Álvaro Darío Lara
El pasado 12 de mayo el poeta y periodista Tomás Andréu (1980-2019) cumplió cuatro años de haber trascendido de este plano terrenal.
Dotado de un especial talento para las letras y las comunicaciones, Tomás obtuvo significativos logros académicos en ambas direcciones, graduándose con honores y siendo muy estimado y respetado en su ámbito laboral por su calidad como hombre de prensa, comprometido con una labor periodística donde la investigación, la documentación, la búsqueda de las fuentes directas, fueran los insumos principales, aunados a la objetividad y compromiso ético con los más desfavorecidos socialmente.
Gracias a un esfuerzo familiar, al apoyo de la Editorial “Dos Alas” y al exhaustivo trabajo del periodista Iván Escobar, en el 2021 se publicó el libro “Tomás Andréu y su legado periodístico, Crónicas de un artista”, que recoge una selección de las principales crónicas y entrevistas que Tomás realizó con personajes de la política y la cultura, nacionales y extranjeros.
Para Tomás, de temperamento acucioso, indagador, el periodismo constituyó la plataforma idónea para satisfacer su búsqueda de la verdad social, histórica, personal. De igual manera, lo hizo desde su condición de creador literario, por ello, a pesar que el periodismo posee sus propios formatos técnicos, el lenguaje literario enriqueció su expresión, dándole a sus textos un especial estilo.
Tomás Andréu será siempre recordado por su labor de prensa; pero su parte más íntima, más artística se encuentra, sin lugar a dudas, en su poesía. Esa poesía que cultivó en silencio, y a la cual no muchos tuvieron acceso durante su vida.
Su sino trágico se inclinó desde sus primeras lecturas hacia la predilección de la poesía intimista, melancólica, torturada. Buscó a esos poetas “malditos”, como quien busca reafirmarse en su carácter humano, en su angustiada personalidad.
Como suele suceder, leyéndolos, buscó leerse a sí mismo, encontrarse en esa galería de espejos del horror y la fatal bohemia. Le ocurrió algo similar con la música, en particular, con el rock alternativo, esa dosis de interna violencia, ese huracán contenido, que era inadvertido para quienes no lo conocieron totalmente, se explayaba en las luces y sonidos de las cuerdas y baterías de los divos del rock que tanto admiró.
En este mayo frutal de nuestro cálido y encendido trópico, en este mayo seco, que espera impaciente la tradicional lluvia de la época, el recuerdo del joven Tomás Andréu llega siempre puntual a mi ventana, año con año, con la paradoja del bello rostro de lo efímero, que brilla un momento, para luego apagarse momentáneamente, puesto que, tiempo después, renace, convertido en pájaro, árbol, brisa.
La poesía, el legado acaso más perdurable de Tomás, se quedó con nosotros y con todas las generaciones venideras. Es un canto de amor, que invoca a la vida, a pesar de los sinsabores que nuestro querido muchacho encontró en su peregrinar terrenal.
Abro las páginas electrónicas de “El disfraz de los impulsos”, el mágico y sentido libro que recoge la obra de Tomás, y que fue revisado y editado –con gran cuido y respeto- por el poeta Jorge Ávalos (Editorial La Zebra, 2020). Y escuchó la voz de nuestro autor: “Antes que la lluvia venga y lo cubra todo, /yo te he visto, prístina como un lago virgen. / Tu resplandor me duele, me hacer llorar. /Tus pupilas desorbitadas me tragan/ toda la luz de este día gris. / Todo el verdor oscuro de los árboles/ vos lo sorbés, y yo voy tras de ellos./ Somos frutos extraños en un mismo árbol,/ somos el vuelo y la carroña del águila/ antes que la lluvia venga y lo cubra todo./ Yo quiero irme con el lodo/ que adolece estoico sobre la yerba hostil./ Quiero irme con la brisa/ que hace ondular las hebras de luz/ de tu salvaje cabellera./ Quiero irme desterrado de tus brazos,/ de tu boca, de tu existencia./ Quiero revolcarme en la copa de los árboles,/ herir mis huesos de tu savia extraña./ Quiero anular mis latidos./ Quiero no tener familia, perro, compañera./ Quiero ser vaho diluyéndose/ en la inmensa espalda de la nada,/ antes que la lluvia venga y lo cubra todo”. (Poema “Antes que la lluvia venga”).
La obra de Tomás Andréu nos continúa validando el amor y el asombro hacia este mundo de venturas y desventuras, de follajes intensos y de agitadas mareas. Es un remanso de fresca agua que nos impele a continuar de frente ante la vida.
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