivos bélicos (bases o cuarteles militares, puentes y carreteras, terminales ferroviarias, puertos, aeropuertos, redes de energía, instalaciones industriales y otros). Las posteriores Primera y Segunda Guerras Mundiales acentuaron esa tendencia a la guerra sostenida por una gran base industrial, que produce armas devastadoras, y anunciaron incluso el advenimiento de las armas de destrucción masiva, en particular las armas químicas, biológicas y nucleares.
La aparición del arma nuclear en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, la subsecuente carrera nuclear desatada entre los Estados Unidos y la entonces Unión Soviética, que presentó su propia arma nuclear en 1949, apenas cuatro años después que los Estados Unidos, llevó al mundo a una nueva realidad: la ciencia había logrado crear artefactos bélicos capaces de destruir a la Humanidad misma, a partir de la posibilidad de que las llamadas potencias nucleares, ya sea por su propia voluntad o por un error humano o técnico, se enfrascasen en un intercambio de ataques nucleares. Los modelos estimados por los científicos, en base al potencial destructivo del arma nuclear, indican que esos ataques con ojivas nucleares, o atómicas para algunos, lanzadas desde plataformas terrestres, aéreas o submarinas, gracias a la tecnología misilística, no sólo garantizarían lo que en la doctrina se conoce como MAD (Destrucción Mutua Asegurada, por sus siglas en idioma inglés), aniquilando a centenares de millones de personas en las primeras horas tras las explosiones nucleares, sino que acarrearían consecuencias devastadoras para la vida en todo el planeta Tierra, sumiéndolo en el llamado “invierno nuclear”, que a la larga, en un escenario extremo, eliminaría cualquier condición para que florezca la vida en el planeta. En escenarios menos graves, pero enormemente desastrosos, la población del planeta quedaría seriamente diezmada, sometida en el mediano y largo plazo a las terribles secuelas de la radiactividad y el enfriamiento global, en al menos 20 grados centígrados, concentrándose los restos de la civilización humana esencialmente en el Hemisferio Sur del planeta Tierra, que resultaría la menos afectada por los intercambios nucleares.
En otras palabras, una guerra nuclear no tendrá ganadores: toda la Humanidad sería golpeada, con riesgo incluso de la extinción de la vida humana y otras formas de vida en el planeta Tierra. Esta afirmación no es menor: la amenaza a la paz mundial que representan las estrategias belicistas de ciertas potencias nucleares, en particular los Estados Unidos de América, y sus socios en la OTAN, no pueden desestimarse ni minimizarse. Pocas veces en las últimas ocho décadas, desde que se desarrolló el arma nuclear, tanto bajo la tecnología de fusión como la de fisión nucleares, se había estado tan cerca de un conflicto global que involucre un enfrentamiento con armas de esa naturaleza.
Los orígenes de la OTAN y su alcance en la actualidad
En el mes de julio de 2024 tuvo lugar en Washington DC, capital de los Estados Unidos, la celebración del septuagésimo quinto aniversario de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Creada en 1949, en los inicios de la llamada Guerra Fría entre el Occidente capitalista y el entonces Campo Socialista, que emergió tras la Segunda Guerra Mundial en Europa y Asia, la OTAN se ha convertido en la principal alianza militar del planeta, concentrando más de la mitad del gasto militar mundial. Inicialmente intentó presentarse como una respuesta a la llamada “amenaza soviética”, el estribillo inventado por los líderes políticos del mundo capitalista para justificar sus acciones agresivas contra el naciente campo socialista, así como contra los partidos comunistas, socialistas y en general de izquierda, y los movimientos de liberación nacional en todos los continentes.
Fue el Tratado de Washington el que dio origen oficialmente a esta alianza militar., cuya sede se estableció en Bruselas, bajo la rectoría política de un Secretario General y un Consejo de la OTAN, y una estructura militar unificada, al mando de un Comandante Supremo, que debe ser siempre un alto jefe militar estadounidense. Originalmente se constituyó con 12 Estados Miembros: Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Francia, Italia, Países Bajos, Noriega, Bélgica, Luxemburgo, Dinamarca, Portugal e Islandia. Después, en oleadas sucesivas, fue absorbiendo cada vez a más Estados, incluyendo Grecia y Turquía en 1952, y luego a Alemania Occidental en el año 1955. Pasaron más de 25 años hasta que otro Estado engrosara las filas de la OTAN, cuando España se adhirió en 1982, tras desconocer los socialistas españoles su compromiso político y programático de larga data, de no participar en la OTAN.
La desaparición de la Unión Soviética y el desmantelamiento del llamado Campo Socialista dieron paso a la absorción dentro de la estructura política y militar de la OTAN de antiguos países que en su momento había formado parte del Pacto de Varsovia[1], o que se incluían en la misma URSS. Así, en nuevas oleadas, la OTAN fue ampliándose hacia el Este, muy a pesar de las promesas hechas a Mijaíl Gorbachov, el último líder soviético, en el sentido de que la OTAN no se expandiría en esa dirección. Dirigentes occidentales como George Bush y su Secretario de Estado James Baker, Helmut Kohl y otros, comprometieron su palabra, dando seguridades al decadente liderazgo soviético de la época, de que Rusia, como heredera política de la antigua URSS, no debería temer por una hipotética expansión atlantista, que amenazase sus fronteras occidentales. El hecho es que en el año 1999, apenas 9 años después de esas promesas, países como República Checa[2], Polonia y Hungría estaban ya ingresando a las filas de la alianza militar atlántica, sin estar ni remotamente cerca del océano que le da el nombre a ese bloque militar.
Apenas habían pasado 5 años de esa primera expansión hacia el Este, cuando 7 países más, en fueron incorporados a la OTAN en el año 2004. Ellos fueron; Bulgaria, Rumanía, Eslovenia, República Eslovaca, Estonia, Lituania y Letonia[3], constituyendo la mayor expansión cuantitativa de Estados miembros. A propósito, es muy relevante destacar que George Kennan, uno de los más importantes estrategas en la relación de Estados Unidos con la Unión Soviética, y luego con la Federación Rusa, en su momento advertía sobre esta estrategia de la OTAN de acelerar su expansión hacia el Este. Sostenía Kennan, no sin razón, que tal conducta desataría inevitables y agudas tensiones en las relaciones del llamado Occidente con Moscú, afirmando que:
Dicho sin rodeos… expandir la OTAN sería el error más fatídico de la política estadounidense en toda la era posterior a la Guerra Fría. Se puede esperar que tal decisión inflame las tendencias nacionalistas, antioccidentales y militaristas en la opinión rusa; tener un efecto adverso en el desarrollo de la democracia rusa; restaurar la atmósfera de la guerra fría en las relaciones Este-Oeste e impulsar la política exterior rusa en direcciones que decididamente no son de nuestro agrado…»[4]
Más adelante, ante la inminente ratificación en el Senado de los Estados Unidos de esta primera gran expansión hacia el Este, en una entrevista con el mismo periódico The New York Times, llegó a asegurar: “No había ninguna razón para esto en absoluto. Nadie estaba amenazando a nadie más. Esta expansión haría que los padres fundadores de este país se revolvieran en sus tumbas.”[5]
Tras intensificar la expansión hacia el Este, desoyendo los consejos de reconocidos políticos, académicos y estrategas geopolíticos, los Estados Unidos siguieron impulsando, dentro de la OTAN, la incorporación de más miembros. Así, en el año 2009 otros 2 países del Sur de Europa, a decir Croacia y Albania, fueron absorbidos por la estructura militar y política del bloque atlantista, para luego ser seguidos, en el año 2017, por Montenegro, y enseguida por Macedonia del Norte, en el año 2020 (Ver Gráfico 1). Mientras todo esto sucedía, en la Cumbre de Bucarest, en el año 2008, la Alianza Atlántica, bajo la iniciativa de Washington y, en alguna medida de Londres, dio un paso que a la larga desencadenaría el más grande conflicto militar en el continente europeo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial: invitar a las antiguas repúblicas soviéticas de Ucrania y de Georgia, a incorporarse a la OTAN.
Ese acto, extremadamente provocador hacia la Federación Rusa, comenzó a materializarse sin mayor dilación. Ucrania incluso, a partir del mismo, cambió su Constitución para proclamar la membrecía en la OTAN como uno de sus objetivos nacionales. La intención de los jerarcas de la OTAN en atraer a Ucrania y a Georgia al bloque militar atlantista, era estrechar el cerco geoestratégico contra Rusia, ampliando su área de control militar hasta casi todo el espacio territorial del Mar Negro, y avanzando incluso hasta el Mar Caspio. De esta manera, el flanco Este de la frontera rusa, y su flanco Sur, quedarían directamente expuestos a la maquinaria bélica de la OTAN. El escenario que se proyectaba establecer no sólo consumaba la expansión hacia el Este, sepultando las promesas realizadas a los últimos jerarcas soviéticos, sino que pretendía asentarse en territorios directamente adyacentes a la Rusia europea, considerados por la doctrina de seguridad rusa como parte de su espacio vital, desde donde pueden ser amenazados sus intereses existenciales.
Y aunque una invitación sería apenas el primer paso de un proceso más o menos prolongado, que podría tomar varios años, era más que evidente que este movimiento de la OTAN no iba a quedar sin respuesta por parte del Estado ruso. Allí hay que buscar el origen de lo que se ha convertido en el presente en el mayor y más mortífero conflicto militar en suelo europeo desde el final de la II Guerra Mundial: la guerra entre Rusia y Ucrania. El líder ruso lo había advertido en su momento: «Ya lo dije: si colocan sistemas de misiles en algún lugar de Ucrania, estos podrían llegar a Moscú en 4-5 minutos. ¿Dónde deberíamos movernos entonces? Simplemente nos han llevado a una situación a la que tenemos que decirles: “¡Alto! Este es el límite»[6]
Es valioso señalar que la extrema tirantez entre Rusia y el bloque de la OTAN no siempre fue tal, luego de la caída de la URSS. Más aún, se registran momentos en que Mihail Gorbachov, el último dirigente soviético, planteó la posibilidad de que Rusia se adhiriera a la OTAN, sin recibir respuesta alguna. Más tarde el entonces Presidente ruso Boris Yeltsin sugirió una propuesta similar. Tal idea se mantuvo vigente por varios años. En algún momento en la década de los noventas se establece un acuerdo entre ambas partes para crear un ambiente de confianza, y se plantean un mecanismo de diálogo permanente. Así se estableció en 1977 la llamada “Acta Fundacional sobre las relaciones, la cooperación y la seguridad mutuas entre la Federación de Rusia y la OTAN”. Este ambicioso mecanismo establecía formal y solemnemente que Rusia y la OTAN no se consideran adversarias, y establecía “la determinación de Rusia y la OTAN de hacer realidad su compromiso común de construir una Europa estable, pacífica y sin división”[7] .
El ambiente entre ambas partes se veía tan positivo, que se llegó al establecimiento de un Consejo Conjunto Permanente Rusia-OTAN, cuyo objetivo central era “…establecer niveles crecientes de confianza, unidad de propósito y hábitos de consulta y de cooperación entre Rusia y la OTAN, para reforzar la seguridad de ambas y la de todos los países de la región euro-atlántica, sin desmedro de la seguridad de ningún otro. Si surgen desacuerdos, Rusia y la OTAN se esforzarán por solucionarlos en un clima de buena voluntad y respeto mutuo, en el marco de consultas políticas”[8].
En más de una oportunidad el Presidente ruso Vladimir Putin ha comentado que en los años previos a la escalada expansionista y agresiva de la OTAN, él habría conversado con el entonces Presidente Bill Clinton sobre su iniciativa de que Rusia se incorporase a la OTAN, como una manera de eliminar de raíz las desconfianzas mutuas y fortalecer el ambiente de seguridad en Europa. Al principio encontró cierta receptividad del presidente estadounidense, pero luego su propuesta cayó en el más grande vacío. «Recuerdo la última visita oficial del presidente (Bill) Clinton aquí (en Moscú). Y le dije, medio en serio, medio en broma, ‘Rusia probablemente debería pensar en unirse a la OTAN’»[9], dijo Putin. Lo comentó justo antes de calificar la alianza militar como una estructura remanente de la Guerra Fría, conformada por países «vasallos» de Estados Unidos.
La OTAN se aventura fuera de su territorio
Cuando muchos planteaban que la OTAN, tras el colapso del Campo Socialista, había perdido su razón de ser, la alianza militar atlántica inventó nuevas razones para justificar su existencia, entre ellas la necesidad de elevar su influencia estratégica en la seguridad global. Por lo mismo, las décadas recientes han sido el escenario de una expansión de operaciones de la OTAN más allá del escenario natural para el cuál fue creada, es decir el Continente Europeo. Esto solo puede entenderse en el contexto de la necesidad de los Estados Unidos de contar con un instrumento militar que esté disponible para sus objetivos imperialistas a lo largo y ancho del mundo. Lo anterior, por razones de carácter militar, pero también geoestratégico. Sumar aliados en las aventuras militares aporta, aunque sea simbólicamente, tropas, armamentos, experiencia operativa y liderazgo en el mando.
Pero quizás más importante que lo anterior es el elemento político, al tener los Estados Unidos la posibilidad de presentar sus operaciones militares contra naciones soberanas como producto de consensos entre diversos actores internacionales. El propósito al final del día es ganar alguna legitimidad para sus acciones belicistas en el mundo, en las que supuestamente actores internacionales diversos han coincidido, para alcanzar “nobles” propósitos, como “llevar la democracia” a diversos rincones del mundo, o “proteger los derechos humanos de grupos poblacionales determinados”, o “perseguir y aniquilar organizaciones terroristas”.
Es así como a partir de los años 90´s la alianza atlántica se empezó a involucrar en conflictos en terceros países, sin ninguna relación con el propósito de defensa colectiva que establece el Tratado de Washington, y que sustenta jurídicamente la actividad de la OTAN[10]. Así, en la primavera boreal de 1999, la OTAN desencadenó una vasta operación militar contra la entonces República Socialista Federativa de Yugoslavia, integrada todavía por Serbia y Montenegro, después de la salida de Croacia, Eslovenia, Macedonia y Bosnia-Herzegovina. Fue una acción militar totalmente ilegal, sin el consentimiento de la llamada Comunidad Internacional, expresada institucionalmente en la Asamblea General de la ONU o en su Consejo de Seguridad. Ofrecida al mundo como una “intervención humanitaria”, la OTAN desató una cadena de bombardeos con misiles y aviación sobre instalaciones civiles y militares en la capital serbia de Belgrado, y otros sitios de valor estratégico. De los bombardeos no se escapó ni la sede de la Embajada de China en la capital serbia, donde murieron varios periodistas de esa nacionalidad.
El ataque militar a la ex-Yugoslavia buscaba respaldar militarmente a las fuerzas militares que pretendían la separación violenta de la antigua provincia serbia de Kosovo, a fin de debilitar territorial, económica y militarmente a Serbia, presidida por un gobierno nada afecto a las ambiciones imperiales de Estados Unidos y otros miembros de la OTAN, fundamentalmente Alemania, Gran Bretaña y Francia. Oficialmente la operación fue bautizada como “Fuerza Aliada”, y según uno de sus protagonistas, “fue diseñada para detener la violación de los derechos humanos y la violencia contra los civiles”[11]. Para ello utilizaron alrededor de 600 aviones de 13 miembros de la Alianza Atlántica, asesinando a una cantidad nunca determinada de personas, pero que diversas fuentes ubican entre 500 a 5,700. La OTAN decidió intervenir en favor de los llamados “rebeldes kosovares”, no precisamente con el fin de respaldar su exigencia de independencia. Buscaban en realidad instalar un gobierno pro-Estados Unidos y Europa en Belgrado, y así ponerle límites a Rusia en su vieja zona de influencia, por la vía de golpear a un socio estratégico en los Balcanes, como lo ha sido Serbia desde hace siglos.[12] 25 años después de la llamada Operación Fuerza Aliada, alrededor de 5 mil efectivos de la OTAN permanecen en Kosovo, mientras este territorio, proclamado República en el año 2009, busca de manera desesperada, con el apoyo de la OTAN, ser reconocido oficialmente como Estado soberano por la comunidad internacional.
Otro claro ejemplo de la incursión de la OTAN en espacios territoriales fuera del ámbito que define su tratado constitutivo lo constituye sin duda la participación, en apoyo a la ocupación militar estadounidense de Afganistán, que siguió a la invasión protagonizada por los Estados Unidos en Octubre de 2001, bajo el título de Operación “Libertad Duradera”. Bajo el pretexto de apoyar a los ocupantes, el llamado Occidente Colectivo, siempre bajo la hegemonía de los Estados Unidos y utilizando a la ONU como paraguas, acordó crear la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF, por sus siglas en inglés) que, dirigida por la OTAN desde 2003, tenía el objetivo oficial de velar por la seguridad de Kabul y sus alrededores, combatir a la red terrorista de Al Qaeda y a los derrocados talibanes, que pasaron a la condición de insurgentes tras la invasión. , así como liderar la reforma del sector de la seguridad.
En una perspectiva más amplia los países occidentales pretendían transformar a la sociedad afgana, creando instituciones al estilo occidental e introduciendo reformas de todo tipo que, en teoría, deberían de sacar a ese país del atraso, el fanatismo religioso y la inestabilidad política, expresada esta última en frecuentes luchas tribales y religiosas. Dejando atrás el concepto utilizado por las Naciones Unidas de operaciones de establecimiento y/o mantenimiento de la paz (Peace-Keeping y Peace-Building Operations), desde Washington y otras capitales europeas se empujó otra doctrina: la del Nation-Building, es decir, imponer las tradiciones legales y sociales, así como las instituciones políticas occidentales, para construir nuevas naciones, y llevarlas a la prosperidad económica, la estabilidad política y la paz social, erradicando las bases objetivas, entre ellas la corrupción y la pobreza, que dan origen a movimientos así llamados terroristas. Para consumar esta novedosa doctrina en el terreno, era condición sine qua non la pacificación del país, mediante fuerzas militares extranjeras, papel que se le asigno cada vez más a la OTAN.
Ese control territorial de un país extenso y de complicada geografía, como lo es Afganistán, demandó ingentes recursos militares y financieros. La OTAN realizó su máximo despliegue de tropas, con más de 130 mil efectivos, en 2010 y 2011, pero sin conseguir los resultados esperados. Al contrario, en esos años se produjo el mayor número de bajas entre las fuerzas ocupantes y el conflicto armado, con la inestabilidad social y política que le es inherente, se fue extendiendo a prácticamente todo el territorio afgano, con una creciente resistencia de los talibanes, que mediante tácticas de guerra irregular desangraban a sus enemigos occidentales[13]. Al cabo de algunos años fue quedando a la vista que la estrategia de Nation-Building había fracasado:
“… a mitad de la década del 2000, Afganistán seguía siendo un Estado débil, que destacaba negativamente en todos los indicadores de desarrollo humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD): bajo índice de desarrollo, inseguridad alimentaria, analfabetismo, mortalidad infantil, refugiados, desigualdad de género, corta esperanza de vida, etc. Además, el país continuaba siendo el principal productor y exportador de heroína del mundo, la corrupción permeaba todos los aspectos de la vida afgana y las instituciones de gobernanza eran deficientes”[14].
Ante las crecientes evidencias de que la estrategia de imponer un modelo de Estado y de sociedad ajeno a las tradiciones, a la cultura y las instituciones sociales y culturales de Afganistán, mediante una masiva intervención militar y voluminosas transferencias de dinero, no funcionaba, el entusiasmo entre los socios de la OTAN fue decayendo. Para el año 2015 la operación intervencionista pasó a denominarse “Apoyo Decidido”, con menos presencia militar y desempeñando la OTAN un rol cada vez más secundario, centrado en asistir, entrenar y asesorar a las fuerzas de seguridad afganas. Aún así, los esfuerzos para evitar el retorno del movimiento de los talibanes al poder resultaron infructuosos, y para Noviembre del año 2020 los Estados Unidos tuvieron que aceptar un acuerdo de paz con los talibanes. Las modestas fuerzas de la OTAN que acompañaban aún a las tropas estadounidenses tuvieron finalmente que evacuar urgentemente el territorio afgano, cuando el Gobierno impuesto por la ocupación militar occidental colapsó de manera fulminante en Agosto de 2021. Así terminó, con más pena que gloria, el mayor despliegue de tropas de la OTAN más allá de sus fronteras, desde su fundación.
Otra de las aventuras de la OTAN, hasta antes de la actual operación que ejecuta en Ucrania, fue la intervención militar en Libia, a partir de Marzo del año 2011. En esa oportunidad varios países de la OTAN iniciaron operaciones militares ofensivas contra el gobierno libio, encabezado por el líder revolucionario Mohammar Khadafi, que enfrentaba ataques de fuerzas insurgentes en diversos puntos del país. Los Estados Unidos y varios de sus socios en el bloque atlantista lograron conseguir una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, que autorizaba adoptar “todas las medidas necesarias para proteger a la población civil”, estableciendo una denominada “zona de exclusión aérea”[15] sobre el territorio de Libia. Si bien la citada resolución no autorizaba la invasión y ocupación con tropas terrestres del territorio de Libia, daba pie, sin mencionarlo explícitamente, a que países en lo individual o por conducto de organizaciones de países, pudiesen realizar acciones militares, bajo la excusa de proteger a los civiles[16].
La OTAN, sin tener un pedido ni mucho menos una autorización expresa del Consejo de Seguridad de la ONU para desplegar su poderío militar contra Libia, pronto lanzó un operación combinada, con fuerzas aéreas y marítimas, incluyendo misiles guiados lanzados desde barcos y submarinos, atacando infraestructura estratégica e instalaciones civiles y militares del Gobierno de Mohammar Khadafi, y causando severa destrucción y muerte entre la población civil de ese país. La OTAN recurrió a imponer una llamada “zona de exclusión aérea” y un bloqueo marítimo, como estrategias para golpear al Gobierno de Khadafi, cortándole los suministros e impidiendo el vuelo de sus aviones de combate. En paralelo, varios países miembros de la OTAN apoyaron sin disimulo a las fuerzas insurgentes que se habían rebelado contra el Gobierno, brindándoles respaldo militar, financiero, mediático y la cobertura diplomática. Destacaron en ese propósito Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos[17], con países como Canadá, Italia, Noruega, España, Dinamarca e incluso Qatar y los Emiratos Árabes Unidos, jugando un papel secundario. La intervención, que se extendió desde marzo hasta finales de Octubre de 2011, fue bautizada como Operación Protector Unificado, ejecutando más de 25 mil vuelos de combate, que dejaron caer miles de toneladas de bombas y misiles sobre suelo libio.
A decir verdad la OTAN utilizó la resolución del Consejo de Seguridad, autorizando medidas para “proteger civiles” como la excusa perfecta para deshacerse de un antiguo rival. Libia, bajo Khadafi, se había convertido en un referente para muchos países y movimientos de liberación en África y otras partes del mundo. Sus niveles de desarrollo humano eran impresionantes, medidos bajo los estándares internacionales. La estabilidad social y política de la cual gozaba no tenía parangón en el Norte de África, sirviendo además para frenar la expansión de grupos radicales del islamismo. Libia, con su inmenso territorio, servía asimismo como una contención natural a las olas descontroladas de la migración subsahariana hacia el Mediterráneo y de allí a Europa.
Por otro lado, la influencia política de Khadafi en los asuntos africanos y árabes era incuestionable. Su defensa de la soberanía y autodeterminación de los pueblos era firme, así como lo era su denuncia del colonialismo y el sionismo. Y aunque en los últimos años, antes de la intervención militar de la OTAN, los niveles de confrontación con las antiguas potencias coloniales se habían moderado, y se había establecido una suerte de diálogo con diversos interlocutores europeos y estadounidenses, el ejemplo de Khadafi y su Revolución Verde, su postura en rechazo a las aventuras imperialistas de despojo y muerte por el mundo, no iban a ser olvidadas apresuradamente. Así que, mientras mostraban un rostro amable a Khadafi , varios gobernantes occidentales, en contubernio con algunos líderes reaccionarios del mundo árabe y musulmán, alentaban la organización de grupos armados opositores, entrenándolos, armándolos y financiándolos. Curiosamente, mientras en Afganistán la OTAN decía que sus objetivos eran promover una democracia sólida y estable, alejada de las prédicas de grupos radicales del Islam, en Libia se aliaban con grupos de la misma familia de fanáticos religiosos para derribar a un gobierno insumiso. Todo ello se aderezaba con una intensa campaña de noticias falsas, repetidas hasta el infinito, orientadas a instalar una narrativa que justificase la intervención de la OTAN[18].
Para inicios de Octubre de 2011 la situación era definitivamente favorable a las fuerzas insurgentes, en gran medida gracias al apoyo incondicional de la OTAN y otros países del Golfo Pérsico más Turquía. Khadafi fue asesinado el 12 de Octubre, y días después se consumó la caída de los últimos bastiones del antiguo gobierno libio. Lo que vino después es historia conocida: Libia se convirtió en un auténtico Estado fallido, sumido en el caos y la inestabilidad política, con sus diversos territorios controlados por tribus y facciones militares rivales, más la proliferación de grupos terroristas de orientación islamista. Se terminaron estableciendo dos gobiernos, que hasta la fecha se mantienen, uno en Trípoli y otro en Bengasi, enfrentados militarmente y reclamando cada uno la legitimidad para dirigir el país. Al mismo tiempo, gracias a la ausencia de un poder estatal fuerte y con control del territorio, Libia se convirtió en un foco de enorme inestabilidad, pasando a ser el mayor centro de tráfico de seres humanos, drogas y armas del Norte de África.
Así terminó otra de las aventuras militaristas de la OTAN, inspiradas en las doctrinas más cínicas de los Estados Unidos y del llamado Occidente Colectivo, como lo son las llamadas “intervenciones humanitarias”, que terminan destruyendo naciones enteras, resucitando viejas rivalidades étnicas, religiosas y tribales, y arrojando a países enteros a sangrientas luchas fratricidas, donde pronto se instalan y prosperan movimientos políticos que se sustentan en la intolerancia religiosa y el fanatismo sectario, que dejan caer sobre los pueblos terribles calamidades. El modelo practicado por la OTAN de hacer guerras para construir nuevas sociedades, con sistemas políticos estables, asentados en valores y tradiciones occidentales, una vez más, y hasta la fecha, fracasó en Libia.
Ucrania: la última estación en el cerco estratégico contra Rusia
Acabadas las guerras en terceros países, fuera del ámbito fundacional de la OTAN, sus dirigentes volvieron a concentrarse en su objetivo principal: acercarse a las fronteras de la Federación Rusa, acorralarla y luego someterla. Para inicios de la segunda década del presente siglo fue quedando claro que los líderes políticos rusos, después de dos décadas de sufrir imposiciones, humillaciones y desprecios por parte de Occidente, no iban más a subordinarse a los planes de dominación hegemónica de los Estados Unidos y sus socios menores en Europa. La recuperación económica, después de la debacle de los años 90´s, permitió que Rusia modernizara sus sistemas de defensa, y recuperara buena parte del terreno perdido frente a Estados Unidos, en materia de armamentos estratégicos y sistemas de lanzamiento para los mismos.
Una vez absorbidos los Estados bálticos de la antigua Unión Soviética al bloque de la OTAN, Ucrania se convirtió en la siguiente presa para el mando del bloque. Contar con Ucrania dentro de las filas de la OTAN significaría no solamente absorber al mayor país en territorio de Europa, sólo superado de Rusia, y unos de los más poblados, sino también el acceso directo y sin mayores obstáculos topográficos a las fronteras occidentales de la Federación de Rusia. Una conquista fundamental, dentro de esa lógica, sería expulsar a la Flota del Mar Negro de sus bases en la península de Crimea, donde permanecía a pesar de que la Unión Soviética era cosa del pasado. Privar a Rusia de estas facilidades militares significaría un duro golpe a la capacidad defensiva de la Federación, y, para su flota de submarinos y navíos, de las posibilidades de acceder a mares cálidos.
Los planes de incorporar a Ucrania a la OTAN adquirieron más velocidad[19], después de aprobarse, por el Consejo Atlántico en Bucarest de 2008, la iniciativa de cursar en el futuro, en un plazo no determinado, una invitación a Ucrania y a Georgia para ingresar al bloque atlantista. Ese mismo año, el entonces Presidente ucraniano Víctor Yushechenko, reconocido por sus posturas pro-occidentales, presentó oficialmente en Bruselas la solicitud de ingreso a la OTAN. En aquél entonces era evidente que no había en la sociedad ucraniana una mayoría clara a favor de tal decisión. Más aún, con la llegada del nuevo presidente ucraniano en 2010, Víctor Yanukovich, la apuesta por la adhesión a la OTAN se descartó por el gobierno de Kiev. Era obvio que Yanukovich se oponía a las posiciones más radicales anti-rusas y pro-occidentales de la derecha ucraniana. Más aún, Yanukovich se negó a seguir adelante con el proceso de firma de un Acuerdo de Asociación con la Unión Europea, que significaría un claro rompimiento de las relaciones económicas con la Federación Rusa.
La prudencia de Yanukovich fue la causa de su derrocamiento violento por los grupos de ultra-derecha, algunos claramente fascistas, alentados, organizados y financiados por agencias del gobierno de los Estados Unidos, con generosos recursos, que según fuentes del mismo Gobierno estadounidense ascendieron a US$5 mil millones.[20]. Así, en Febrero de 2014, los opositores a Yanukovich lanzaron su más violenta protesta en Kiev, presentada como una nueva “Revolución de Colores” por las cadenas mediáticas del Occidente Colectivo, esta vez bajo la denominación de “Euromaidan”. Una combinación de grupos políticos, ONG´s, medios de comunicación y agentes diversos de varios gobiernos de la OTAN se coordinaron para ejecutar un “golpe blando”, dirigidos en el terreno por personajes extranjeros de alta jerarquía, como es el caso de Victoria Nuland, Secretaria de Estado Adjunta para Asuntos Europeos y Euroasiáticos, quien personalmente se hizo presente en Kiev para conducir las acciones de los grupos opositores, en una gigantesca operación de “cambio de régimen”[21]
Lo que vino después ya es historia. Los nuevos dirigentes ucranianos, primero Piotr Poroschenko y luego Volodomir Zelenky, aceleraron los pasos para intentar ser admitidos en la OTAN, la cual, por su parte, intensificó los acercamientos con Kiev. Así, en la Cumbre Atlántica de Varsovia, de 2016, se aprobó el llamado “Paquete de Asistencia Integral (PAC) para Ucrania”. Meses más tarde, en junio de 2017, el Parlamento ucraniano adoptó una legislación que consigna solemnemente que pertenecer a la OTAN es un objetivo estratégico de la política exterior y de seguridad de la nación y reformaron la Constitución del país para tal efecto. Ésa y otras enmiendas, exigidas por la OTAN como requisitos para la adhesión, entraron en vigor en el año 2019. En septiembre de 2020, el presidente Volodomir Zelensky sancionó la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Ucrania, que prevé el desarrollo de la asociación con la OTAN con el objetivo de ingresar en ella[22].
La aceleración de los planes para incorporar a Ucrania a la OTAN disparó lógicamente las alertas en Moscú. Repetidamente diversos actores centrales dentro del Gobierno ruso, desde el mismo Presidente Putin hasta el Canciller Serguei Lavrov, además de líderes parlamentarios y voceros diversos, estuvieron durante varios años advirtiendo de las graves implicaciones para la seguridad de Rusia, y de la región en general, de una participación plena y directa de Ucrania en las filas de la OTAN. De manera muy sistemática, los líderes rusos enfatizaban sus demandas en dos aspectos: la neutralidad de Ucrania y el respeto al concepto de indivisibilidad de la seguridad, entendido como que la seguridad de un Estado no puede conseguirse a costa de la seguridad de otro Estado[23].
En Diciembre de 2021, en un esfuerzo que podría calificarse como dramático, para evitar llegar a una confrontación militar con Ucrania, que parecía conectada a un piloto automático dirigido a materializar su incorporación a la OTAN, el Gobierno ruso entregó a los Estados Unidos y a la OTAN dos propuestas de tratados, encaminados a reforzar su propia seguridad y la seguridad europea: el primero era una propuesta de Tratado entre Rusia y EE.UU. sobre las garantías de seguridad y, el segundo, un Acuerdo sobre las medidas de seguridad entre Rusia y los Estados Miembros de la OTAN. El propósito era claro: excluir, por medios jurídicos mutuamente vinculantes, la posibilidad de cualquier expansión de la OTAN hacia Este en un futuro y abortar el despliegue de armas ofensivas estratégicas cerca de las fronteras de Rusia. En las primeras conversaciones, sostenidas en las primeras semanas de Enero de 2022 en Ginebra y Bruselas, quedó claro que ni a los Estados Unidos ni a sus socios en la OTAN les interesaba llegar a acuerdos de tal naturaleza. Como lo manifestó el canciller Lavrov días después, aludiendo al movimiento diplomático realizado por Rusia:
“Está dirigido a excluir la posibilidad de cualquier expansión de la OTAN hacia Este en un futuro y el despliegue de los sistemas de armamentos que nos amenacen cerca de las fronteras de Rusia. Indicamos claramente y argumentamos con detalle la necesidad de centrar la atención en el cese de la expansión de un bloque en detrimento de los intereses de otros Estados en el continente europeo…Necesitamos las garantías jurídicamente vinculantes. Nuestros socios occidentales no cumplieron nunca sus compromisos políticos estipulados en el año 1990 (sin hablar de las promesas verbales). A juzgar por todo, no van a hacerlo ahora tampoco. Es un tema aparte. Explicamos detalladamente que tal postura fue deficiente, fue inadmisible interpretar de forma unilateral el compromiso político de garantizar la no expansión de la OTAN y la indivisibilidad de la seguridad. Estamos esperando una respuesta por escrito, en papel, de nuestros colegas. Igual que hicimos nosotros, al entregar nuestras propuestas. Continuaremos trabajando para estar listos en caso de cualquier desarrollo de los acontecimientos”[24].
Semanas después del fracaso de este último intento de evitar el estallido de un grave conflicto en Europa del Este, y ante la intransigencia del liderazgo ucraniano y la arrogancia todavía más irresponsable del Occidente Colectivo, la Federación de Rusia anunció, el 23 de Febrero de 2022, el inicio de lo que oficialmente es denominado por Moscú como “Operación Militar Especial”, pero que en los hechos es el despliegue ofensivo de centenares de miles de tropas en el Este de Ucrania, incluyendo una fulminante incursión inicial a Kiev desde el flanco Norte. Hasta la fecha, y después de más de dos años de enfrentamiento, las acciones militares de ambos bandos, el ruso por un lado, y el ucraniano más sus apoyos desde la OTAN, por el otro, han significado la muerte de decenas de miles de soldados, el sufrimiento masivo de la población civil, la destrucción de aldeas y ciudades enteras, así como también de infraestructura de todo tipo. El conflicto ha entrañado la configuración de riesgosos escenarios, que podrían derivar en una guerra directa de la OTAN contra Rusia, de escala inconmensurable. Un conflicto descontrolado entre ambos bando ofrece probabilidades de una escalada nuclear, de consecuencias impredecibles.
Como el mismo desarrollo de los acontecimientos lo ha evidenciado, la estrategia atlantista de detonar este conflicto de gran escala, donde no mueren directamente efectivos de la OTAN ni se sufren los impactos de la guerra de forma directa, se ha convertido en el eje de acción central de la alianza frente a Rusia. Las voluminosas cantidades de ayuda en armamentos, el apoyo en inteligencia táctica y estratégica, el entrenamiento de oficiales y tropa, la presencia de asesores militares atlantistas en el teatro de operaciones, la incondicional cobertura diplomática y política, el nada disimulado respaldo mediático, más los colosales recursos financieros para sostener al régimen de Kiev, han convertido al conflicto ucraniano en una verdadera guerra entre la OTAN y Rusia, donde Ucrania actúa como proxy de los intereses atlantistas.
Para Diciembre del 2023 el periódico New York Times informaba que desde el inicio del conflicto entre Rusia y Ucrania en febrero de 2022, el gobierno de los Estados Unidos había enviado enviado más de 75.000 millones de dólares en efectivo y equipamiento para la defensa de ese país. La mayor parte de la ayuda se habría destinado a las operaciones militares de Ucrania, a mantener el funcionamiento de su gobierno y atender sus necesidades humanitarias[25]. En Abril de 2024 el Congreso de los Estados Unidos aprobó un paquete adicional de ayuda militar de US$60.800 millones para Ucrania, después de largos meses de desacuerdos en el seno de la élite gobernante en Washington.[26]
Por su lado, Europa, casi toda integrada en la OTAN, no se ha quedado atrás en la tarea de apuntalar las capacidades militares de Kiev, y fortalecer sus maltrechas finanzas. Oficialmente la Comisión Europea reconoce haber entregado al Gobierno ucraniano, desde el año 2022, la suma de 88 mil millones euros, de los cuales al menos 28 mil fueron destinados a propósitos estrictamente militares. Bruselas ha aprobado adicionalmente un paquete de 50 mil millones de euros, compuesto de préstamos y subvenciones, para financiar supuestos proyectos de reconstrucción post-conflicto[27].
En adición a lo anterior, prácticamente todos los países miembro de la OTAN, en lo individual, han aportado enormes sumas de recursos a sostener el esfuerzo militar ucraniano. Destaca el caso de Alemania, que ha sido de los más generosos a la hora de aportar recursos, convirtiéndose en el segundo país con mayores contribuciones al desafío bélico. Así, Berlín proporcionó hasta el año 2023 cerca de 22.000 millones de euros a Ucrania en forma de ayuda humanitaria, financiera y militar. El país envió a Kiev tanques, vehículos blindados, municiones y sistemas de defensa antiaérea, y para el año 2024 comprometió fondos adicionales por el monto de 8,400 millones de euros[28].
La dependencia por el lado de Ucrania del apoyo de la OTAN y algunos otros países que se han sumando a la campaña es casi absoluta. El Instituto de Kiel para la Economía Mundial, un reconocido centro de investigaciones alemán, señala que:
“… desde enero de 2022, la ayuda militar occidental se ha convertido en el principal sustento de las líneas de defensa ucranianas, tremendamente dependiente de los suministros que llegan desde los países aliados. Solo Estados Unidos ha aportado el 40% de todo el apoyo internacional que ha recibido el país europeo en los 25 meses posteriores a la agresión rusa. En total, 42 países (contando la UE) han enviado 169.650 millones de euros en asistencia militar, financiera y humanitaria, similar al PIB de Ucrania en 2022, a los que hay que sumar otros 89.490 millones comprometidos que están aún por llegar. La Unión Europea ha aportado otro 18% y sus Estados miembros un 28% extra de forma bilateral, aunque a diferencia de Washington, que ha basado la mayor parte de su apoyo en armas, el bloque comunitario ha preferido elegir la vía económica. Reino Unido ha contribuido con otro 5% y el resto de Europa, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y varios países asiáticos con el 9% restante”[29].
La subordinación de Europa al hegemonismo estadounidense bajo el paraguas de la OTAN
Desde su creación la OTAN estaba diseñada para mantener a los países del Occidente europeo bajo el control militar y geopolítico de los Estados Unidos, y como un contrapeso directo a la influencia de la entonces Unión Soviética, que era su razón explícita de ser. La desaparición de esta última a inicios de los años noventas del S. XX no modificó ese primer rasgo esencial del papel de la OTAN, desde la óptica de los intereses geoestratégicos de Washington. Al contrario, en lugar de plantearse su disolución, al desaparecer la tan propagandizada “amenaza soviética”, los Estados Unidos, con sus socios más fieles dentro de la OTAN, logró persuadir a los dirigentes de la alianza que debían reinventar a la misma, buscándole nuevas razones para mantenerla viva.
Es así, como lo hemos examinado en este ensayo, que se embarcaron en aventuras militares en la antigua Yugoslavia, en Afganistán y en Libia, países formalmente fuera de la órbita de seguridad nor-atlántica. Simultáneamente emprendieron, contrario a los compromisos hechos a los últimos dirigentes soviéticos, la vertiginosa ampliación de la alianza hacia el Este, hasta llegar a las fronteras terrestres de Rusia, en los países bálticos.
En esa ruta, se aventuraron a abrir la posibilidad de asimilar como miembros a Ucrania y a Georgia, y cerrar así el cerco estratégico contra la Federación de Rusia. Aquí cabe recordar que dentro de la doctrina geopolítica oficial de los Estados Unidos resulta clave mantener a Europa Occidental enfrentada contra Rusia. Para los estrategas estadounidenses es una pesadilla imaginarse un eje de coordinación y cooperación política, económica y de seguridad entre Paris, Berlín y Moscú. Eso significaría perder su control sobre Europa, escenario que casi en automático llevaría a cuestionar la existencia misma de la OTAN.
Para los Estados Unidos, independientemente de la filosofía política de la administración de turno, representa un escenario inaceptable el surgimiento de un bloque euroasiático liderado por el eje mencionado. Mantener la enemistad, o, en todo caso, la desconfianza entre Francia y Alemania, por un lado, y Rusia por el otro, figura entre los objetivos más esenciales de su política exterior y de seguridad. Esta obsesión de Washington por impedir a toda costa una relación armónica entre las grandes potencias europeas y Rusia se explica en gran medida por la enorme influencia que en su pensamiento geoestratégico ejercen las teorías del Heartland, o región-pivote, desarrolladas por Halford John Mackinder ( ) y luego por James Fairgrieve[30] , de acuerdo a las cuales la superficie de la Tierra se puede dividir, a grandes rasgos, en:
- La Isla-Mundial, que comprende los continentes de Europa, Asia, y África, siendo el más grande, más poblado, y más rico de la tierra, de todas las combinaciones posibles.
- Creciente interior o marginal, en el que se incluyen las islas británicas y las islas de Japón.
- Tierras del creciente exterior o insular, donde forman parte los continentes de América y Oceanía.
El Heartland o Área pivote se encuentra en el centro de la Isla-Mundial, se extiende desde el río Volga hasta el río Yangtzé y desde la cordillera del Himalaya hasta el Océano Ártico. Para Mackinder ese Heartland fue la zona gobernada por el antiguo Imperio Ruso y después por la URSS. La propuesta de Mackinder puede resumirse con esta frase:
«Quien gobierne en Europa del Este dominará el Heartland;
Quien gobierne el Heartland dominará la Isla-Mundial;
Quien gobierne la Isla-Mundial controlará el mundo.»[31]
Cualquier poder que controlase la Isla-Mundial controlaría más del 50 % de los recursos del mundo. El tamaño del Heartland y su posición central, le convierte en la clave para controlar la Isla-Mundial, según pensaba Mackinder[32].
Bajo las anteriores premisas, la política de Washington siempre ha centrado sus objetivos en abortar cualquier posibilidad de que aparezca y eventualmente se consolide una asociación estratégica de Europa Occidental con Rusia. Sería una auténtica pesadilla, que quebraría en su espina dorsal al hegemonismo de los Estados Unidos, relegándolo a jugare un papel relativamente secundario en los asuntos globales. En tal sentido, avivar diferencias entre Moscú y las potencias europeas, e incluso desatar guerras, como la de Ucrania, son parte del menú de políticas del establishment del poder en la capital estadounidense. En la búsqueda de ese propósito, fortalecer las capacidades bélicas de la OTAN e incluso empujarla a desatar y apoyar una guerra contra Rusia, figura como una estrategia ideal.
El creciente gasto militar de la OTAN y sus implicaciones para la paz global
Si bien el mantener vigente el proyecto militarista de la OTAN ha merecido siempre la máxima atención de las administraciones en Washington, y que, como lo hemos discutido en páginas anteriores, la alianza militar ha servido como una extensión del poderío militar estadounidense, invadiendo y bombardeando países soberanos; la Presidencia de Donald Trump vino a replantear el papel de la OTAN. Trump exigió, en la Cumbre Atlántica de 2018, que los países miembros elevasen su gasto militar, hasta alcanzar un mínimo de un 2% del PIB[33].
La amenaza velada de Trump de abandonar la OTAN, si no se accedía a su reclamo, generó cierto pánico entre los líderes atlantistas europeos, algunos de los cuales en el pasado habían propuesto elevar la autonomía estratégica de Europa en materia de defensa y seguridad, favoreciendo incluso la creación de una dimensión militar y de seguridad dentro de la Unión Europea, habida cuenta de la desconfianza mutua que regularmente florece en las relaciones transatlánticas. Trump y sus palabras sin duda repercutieron en la política europea, al grado tal que poco a poco, desde el momento de aquella amenaza, casi todos los países miembros han alcanzado o se han acercado a la meta del 2% en su gasto militar respeto al PIB. De más está constatar que buena parte de esos recursos van destinados a la compra de más sistemas de armamento fabricados por complejo militar-industrial de los Estados Unidos. Para los Estados Unidos resulta ser una ganancia por partida doble: pueden compartir el peso del gasto militar con sus socios en la OTAN, por un lado, y pueden estimular significativamente a su industria militar, con fondos europeos, por el otro.
El aumento sostenido del gasto militar de los países miembros de la OTAN se da en un contexto donde su socio principal y hegemón indiscutible dentro de la alianza es, de lejos, el país que más gasta en el mundo en armamento de todo tipo. De acuerdo con el Instituto Internacional para Investigaciones para la Paz SIPRI[34], con sede en Estocolmo, en 2023 el gasto militar mundial superó los 2,4 billones de dólares. Alrededor del 37,5% de este monto provino de Estados Unidos (916 mil millones), consolidando a este país como aquél con la mayor inversión militar a nivel global. A una gran distancia le sigue China, con un gasto cercano a los 300 mil millones de dólares. Luego viene Rusia, con 109 mil millones, explicado en gran medida por el aumento del gasto producto de la guerra con Ucrania. La India, el país más poblado del mundo, ocupa el cuarto lugar, con 84 mil millones, seguido de cerca por Arabia Saudita, con 76 mil millones.
De inmediato, en la lista de los 16 países con mayor gasto militar en el mundo, figuran varios países aliados de los Estados Unidos dentro de la OTAN: Reino Unido, Alemania, Francia, Italia, Polonia y España, que juntos suman alrededor de 291 mil millones de dólares. Si a ello agregamos otros socios extra-OTAN, como Ucrania, Japón, Corea del Sur, Australia e Israel, cuyo gasto ya sumado arroja un saldo de 223 mil millones, se tiene un saldo de superioridad para Estados Unidos y sus aliados inmensamente desproporcionado. Es decir, frente a un gasto militar de 405 mil millones de dólares combinados entre China y Rusia, oficialmente designados como las amenazas por la OTAN y sus socios extra-regionales, aparece un consolidado de 1,43 billones de dólares para Estados Unidos y sus socios, o sea 3.53 veces más que sus adversarios globales. Si se le suma a ello el gasto militar de otros socios relativamente medianos dentro de la OTAN, como Turquía, Holanda, Dinamarca, Noruega, Suecia y otros, la desproporción se eleva todavía más.
La situación se complica todavía aún más cuando examinamos otros elementos que debilitan un ambiente de confianza y acrecientan las tensiones, en el plano estratégico-nuclear. En octubre de 2018 la Administración de Donald Trump decidió retirar a los Estados Unidos del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio, conocido como Tratado INF. Dicho tratado, pactado en 1987 entre la entonces Unión Soviética y los Estados Unidos, fue concebido para prohibir los misiles balísticos y de crucero lanzados desde tierra en ambos países, con rangos de entre 500 y 5,500 kilómetros, sus lanzadores, así como las estructuras de soporte y equipos de apoyo asociados. En su momento el INF condujo a la destrucción de casi 2,700 misiles y sus lanzadores hasta junio de 1991, la fecha límite estipulada en el tratado. El Tratado INF fue el primer acuerdo entre Estados Unidos y la Unión Soviética destinado a reducir el arsenal nuclear de las superpotencias. Resultado de todo ello las tensiones disminuyeron notablemente, y la confianza mutua, que incluía la verificación in situ de la destrucción de misiles, se vio fortalecida.
La anulación en la práctica del Tratado INF[35] por parte de los Estados Unidos, ha desatado una nueva espiral armamentista y recrudecido las posibilidades de un enfrentamiento nuclear, particularmente en Europa. En el contexto de la ya abierta guerra de la OTAN contra Rusia, usando a Ucrania como Estado proxy, los Estados Unidos han decidido instalar misiles de alcance intermedio en Alemania en un futuro próximo, reviviendo una atmósfera de desconfianza que se creía ya superada. El anuncio oficial de los Estados Unidos, en el marco de la Cumbre Atlántica en Washington, en ocasión del 75 aniversario de la OTAN, indica que comenzará a desplegar misiles de mediano y largo alcance en Alemania a partir de 2026. Esos proyectiles, que incluirán SM-6, Tomahawks y misiles hipersónicos, representarán el armamento de mayor potencia instalado en suelo europeo desde el final de la Guerra Fría y definitivamente significan una amenaza abierta a la Federación Rusa, defendida por el canciller alemán Hans Scholtz, como una medida para garantizar “la paz en Europa” y “una disuasión que asegure nuestra Alianza”[36].
No hay duda que se está en presencia de la mayor escalada de tensiones desde la época de la Guerra Fría, con todas las implicaciones que estas medidas tienen sobre la seguridad europea. Como era de esperarse, Rusia reaccionó señalando que Alemania estaría violando el estatus plasmado en los acuerdos de la postguerra mundial, y que por lo mismo podría renunciar a la moratoria nuclear a la que se comprometió unilateralmente tras el colapso del tratado INF, además de advertir con una respuesta militar en caso de que Estados Unidos y Alemania consumen su acuerdo. El viceministro de Exteriores ruso, Sergei Riabkov, ha afirmado que la decisión “es parte de la escalada en curso” y “uno de los elementos de intimidación, que a día de hoy es el principal componente de la postura de la OTAN y Estados Unidos respecto a Ucrania”, asegurando que van a adoptar las contramedidas necesarias ante lo que francamente es percibido como una grave amenaza a su seguridad[37].
Es así como el escenario para una confrontación abierta ya gran escala se va configurando en Europa. La OTAN ha visto en la guerra en Ucrania la oportunidad para infringir una derrota estratégica a Rusia, su eterno rival, a partir de armar, entrenar, asesorar y dirigir a las fuerzas armadas ucranianas, utilizándolas como punta de lanza de su estrategia hacia Rusia. Ello, más la amplia gama de sanciones económicas, deberían llevar, según los estrategas de la OTAN, a un debilitamiento profundo del Estado ruso, tal como ahora existe, logrando un anhelado “cambio de régimen” en Moscú, y se abrirían las puertas a la desintegración o balcanización de la Federación de Rusia, tras lo cual surgiría una nueva configuración político-territorial en el enorme espacio geográfico que hoy ocupa la Federación, dando paso a nuevos Estados, tan nuevos como débiles y manejables. Los Estados Unidos, además, lograría un objetivo estratégico de gran magnitud: prevenir el surgimiento y consolidación de un eje geopolítico euroasiático, con Paris, Berlín y Moscú como elementos dominantes.
La expansión global de la OTAN: del atlántico norte al pacífico oriental
- La doctrina militar y geopolítica de la OTAN, que no es más que una réplica de la visión y de los intereses y pretensiones de los Estados Unidos, ha venido evolucionando, desde aquellos días que se proclamaba la alianza como un escudo para defenderse de amenazas a sus miembros, en el ámbito espacial del Atlántico Norte y Europa Occidental. Más tarde incorporaron formalmente al Mar Mediterráneo, como área bajo sus intereses de seguridad. Luego, en los hechos, hicieron lo mismo con el Océano Ártico, el Cáucaso y el Mar Negro. De esta manera y con el tiempo, la OTAN se ha venido proyectando como una organización de seguridad global, sin ningún límite territorial. En otras palabras, la OTAN busca convertirse en un gendarme mundial, escribiendo las reglas de la seguridad para todos los Estados de la comunidad internacional, sin estos últimos haber sido consultados ni mucho menos haber dado su aprobación.
Bajo esta premisa, de verse a sí mismos como los guardianes del orden mundial, los miembros de la OTAN justificaron en su momento las intervenciones militares directas en la antigua Yugoslavia, Afganistán y Libia, para atacar y perseguir a gobiernos que no le resultaban afectos, y que, fundamentalmente, desafiaban las pretensiones hegemónicas de los Estados Unidos en los asuntos internacionales. Bajo esa misma premisa la OTAN ha buscado expandir su influencia inventando categorías como la de los “socios globales”, para vincular militar y políticamente a países bastante lejanos de la zona de acción tradicional del bloque atlantista, y atarlos a sus planes de expansión y dominación, haciéndoles parte de ejercicios militares e incluso asignarles tareas en sus operaciones en terceros países. Afganistán, Australia, Colombia, Irak, Japón, Corea del Sur, Mongolia, Nueva Zelandia y Pakistán han sido incluidos hasta la fecha en esta categoría[38]. Argentina, bajo el gobierno del ultraderechista de Javier Milei, solicitó recientemente la misma calidad de Socio Global de la OTAN. Existen además otras iniciativas atlantistas para involucrar a docenas de países en sus planes militaristas en diversas partes del mundo.
La obsesión de la OTAN por convertirse en el rector de la seguridad global, enfocada hasta ahora en cercar y, eventualmente, someter a Rusia, no se queda allí. Gradualmente, en la medida que China ha elevado su presencia global y ha aumentado significativamente su poderío militar y tecnológico, incluyendo una participación cada vez más notoria en la exploración espacial, la OTAN ha fijado sus ojos en ella. Los jerarcas de la OTAN no ocultan su pretensión de expandir su influencia en Asia, llegando hasta el Pacífico Oriental, motivados por su afán de contener el crecimiento del poderío chino en esa región del mundo. Oficialmente la Cumbre de la OTAN ha declarado a China como un “desafío sistémico” a la seguridad Euro-Atlántica, además de acusarla de acciones maliciosas en el ámbito cibernético e híbrido, incluyendo operaciones masivas de desinformación. Y, al tiempo que invitan a China a discusiones para promover la estabilidad y reducir los riesgos estratégicos, no han vacilado en amenazar a China, asegurando que: «…estamos impulsando nuestro conocimiento compartido, mejorando nuestra resistencia y preparación, y protegiéndonos contra las tácticas coercitivas de la República Popular China y sus esfuerzos por dividir a la alianza»[39]. En esa misma dirección, de conformar un bloque militar que confronte a China en Asia, la OTAN invitó a los líderes de Japón, Corea del Sur y Nueva Zelandia, además de Australia, a la Cumbre Atlántica en Washington en Julio de 2024.
La creciente hostilidad atlantista hacia China se explica en la presente coyuntura por la posición de Beijing de no sumarse a la política de sanciones contra Rusia, y más bien apostar a una consolidación de la Asociación Estratégica que ambos países han decidido. El afianzamiento de las relaciones políticas, energéticas, comerciales, monetarias y financieras, además de la creciente cooperación en materia de seguridad, causa preocupación y molestia en el llamado Occidente Colectivo, al grado de amenazar a China con sanciones, por no plegarse a la postura de la OTAN en relación al conflicto entre Rusia y Ucrania. Peor aún, no le perdonan a China que busque, junto con Rusia y otras potencias emergentes, avanzar hacia un reordenamiento de las relaciones internacionales, configurando un mundo de carácter multipolar y sin hegemonías de ninguna clase. La Declaración de la Cumbre Atlántica en Washington expresa ese inocultable malestar, al señalar que “…las declaradas ambiciones de la República Popular China y sus políticas coercitivas continúan desafiando nuestros intereses, seguridad y valores. La asociación estratégica que se profundiza entre Rusia y la RPCh y sus intentos mutuamente reforzados de debilitar y rediseñar el orden internacional basado en reglas, son causa para una profunda preocupación”[40].
China, por su parte, que ve con creciente desconfianza a la OTAN y sus ambiciones de jugar el papel de gendarme global, no oculta su malestar ante las intenciones del bloque atlántico. El Gobierno chino ha sido tajante en señalar a la OTAN de haber llevado a la detonación del conflicto entre Rusia y Ucrania, por la insaciable sed de expansión de los atlantistas. También observa con recelo la puesta en marcha de ambiciosos proyectos militares de los Estados Unidos en la región del Indo- Pacífico, como el AUKUS y el QUADS, nacidos como estrategias de contención militar y espionaje estratégico contra China, y donde se alinean abiertamente países como Australia, Gran Bretaña, Japón e incluso la India. Las autoridades chinas no han vacilado en destacar que «La OTAN ha malogrado Europa. ¿Está ahora tratando de malograr Asia-Pacífico e incluso el mundo?». El mismo canciller chino Wang Yi llegó a afirmar: «el verdadero objetivo de la estrategia de EE.UU. en el Indo-Pacífico es crear una rama de la OTAN en la región»[41].
Por lo mismo, la reacción de Beijing a las provocadoras declaraciones de la última reunión del Consejo Atlántico ha sido rápida y contundente: “China insta a la OTAN a abandonar la mentalidad de la Guerra Fría, la confrontación de bloques y el enfoque de suma cero, formar la percepción correcta de China, dejar de interferir en los asuntos internos de China y de vilipendiar a China, y dejar de perturbar las relaciones entre China y Europa”, fueron las palabras del portavoz de la Cancillería china, quien además, aludiendo a la calificación de China como “desafío sistémico” por los atlantistas, planteó: “Crear enemigos imaginarios para justificar su existencia y actuar fuera del área es la táctica preferida de la OTAN».[42]
Los riesgos para la paz mundial derivados de las estrategias belicistas de los Estados Unidos y la OTAN
No es ninguna exageración sostener que, desde finales de la llamada Guerra Fría, el mundo no había vivido riesgos tan marcados en materia de seguridad, capaces de desatar conflagraciones bélicas de escala regional y global, con posibilidades de detonar un enfrentamiento con armas atómicas del más alto poder destructivo. Tan destructivo que la vida misma en el planeta Tierra podría ser eliminada, por las secuelas derivadas de las explosiones nucleares.
Las potencias nucleares mantienen arsenales gigantescos, con armas atómicas y otras de destrucción masiva, cada vez más poderosas y sofisticadas, con sus respectivas plataformas de despliegue y lanzamiento, desde tierra, mar y aire, e incluso con posibilidades crecientes de ocupar el espacio exterior como base de ataques a objetivos en tierra. La potencia destructiva de esos artefactos atómicos supera hoy en día en decenas de veces a la de las dos únicas armas similares, usadas contra la población japonesa de Hiroshima y Nagasaki, en Agosto de 1945, por el Ejército de los Estados Unidos.
Si bien en los años 80´s y 90´s se firmaron acuerdos entre las 2 principales potencias nucleares para reducir sus respectivos arsenales, la cantidad de ojivas nucleares que ambas potencias aún poseen es suficiente para destruir varias veces la civilización humana. Diversas estimaciones sitúan en más de 15 mil el número de ojiva nucleares hoy en día disponibles, aproximadamente una quinta parte de las armas que se poseían en plena Guerra Fría (1985)[43]. De ellas un 93% están en manos de la Federación Rusa y los Estados Unidos. El resto se distribuye entre otros países nucleares: Gran Bretaña, Francia, China, India, Pakistán, Israel y Corea del Norte[44], como puede apreciarse en la siguiente tabla:
TABLA 1. Estimación de cabezas nucleares en el mundo (2016)
País | Desplegada* | Almacenad s** | Retiradas | Inventario |
Federación Rusa | 1,790 | 4,500 | 2,800 | 7,300 |
Estados Unidos | 1,930 | 4,500 | 2,500 | 7,000 |
Francia | 280 | 300 | 300 | |
Gran Bretaña | 120 | 215 | 215 | |
China | 260 | 260 | ||
Paquistán | 110-130 | 110-130 | ||
India | 100-120 | 100-120 | ||
Israel | 80 | 80 | ||
Corea del Norte | 10 (aprox.) | 10 (aprox.) | ||
TOTAL | 4,120 | 10,100 (aprox.) | 5,300 | 15,400 (aprox.) |
**Almacenadas: en custodia de los militares y disponibles para ser instaladas en lanzaderas.
*** Retiradas: listas para ser desmanteladas.
Fuente: Hans M. Kristensen y Robert S. Norris, “Status of World Nuclear Forces”, FAS, 1 Marzo 2016, disponible en : http://fas.org/issues/nuclear-weapons/status-world-nuclear-forces/
Para el año 2022 los arsenales nucleares no habían sufrido grandes cambios. Según la Federación de Científicos Estadounidenses, la Federación Rusa poseía 5,977 ojivas[45], mientras los Estados Unidos almacenaban 5,428 ojivas, y sus aliados en la OTAN, Francia y Gran Bretaña, 290 y 225, respectivamente. Por otra parte, China disponía de 300 ojivas nucleares; Pakistán, 165; India, 160; Israel, 90; y Corea del Norte, 20[46].
Resulta evidente que los arsenales nucleares disponibles son más que suficientes para destruir la vida en el planeta. Hasta ahora la doctrina de la Destrucción Mutua Asegurada MAD ha funcionado como una detente a una guerra nuclear entre las grandes potencias. El equilibrio del terror entre los Estados Unidos y la Federación Rusa, y en buena medida entre la OTAN y Rusia, ha permitido que las armas nucleares no cumplan una misión destructiva, sino una de carácter disuasivo.
Pero la conducta agresiva de la OTAN en Europa, y en Ucrania particularmente, puede alterar ese equilibrio. Rusia ha proclamado oficialmente, como parte de su doctrina nuclear, que usaría su poderío atómico si la existencia misma del Estado ruso se ve amenazada. La posibilidad de que se empleen armas nucleares tácticas en el campo de batalla en el conflicto Rusia-Ucrania no puede descartarse a priori. La instalación en un futuro próximo de misiles nucleares en Alemania sólo agrava el panorama. A ello hay que agregar las constantes provocaciones derivadas de frecuentes ejercicios militares de los países de la OTAN, en la periferia del territorio ruso, incluyendo los mares Báltico, Ártico y Negro.
Con el diálogo a alto nivel prácticamente roto desde hace algunos años, y los acuerdos de limitación de armas como el INF prácticamente desmantelados, las condiciones para un choque militar entre Rusia y la OTAN en Europa se elevan a un nivel peligroso, sin precedentes en la historia posterior a la II Guerra Mundial. Si a lo anterior se le adicionan las crecientes tensiones en Asia Oriental, el Indo-Pacífico y el Mar de China Meridional, en el afán de reducir la influencia de China, las perspectivas para la paz mundial se complican aún más.
El mundo debe tener claro que la política belicista de la OTAN, marcada por las decisiones y estrategias de los Estados Unidos, está alimentando las posibilidades de una crisis de seguridad de escala global, que puede desembocar en una guerra de proporciones hasta ahora desconocidas. La idea de convertir a la OTAN en un gendarme militar global, una guardia pretoriana al servicio de Washington, que imponga manu militari el orden mundial basado en reglas que proclaman los Estados Unidos, es hoy en día el principal peligro para la paz mundial, y para la supervivencia misma de la Humanidad en el planeta Tierra.
Sigfrido Reyes* Político salvadoreño, miembro del FMLN, fungió como Presidente de la Asamblea Legislativa de El Salvador.
Foto de portada: RT
Referencias:
[1] Este pacto, de naturaleza militar, se fundó en 1955 y agrupó a la Unión Soviética y a varios países socialistas del Este y Centro de Europa, como Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Rumania y Bulgaria. Yugoslavia y Albania, en el flanco mediterráneo de Europa y también países socialistas, se mantuvieron al margen. El Pacto se disolvió en 1990, como consecuencia lógica de la desaparición del Campo Socialista en Europa.
[2] La antigua República Socialista de Checoslovaquia, que funcionaba como una federación de dos naciones, la checa y la eslovaca, desde el final de la Primera Guerra Mundial, y con un régimen socialista desde finales de la Segunda Guerra Mundial, se desmanteló de manera voluntaria y pacífica en 1993, para dar lugar a dos Estados independientes: la República Checa y la República Eslovaca.
[3] Todos ellos, con la excepción de Eslovenia, antigua república de la Federación Socialista de Yugoslavia, habían estado asociados al desaparecido Pacto de Varsovia.
[4] Kennan, George F. Artículo “A Fateful Error”. The New York Times. 5 de Febrero de 1997. Opinion | A Fateful Error – The New York Times (nytimes.com). Consultado el 22 de Julio de 2024
[5] Friedman, Thomas. Entrevista a George F. Kennan. “Foreign Affairs; Now a Word from X”. The New York Times. 2 de Mayo de 1998. Opinion | Foreign Affairs; Now a Word From X – The New York Times (nytimes.com) Consultado el 22 de Julio de 2024.
[6] Sánchez, Raúl. Portal de noticias Euronews. 27 de Diciembre de 2021. Putin baraja varias respuestas ante «la expansión de la OTAN en Ucrania» | Euronews. Consultado el 5 de agosto de 2024.
[7] Instituto de Relaciones Internacionales. Anuario de Relaciones Internacionales. “Acta Fundacional sobre las relaciones, la cooperación y la seguridad mutuas entre la Federación de Rusia y la OTAN”. Argentina. Año 1998. https://www.iri.edu.ar/publicaciones_iri/anuario/A98/A98-DEU1a. Consultado el 5 de agosto de 2024.
[8] Ídem.
[9] Sánches, Mariana. Portal de noticias BBC News. “Porqué Rusia nunca entró en la OTAN”. Por qué Rusia nunca entró en la OTAN – BBC News Mundo. Consultado el 5 de Agosto de 2024
[10] Según ese tratado la alianza se establece para defenderse de ataques armados de terceros países contra cualquiera de los países miembros del tratado (Art. 3), obligando a consultas si se considera que la integridad y territorial, la independencia política o la seguridad de uno de sus miembros está bajo amenaza (Art. 4). En consecuencia, si uno o más países miembros son sometidos a un ataque se entenderá que se está atacando a todos y cada uno de ellos, y por tanto deberán de apoyar militarmente al país o países bajo ataque (Art. 5). El Tratado circunscribe esas acciones de defensa colectiva al ámbito territorial de Europa, y más en general, del Atlántico Norte, en las aguas al norte del Trópico de Cáncer, y en el Mar Mediterráneo.
[11] Miladinovic, Aleksandar. BBC. Artículo: “Los bombardeos de la OTAN que desencadenaron una nueva era de guerras”. 24 de Marzo de 2024. https://www.bbc.com/mundo/articles/c6p4d44v325o#:~:text=%22La%20campa%C3%B1a%20fue%20una%20intervenci%C3%B3n,poblaci%C3%B3n%20albanokosovar%20permaneciera%20en%20Kosovo. Revisado el 29 de Julio de 2024.
[12] Berti, Claudia. Artículo “Bombas de la OTAN: tres intervenciones que muestran su claro rol imperialista”. https://www.laizquierdadiario.mx/Bombas-de-la-OTAN-tres-intervenciones-que-muestran-su-claro-rol-imperialista. Revisado el 29 de julio de 2024
[13] Bargués, Pol. Barcelona Centre for International Affairs CIDOB. “Veinte años de intervención internacional en Afganistán: contradicciones y lecciones aprendidas”. Barcelona. Noviembre de 2021. https://www.cidob.org/publicaciones/veinte-anos-de-intervencion-internacional-en-afganistan-contradicciones-y-lecciones. Revisado el 30 de Julio de 2024
[14] Ídem.
[15] Naciones Unidas. Consejo de Seguridad. Resolución 1973 (2011). 17 de marzo de 2011.
[16] La Federación de Rusia y la República Popular China, miembros permanentes el Consejo de Seguridad y, por tanto, con derecho a veto dentro del mismo, se abstuvieron de votar
[17]Zayac, Alejandro. BBC. ¿Se ciñó la OTAN a su papel legal en Libia? – BBC News Mundo. “7 de Octubre de 2011. Consultado el 9 de agosto de 2024
[18] De manera similar a la operación de Estados Unidos contra Irak, bajo la Presidencia de George W. Bush, a Libia, con Barack Obama en la Casa Blanca, se le acusó de tener proyectos en marcha para desarrollar armas de destrucción masiva, todo con el fin de justificar una invasión y tras ella un cambio de régimen. Y, por supuesto, acompañada la campaña de descrédito con acusaciones histéricas de matanzas de personas inocentes, bombardeos a ciudades y represión de los opositores.
[19] Ucrania inició acercamientos para ser aceptada a la OTAN tan temprano como el año 2002.
[20]Poch, Rafael. “Reventando el polvorín ucraniano”. Contexto y Acción CTXT. 2 de febrero de 2022.
https://ctxt.es/es/20220201/Firmas/38649/Europa-rusia-ucrania-guerra-eeuu-OTAN-Maidan-rafael-poch.htm.
Consultado el 11 de agosto de 2024.
[21] Además de reconocer que Washington distribuyó 5 mil millones de dólares entre diversos grupos y actores de la oposición al Gobierno de Víctor Yanukovich, Victoria Nuland es muy reconocida su frase “!Fuck the E.U.¡”, para ignorar las objeciones de varios líderes europeos sobre el abierto involucramiento de Washington en la operación de cambio de régimen en Ucrania.
[22] Y. D. “¿Ucrania forma parte de la OTAN? Qué es, países miembros y requisitos para entrar”. El Confidencial. 24 de febrero de 2022.
https://www.elconfidencial.com/mundo/europa/2022-02-24/ucrania-otan-que-es-miembros-requisitos_3365207
[23] Principio plasmado en los acuerdos fundacionales de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa OSCE.
[24] Ministerio de Relaciones Exteriores de la Federación de Rusia. Moscú. Enero de 2022. Discurso y respuestas a las preguntas de los medios ofrecidas por el Ministro de Asuntos Exteriores de la Federación de Rusia, Serguéi Lavrov, durante la rueda de prensa dedicada a los resultados de la labor de la diplomacia rusa en 2021, Moscú, 14 de enero de 2022 – Ministerio de Asuntos Exteriores de la Federación de Rusia (mid.ru)
[25] Crowley, Michael et. al. Artículo “La ayuda de Estados Unidos a Ucrania, en cifras”. The New York Times en español. 14 de diciembre de 2023. La ayuda de Estados Unidos a Ucrania, en cifras – The New York Times (nytimes.com). Consultado el 13 de agosto de 2024.
[26] BBC News. “La Cámara de Representantes de EE.UU. aprueba un paquete de ayuda a Ucrania de US$61.000 millones que llevaba meses bloqueado en el Congreso”
Ucrania: la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprueba un millonario paquete de ayuda a Kyiv – BBC News Mundo. Consultado el 13 de agosto de 2024.
[27]Comisión Europea. “Dos años después la UE sigue apoyando a Ucrania”. Bruselas. 24 de Febrero de 2024.
Dos años después, la UE sigue apoyando firmemente a Ucrania. (europa.eu). Consultado el 13 de agosto de 2024
[28] Deutsche Welle. “Alemania duplicará ayuda militar a Ucrania en 2024”. 13 de noviembre de 2023.
Alemania duplicará ayuda militar a Ucrania en 2024 – DW – 13/11/2023
[29] Bomprezzi, Piero et. al. Reporte “Ukraine Support Tracker: A Database of Military, Financial and Humanitarian Aid to Ukraine”. The Kiel Institute for Word Economy. 6 de agosto de 2024. Ukraine Support Tracker | Kiel Institute (ifw-kiel.de)
[30] Esa área pivote o región cardial es representada por Asia Central y Europa Oriental, y está rodeada de una franja intermedia donde se encuentran los ámbitos terrestre y marítimo. La teoría establece que en esa zona el poder terrestre tendría una mayor ventaja frente al dominio marítimo por su inaccesibilidad por mar, el aprovechamiento de los rápidos medios de comunicación terrestres y por la explotación de los recursos del área. Se afirma que la nación que lograra conquistarla se transformaría en una potencia mundial.
[31] Citado en Hernández Fernández, Ana María. “La teoría de Mackinder del Heartland. Unos apuntes de geopolítica desde la Ciencia Política”. UCLM. 12 de marzo de 2022. La teoría de Mackinder del Heartland. Unos apuntes de geopolítica desde la Ciencia Política. | LinkedIn
[32] Mackinder, Halford. “El pivote geográfico de la historia”. Publicada en Revistas Científicas Complutenses. Universidad Complutense de Madrid. https://www.revistas.ucm.es
[33] Esta ha sido una demanda permanente de diversas administraciones políticas en Washington antes de la llegada de Trump. Fue éste sin embargo quien le imprimió un evidente dramatismo a esa demanda. Y la reacción de los miembros europeos de la OTAN ha sido, a regañadientes, prometer que cumplirán con la exigencia estadounidense.
[34] Citado en Statista, “Los 15 países con mayor gasto militar en el mundo”. https://es.statista.com Gráfico: Estados Unidos y China, los países con el mayor gasto militar en 2022 | Statista. Consultado el 19 de agosto de 2024
[35] De acuerdo a la cadena noticiosa BBC, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia confirmó que el tratado INF está «formalmente muerto». Consultado el 19 de agosto de 2024. Tratado nuclear INF: por qué la decisión de Trump de retirar a EE.UU. del pacto con Rusia puede desatar una nueva carrera armamentista – BBC News Mundo
[36]Sevillano, Elena; Sevillano, Javier y Vidal Lyl, Macarena. Diario El País.”Moscú amenaza con una “respuesta militar” al despliegue de armas de largo alcance de EE UU en Alemania” 11 de julio de 2024
Moscú amenaza con una “respuesta militar” al despliegue de armas de largo alcance de EE UU en Alemania | Internacional | EL PAÍS (elpais.com). Consultado el 19 de agosto de 2024.
[37]The Objective. “EEUU establecerá permanentemente misiles en Alemania ante la amenaza rusa en Europa”. https://theobjective.com. 11 de julio de 2024.
EEUU establecerá permanentemente misiles en Alemania ante la amenaza rusa en Europa (theobjective.com). Consultado el 19 de agosto de 2024.
[38] OTAN. “Relations with partners across the globe”. NATO – Topic: Relations with partners across the globe
[39]OTAN. Declaración de la Cumbre de Washington. 10 de Julio de 2024. Traducción del autor. NATO – Official text: Washington Summit Declaration issued by NATO Heads of State and Government (2024), 10-Jul.-2024. Consultado el 19 de agosto de 2024.
[40] Ídem.
[41] Amerise, Atahualpa. BBC News Mundo. “Por qué China también ve a la OTAN como una amenaza y teme que llegue hasta sus fronteras”. 4 de mayo de 2022. Por qué China también ve a la OTAN como una amenaza y teme que llegue hasta sus fronteras – BBC News Mundo. Consultado el 19 de agosto de 2024.
[42] Agencia Xinhua, citada en el portal web Spanish.china.org.cn. “China se opone firmemente a declaración de cumbre de la OTAN en Washington, según portavoz”. 12 de julio de 2024. http://spanish.china.org.cn/china/txt/2024-07/12/
[43] Kristensen, Hans y McKinzie, Matthew. “Nuclear arsenals: Current developments, trends and capabilities”. International Review of the Red Cross. International Committee of the Red Cross. Ginebra. 2016. https://international-review.icrc.org
[44] Ídem.
[45] Incluyendo 1,500 ojivas retiradas y listas para ser desmanteladas.
[46] BBC News. “Rusia: cuántas armas nucleares tiene y cómo se comparan con las de EE.UU. y otros países”. 22 de septiembre de 2022. Rusia: cuántas armas nucleares tiene y cómo se comparan con las de EE.UU. y otros países – BBC News Mundo
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