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Estudiantes universitarios: los mismos de siempre

Dr. Víctor Manuel Valle Monterrosa

Con frecuencia visito ese oasis de cultura e historia llamado Museo de la Palabra y la Imagen, en la parte norponiente de San Salvador. En fecha reciente vi que en la entrada hay un mural pintado con discreción y creatividad que contiene el rostro de dos estudiantes universitarios de mis tiempos estudiantiles en los años 1960: Roque Dalton y Eduardo Badía.

La imagen captada por el pintor se inspira en una fotografía muy conocida de un hecho que tuve la oportunidad de presenciar a poca distancia. Esa ilustración en la entrada del MUPI es congruente con la naturaleza del lugar. El hecho sucedió el 26 de octubre de 1960 enfrente a la entrada norte de la antigua Penitenciaría Central que ocupaba toda la manzana enfrente al costado poniente del Parque Bolívar.

Ese día, una rebelión derrocó al presidente José María Lemus quien comenzó su presidencia en 1956 y durante los últimos tres meses de gobierno se dedicó a agudizar la represión política a opositores vía destierro, encierro o cementerio.

En esos tres meses la represión política mató estudiantes (Mauricio Esquivel Salguero y Rodolfo Rivas Guardado), desterró opositores (Manlio Argueta, Mario Flores Macal, Schafik Handal, Rodrigo Velásquez Gamero y otros) y encerró intelectuales (Ítalo López Vallecillos, Roque Dalton García, Abel Salazar Rodezno, José Luis Salcedo Gallegos y muchos otros más).

El día del derrocamiento muchas personas, de la capital, salimos a las calles a celebrar la esperanza surgida con la expulsión de Lemus. Espontáneamente, las personas se agruparon en torno a la Penitenciaría Central, enfrente de la entrada principal y coreaban “libertad, libertad”, pues se sabía que en la cárcel había políticos opositores retenidos sin juicio por el gobierno caído.

Cuando la puerta se abrió, comenzaron a salir los ciudadanos ilegalmente encarcelados, entre los que recuerdo a Ítalo López, Roque Dalton, Abel Salazar y José Luis Salcedo. Para simbolizar la victoria popular (que a la postre fue pasajera porque el nuevo gobierno cayó por contragolpe derechista tres meses después) los liberados fueron cargados en hombros de manifestantes como muestra de una victoria popular

Roque Dalton fue vitoreado y alzado en hombros. En medio de la multitud él se acercó a saludar a Eduardo Badía Serra, dirigente estudiantil revolucionario de la Facultad de Química y Farmacia.

Roque, que entonces ya contaba con 25 años de edad, para nosotros los que no teníamos aún 20 años, ya era un dirigente conocido y de relevancia en las filas revolucionarias.

La observación de esa pintura en la fachada del MUPI permite muchas reflexiones a partir del rostro de dos estudiantes salvadoreños de los 1960 que, sin posar para la fotografía, dejaron una representación visual de estudiantes universitarios que en El Salvador a lo largo de la historia han librado luchas heroicas como perennes buscadores de libertad y dignidad para todo el pueblo.

Después de ese día, Roque y Eduardo salieron a vivir comprometidos con las grandes transformaciones revolucionarias que demanda desde hace siglos nuestro pueblo. Roque Dalton, se sabe de sobra, entregó su vida en un hecho execrable propio de una confrontación armada; pero se yergue como un intelectual revolucionario de proyección mundial que, como decía el Che Guevara, en una frase auto reflexiva, era coherente con sus creencias y “…uno de los que arriesgan el pellejo para probar sus verdades”.

Eduardo Badía Serra, desde entonces, ha recorrido una trayectoria académica y profesional coherente con sus creencias para transformar nuestra sociedad que aun padece muchas precariedades e injusticias. Fue Rector de la Universidad de El Salvador en tiempo turbulentos y de acosos dictatoriales y, además de su doctorado en química industrial tiene una licenciatura en historia, ha tenido una destacada proyección como profesional en la química industrial y llegó a ser director de la Academia Salvadoreña de la Lengua.

El saludo fraterno expresado en el mural de MUPI simboliza la naturaleza de los estudiantes universitarios que son los mismos de siempre, díscolos, temerarios, nobles, valientes y en su generación son muy coherentes entre sus creencias y sus actuaciones en pos de justicia para todos.

Han pasado casi 65 años desde la fecha de la fotografía histórica. El mundo y El Salvador han cambiado. En 1960 sólo había una universidad en El Salvador, la nacional autónoma. Y ese era el caso de los demás países del istmo centroamericano.

La Universidad de El Salvador, en 1960 tenía menos de 3 mil estudiantes y al ser la única en el país tenía considerable peso específico en la opinión pública y el desarrollo intelectual del país.

El proceso social y político del país ha llevado a una proliferación de universidades y a multiplicar muchas veces la cantidad de estudiantes universitarios. En términos globales la UES actualmente tiene más de 60.000 estudiantes y las privadas juntas casi 150.000.

La rebeldía inherente a la juventud, en el caso de los universitarios puede ser impulsor de reclamos y propuestas, pues los estudiantes a pesar de los cambios y las alienaciones a las que están expuestos conservan ese espíritu noble de protesta constructora para beneficio de las mayorías.

En todo eso he pensado con la pintura en la fachada del MUPI, gracias al recuerdo que tengo de Roque Dalton y Eduardo Badía. Y los ríos de la vida siguen su curso.

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