Por Philippe Alfroy
Estambul/AFP
Los opositores al primer ministro turco, troche Recep Tayyip Erdogan, convocaron este sábado manifestaciones en Estambul y en las grandes ciudades de Turquía para conmemorar el primer aniversario de las protestas antigubernamentales de 2013 y denunciar el creciente autoritarismo del gobierno.
El gobierno islamista conservador prohibió, como viene siendo habitual últimamente, cualquier concentración entorno a la plaza Taksim de Estambul, corazón de las protestas iniciadas en mayo de 2013, y amenazó con detener a aquellos que participen.
«No podéis ocupar Taksim como hicisteis el año pasado, ya que debéis respetar la ley (…) Si lo hacéis, el Estado hará todo lo necesario para garantizar su seguridad», declaró este sábado Erdogan durante un discurso en Estambul ante miles de partidarios.
Ante el riesgo de nuevos enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas del orden, el gobierno movilizó 25.000 hombres y unos 50 cañones de agua, como los utilizados recientemente para reprimir las protestas antigubernamentales por la muerte de cientos de mineros en Turquía.
Miles de policías empezaron a desplegarse a primera hora de la mañana en la plaza Taksim con la consigna de impedir cualquier concentración.
«Sabemos lo que vivió Turquía el pasado mes de junio (…) No queremos que estos incidentes se reproduzcan», señaló esta semana el gobernador de Estambul, Hüseyin Avni Mutlu.
En la madrugada del 31 de mayo de 2013, la policía desalojó violentamente el parque de la plaza Taksim, donde cientos de militantes ecologistas se oponían a su destrucción en el marco de un proyecto urbanístico.
Estas protestas, alimentadas por la represión, se convirtieron rápidamente en una oleada de contestación política sin precedentes contra Erdogan, que gobierna el país desde 2003, y en la que participaron 3,5 millones de turcos, según cifras oficiales de la policía.
Teoría del complot
La represión de estas manifestaciones dejó al menos ocho muertos, más de 8.000 heridos y miles de detenidos.
La tensión política generada en las revueltas de Gezi continúa viva un año después, estimulada por un escándalo de corrupción que salpica al gobierno islamista conservador del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) desde el pasado invierno.
Sin embargo, estos escándalos no pasaron factura al Ejecutivo del popular primer ministro, quien venció las elecciones municipales del 30 de marzo y se prepara para anunciar su candidatura a la presidencial de agosto.
Tras los disturbios de Gezi, Erdogan se esfuerza en poner fin a cualquier protesta amordazando a la prensa, purgando a la policía y proponiendo una serie de leyes, denunciadas como contrarias a la libertad, para reforzar su poder en la justicia y controlar las redes sociales.
«Las autoridades turcas iniciaron una caza de brujas contra aquellos que se manifiestan», denunció el presidente de la Federación Internacional de Derechos Humanos, Karim Lahidji.
El primer ministro avivó la tensión el viernes, al volver a expresar su teoría del complot. «Las organizaciones terroristas manipularon una juventud moral y financieramente débil (…) para atacar nuestra unidad y nuestra economía», afirmó en referencia a los jóvenes de Gezi.
Frente a las crispación gubernamental, las ONG, sindicatos y actores de la sociedad civil, a la cabeza de la revuelta de junio de 2013, esperan aprovechar el primer aniversario para reavivar el «espíritu de Gezi».
El portavoz del colectivo Taksim Solidaridad, Mücella Yapici, lo expresó así: «a pesar de esta política basada en la violencia y la injusticia (…), con voluntad determinación y creatividad bajaremos a la calle».