Prensa Latina
Por Diony Sanabia (*)
Más allá de las imperantes condiciones meteorológicas, cualquier día, de cualquier mes, se repiten las imágenes de decenas de corredores por las calles de la capital de Estados Unidos, como una muestra de quienes realizan algún tipo de actividad física.
Hombres y mujeres, sean jóvenes, adultos o dueños de muchas canas, cumplen una rutina de ejercicios cada jornada en Washington D.C., quizás por pasatiempo, oficio profesional o sencillamente para mantener el espíritu de competencia que caracteriza a los norteamericanos.
Cifras de un estudio en 2019 sobre este tema, patrocinado por organizaciones como la Asociación de Tenis de ese país, precisan que casi dos de cada tres personas en Estados Unidos ejecutan alguna práctica con el fin de mantener activos sus músculos por encima del desarrollo normal de la vida.
Esos datos se corresponden con el dominio que ejerce esta nación en los Juegos Olímpicos de verano, cuyo medallero histórico la presenta en la cúspide gracias a 2,521 preseas: 1,022 de oro, 794 de plata y 705 de bronce.
Desde Atenas 1896 hasta Río de Janeiro 2016, en las 28 ediciones oficiales de las competencias bajo los cinco aros, Estados Unidos solo estuvo ausente en Moscú 1980, cuando intentó boicotear el evento de la entonces capital de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, hoy Rusia.
IMPORTANCIA DE LAS UNIVERSIDADES
Los centros de la enseñanza superior constituyen los pilares del desempeño de Estados Unidos en las citas estivales, cuya versión de 2020 en Tokio debió aplazarse un año debido al impacto de la pandemia de COVID-19, causada por el coronavirus SARS-CoV-2.
El sitio digital Olympedia.org expone que 9,756 norteamericanos representaron a su país en juegos olímpicos, y de esa cifra aproximadamente la mitad pasó por alguna de las universidades del sistema nacional deportivo, según la NCAA.
Con asiento en Indianápolis, Indiana, esa entidad, la Asociación Nacional Deportiva Universitaria está compuesta por 1,281 instituciones, conferencias, organizaciones e individuos que desarrollan la mayoría de los programas deportivos universitarios en Estados Unidos.
Su División I está integrada por varias conferencias, como la Pacific-12, que aglutina a una docena de instituciones de estudios superiores ubicadas en los estados de Arizona, California, Colorado, Oregón, Utah y Washington.
Hasta este momento, la Pacific-12 produjo 1,279 concursantes olímpicos, y las universidades de Stanford, de California (Los Ángeles y Berkeley) y del Sur de California son las cuatro más representadas en los Juegos, con la última referida como la de mayor cantidad de preseas: 288.
La delegación estadounidense que compitió en Río de Janeiro 2016 estuvo integrada por 555 deportistas, y 415 de ellos tenían alguna relación con el sistema de la NCAA, pues eran antiguos, vigentes o futuros alumnos.
Del total mencionado, según estadísticas oficiales, 117 provenían de centros de la Pacific-12 y lograron 55 preseas en 12 deportes, un desempeño que si hubiera sido evaluado como un país significaría el quinto lugar en el medallero.
En las competencias de la ciudad brasileña, Stanford fue la universidad con el número más alto de metales dorados, al lograr 11, y a continuación se ubicó California (Los Ángeles) gracias a sus siete ascensos a la parte superior del podio de premiaciones.
A nivel mundial, de acuerdo con la NCAA, 1,020 deportistas de 107 países que participaron en Río de Janeiro 2016 estaban relacionados con sus entidades, porque 831 ya habían pasado por ellas, 168 lo hacían entonces y 21 estaban inscritos, pero sin comenzar los estudios.
DOMINIO EN EL DEPORTE
¿Dónde se encuentra la clave para tantos éxitos deportivos de Estados Unidos?
No pocos afirman que la respuesta está vinculada a la relación entre actividad física y tensión competitiva, la investigación científica, el desarrollo académico y los recursos financieros para impulsar esta esfera.
También, hay una notable variedad de ofertas educativas mediante la repartición de becas por méritos deportivos, instalaciones de altísima calidad, y un esquema de financiación con montos privados a través de patrocinadores y derechos de televisión.
Sin embargo, han ocurrido escándalos de discriminación, dopaje, y el acoso y el abuso sexual de entrenadores y personal afín contra atletas, como el protagonizado por Larry Nassar, médico del equipo nacional de gimnasia de 1996 a 2014.
Nassar fue el responsable de agredir a centenas de niñas y jóvenes, incluidas medallistas olímpicas del estilo de la estelarísima Simone Biles, por lo cual fue sentenciado de 40 a 175 años de cárcel.
RECURSOS MONETARIOS A LA ORDEN
En contraste con sus logros, Estados Unidos no invierte un centavo de dinero público en sus programas deportivos, es solamente por la iniciativa privada que el financiamiento llega a las organizaciones para que los talentos puedan darse a conocer, y después el Comité Olímpico norteamericano comienza a conformar las selecciones del país.
Tampoco existe el Departamento (Ministerio) de Deportes o una agencia gubernamental que regule a nivel jurídico la práctica profesional de este ramo.
Así, en este contexto, las donaciones de empresas a cambio de publicidad, los acuerdos por patrocinadores y los ingresos relacionados con los derechos de televisión juegan un papel fundamental en el sistema.
Hace poco más de una década, la NCAA vendió a la cadena CBS y la compañía Turner los derechos para trasmitir el torneo de baloncesto universitario por 10,800 millones de dólares, y posteriormente el acuerdo se prolongó hasta 2032 con un valor final de 19,000 millones del billete verde.
Todo esto, que coloca al deporte como un negocio rentable, más allá de su función social, forma parte del entramado para mantener como potencia en eventos multidisciplinarios a Estados Unidos, que tiene en Michael Phelps al hombre más laureado de la historia olímpica.
GRANDES MOMENTOS DE ESTADOS UNIDOS EN JUEGOS OLÍMPICOS
Antiguo alumno de la Universidad de Michigan, el tiburón de Baltimore conquistó 23 medallas de oro, tres de plata y dos de bronce en las piscinas de Atenas 2004, Beijing 2008, Londres 2012 y Río de Janeiro 2016.
Phelps asombró al mundo en la capital de China, donde se adueñó de ocho metales dorados para dejar atrás la hasta entonces mejor cuota, en una misma reunión, de siete primeros premios en poder de su colega y compatriota Mark Spitz, figura descollante de Múnich 1972.
Cuatro años antes del concurso en suelo alemán, en México 1968, los corredores Tommie Smith y John Carlos consiguieron el primer y el tercer lugar, respectivamente, en los 200 metros.
Durante la ceremonia de premiación, en medio del himno nacional de Estados Unidos, ambos velocistas levantaron un puño cubierto con un guante negro y fijaron su mirada en el suelo para protestar contra la discriminación racial en su país, un mal que persiste todavía.
La mano derecha cerrada de Smith representó el poder negro (como quedó para la posteridad el gesto) y la izquierda de Carlos simbolizó la unidad de la población de dicho color.
Otro afroamericano, el atleta Jesse Owens, ya había protagonizado en Berlín 1936 un rotundo éxito sobre el nazismo imperante en la Alemania de Adolf Hitler, quien se opuso a la participación de deportistas negros en aquellos juegos.
Al cuello de Owens, conocido como “La bala” en la Universidad Estatal de Ohio, fueron a parar las medallas de oro correspondientes a las pruebas de 100 y 200 metros, el salto de longitud y el relevo corto.
Otras gestas también perduran en el tiempo, como el salto largo de 8.90 metros de Robert “Bob” Beamon en México 1968 y la irrupción de llamado “Dream Team” en Barcelona 1992, con el excelso Michael Jordan en primera fila.
Nadie olvida el atentado terrorista en el Centennial Olympic Park en Atlanta 1996; las carreras en 200 y 400 metros de Michael “El Pato” Johnson, el dopaje de figuras reconocidas como la velocista Marion Jones, la lucha de poder en las piscinas entre Estados Unidos y el resto de las naciones del mundo, y la grandeza de la gimnasta Simone Biles.
Junto a estos hitos, una muestra de superación ante las adversidades de la vida se encuentra en el desempeño en San Luis 1904 del gimnasta George Eyser, de origen germano y nacionalizado norteamericano después de que él y su familia emigraron a Estados Unidos.
Con una prótesis de madera en su pierna izquierda tras la amputación de ese miembro a raíz de un accidente de tren, Eyser ganó en los III Juegos Olímpicos de la era moderna tres metales áureos, dos plateados y uno de bronce.
(*) Periodista de la redacción Norte de Prensa Latina.