Por Jeremy Tordjman/Washington/AFP
Estados Unidos y la Unión Europea reinician este lunes las negociaciones sobre el acuerdo de libre comercio transatlántico TTIP, store al que se resiste un sector considerable de la sociedad civil europea y que presenta numerosos puntos de desacuerdo entre las partes.
Las discusiones, store que se prolongarán durante una semana en Miami (sudeste de Estados Unidos), ed representarían apenas una etapa técnica en el marco de un largo proceso iniciado en julio de 2013 y que apunta a eliminar la barreras aduaneras y reglamentarias existentes a uno y otro lado del Atlántico.
El gobierno de Barack Obama apuesta a utilizar como elemento de presión para acelerar las negociaciones el acuerdo comercial TPP que acaba de suscribir con 11 naciones del Pacífico, pero el camino está plagado de obstáculos.
En Europa, y también en Estados Unidos, el tratado transatlántico es acusado de ser una suerte de Caballo de Troya de una liberalización generalizada y opaca que beneficiaría a las empresas multinacionales y se haría en detrimento de normativas sanitarias y ambientales.
El colectivo «Stop TTIP», fuertemente refractario al tratado, aseguró en los últimos días que reunió más de tres millones de firmas en contra del acuerdo. El 10 de octubre, en Berlín, una manifestación de los adversarios del TTIP logró congregar entre 100.000 y 250.000 personas.
El propio gobierno francés exigió mayores garantías a sus socios estadounidenses para continuar sentado a la mesa de negociaciones.
«Es necesario que se produzcan cambios sustanciales en (…) la confianza, la reciprocidad, el acceso a los documentos», dijo a comienzos de octubre el secretario de Estado francés para el Comercio Exterior, Matthias Fekl, quien amenazó con una suspensión «pura y simple» de las negociaciones en 2016.
«Un riesgo inútil»
Uno de los principales blancos de los opositores al TTIP es el ISDS, un mecanismo de arbitraje que permitiría a las multinacionales demandar ante la justicia a cualquier Estado que a su juicio amenace sus intereses.
«Teniendo en cuenta la solidez de los sistemas judiciales de Estados Unidos y de la UE (un mecanismo de ese tipo) haría correr un riesgo inútil a las políticas públicas de los países», señala la central sindical estadounidense AFL-CIO.
La Comisión Europea, que conduce las negociaciones del lado europeo, propuso a mediados de septiembre sustituir este mecanismo de protección de los inversores por un tribunal especial de resolución de diferendos integrado por magistrados.
«Por el momento, estas negociaciones son muy difíciles de vender en la Unión Europea, puesto que no han conducido a nada concreto», admitió a comienzos de agosto la comisaria de Comercio de la UE, Cecilia Malmström.
El reciente escándalo que afectó al grupo alemán Volkswagen, que estalló en Estados Unidos antes de extenderse a la propia Europa, no ha facilitado el establecimiento de un clima de confianza entre los negociadores.
«Debí dedicar mucho tiempo a explicar a los estadounidenses que en Europa teníamos las normas ambientales más estrictas y ahora parece que no son tan perfectas», lamentó Malmström.
Del lado europeo se insiste sin embargo en que el escándalo de Volkswagen «nada tiene que ver» con las negociaciones del TTIP.
La ronda de Miami, la undécima desde el comienzo de las tratativas, debería abordar el tema de las barreras aduaneras antes de llegar a uno de los puntos más sensibles: el acceso a los mercados públicos estadounidenses por las empresas europeas.
Varias leyes del país norteamericano (Small Business Act, Buy American Act…) reservan a las pequeñas y medianas empresas nacionales algunos mercados públicos, fundamentalmente en los estados federados.
«Las compras de los estados son muy importantes para nosotros», dijo una fuente europea que no quiso revelar su nombre.
«Sabemos que es un tema sensible en Estados Unidos (…) expondremos nuestros puntos de vista», agregó.
El gobierno de Obama, que busca reequilibrar una balanza comercial estadounidense crónicamente deficitaria, espera llegar a un acuerdo antes que la campaña presidencial y legislativa de 2016 paralice las discusiones.
La ex secretaria de Estado Hillary Clinton, que tiene grandes posibilidades de ser elegida como candidata demócrata a la presidencia, ya manifestó su oposición al TTP, buscando atraer al ala izquierda de su partido.
«Si podemos concluir las negociaciones durante el gobierno de Obama, sería algo positivo (…) pero no vamos a sacrificar el contenido» del acuerdo, dijo una fuente europea.