Iosu Perales
Tras 59 años de lucha armada, el día 3 de mayo a las 14 horas, la organización vasca ETA hizo saber a la opinión pública el desmantelamiento completo de todas sus estructuras y dar por concluida su actividad política. El comunicado fue leído en el centro mediador Henri Dunant, en la ciudad de Ginebra, en Suiza. ETA llevaba ya siete años sin actividad armada alguna, pero faltaba por formalizarse su disolución, algo que ha venido reclamando la sociedad vasca e incluso la organización Sortu (antiguamente Herri Batasuna), fuerza política que a lo largo de décadas le ha venido dando cobertura política.
Lo que puede considerarse una decisión tardía, se explica por dos razones: la existencia de más de 300 presos políticos en las cárceles españolas a los que no cabía olvidar; y la importancia de cerrar bien el fin de una época, de modo que no surgieran disidencias internas que pusieran en cuestión el paso que finalmente se ha dado. A estas dos razones cabe agregar el que hasta el último instante ETA ha buscado algún tipo de diálogo/negociación con el Gobierno español, logrando con ello la fotografía de un falso empate. Algo que no se ha producido debido a la intransigencia del Gobierno español y del partido que lo sostiene, el Partido Popular.
La lectura del comunicado es parte de los actos llevados a cabo en la población vasco-francesa de Kanbo, en los que ha participado un grupo internacional de verificación, entre los que se encontraban el dirigente mejicano Cuauhtémoc Cárdenas, el líder del Seinn Fein, Guerry Adams, el mediador británico Jonathan Powell, el abogado sudafricano Brian Currin y el exprimer ministro irlandés Bertie Ahern. Además, una nutrida presencia de partidos políticos de Francia, excepto del Frente Nacional, y partidos políticos del lado vasco-español. En total 89 invitados. Entre ellos muchos alcaldes, senadores y diputados franceses.
No han participado ni el partido Popular ni el PSOE español, demasiado atrapados por la lógica electoral que indica pérdida de votos en territorios españoles para quienes participen en alguna actividad relacionada con ETA aunque se trate de su disolución. En realidad es bastante insólito que un gobierno no participe en el desarme de una organización armada que ha puesto fin a su violencia, e incluso que ponga dificultades para que la formalización de dicho desmantelamiento se lleve a cabo. Semejante comportamiento se explica por el subdesarrollo democrático de la casta política española que solamente entiende de lógicas policiales y represivas.
Hay que destacar que hace ya años desde los poderes españoles se proclamaba que el nacionalismo vasco podría defender sus objetivos independentistas si ETA dejara de matar.
Lo hizo y a partir de ese momento se colocó en el tablero político la exigencia de su disolución. Ahora lo ha hecho y no han pasado minutos para que desde Madrid se haya puesto dos nuevas exigencias sobre la mesa: la primera que ETA pida perdón (asunto complicado pues ETA ya NO existe) y la segunda que sus presos aún encarcelados en régimen de dispersión por centros de la península, debe colaborar con delaciones para resolver las autorías de 300 asesinados por la organización armada, aún no resueltos por la justicia, de un total de cerca de 900 personas muertas por ETA. De manera que para los poderes españoles el acto de Kanbo no tiene la importancia que sí tiene para la sociedad vasca que lo está celebrando. De hecho, la realización del evento en suelo vasco-francés ha sido el resultado de la negativa del Gobierno español a consentirlo en suelo vasco-español.
Hay además una batalla entre relatos. Para el poder español se trata de resumir el final de ETA merced al éxito policial; para la izquierda nacionalista de Sortu, ETA ha cumplido su promesa de disolverse, mientras que el partido gobernante se empeña en alargar el conflicto y hubiera preferido la continuidad de la lucha armada. Naturalmente un relato es imposible. Hay varios relatos según en qué lado se hayan vivido las seis últimas décadas, y así será durante mucho tiempo, si bien se puede aspirar a algunos principios comunes, como por ejemplo no matar por ideas políticas y respetar los derechos humanos. En la batalla de los relatos hay otra diferencia: mientras para la izquierda nacionalista vasca han sido 59 años de un conflicto político que hoy continúa, para el Gobierno español todo se resume en la existencia de una organización terrorista a modo de maquinaria para matar que, además, ha sembrado la discordia entre diferentes dentro de la sociedad.
No obstante, incluso desde el partido mayoritario del País Vasco, el PNV, se critica que el último comunicado de ETA no recoge explícitamente la idea de que matar estuvo mal. Según quienes comparten esta crítica la declaración de ETA puede resultar humillante para las víctimas que no ven reconocida la injusticia que se cometió con ellas. Ya ETA no podrá decir nada, pues ya no está, pero se traslada esta exigencia del reconocimiento del daño causado a la fuerza política Sortu en la medida en que ha tenido una cercanía con la organización armada.
En el seno de la sociedad vasca, de las organizaciones sociales, de las asociaciones, y de los partidos políticos, PNV, Partido Socialista de Euskadi, Sortu y su alianza llamada Bildu, así como de Podemos, se interpreta el acto de Kanbo, como un paso decisivo en el esfuerzo por lograr hacer las paces en el seno de la sociedad y consolidar una convivencia entre diferentes. Todos estos actores apelan a la memoria para no olvidar, pero también como la base desde la que construir un nuevo futuro.
Cuando escribo este texto escucho críticas al evento de parte de asociaciones de víctimas que hubieran deseado otro final: el encarcelamiento de todos y todas las militantes de ETA. Pero es un hecho que la paz se impone a la violencia. Y en este esfuerzo ha sido un hallazgo la implicación de la casi totalidad de las fuerzas políticas francesas, en cuyo territorio hay 50 presos políticos de ETA que ya están siendo trasladados a cárceles cercanas al País Vasco francés, como muestra de buena voluntad. Precisamente, el francés Jean Noël Etcheverry, miembro de los llamados “Artesanos de la paz”, ha interpelado al Gobierno español de manera dura: “Ya basta de discursos beligerantes, de nuevas exigencias y de alimentar políticas de tensión. Hay que ayudar a cambiar el clima y resolver el tema de los presos y los todavía aún exiliados. Necesitamos la reconciliación y la convivencia y el Gobierno español debe de estar a la altura de lo que demanda la ciudadanía”.
Sea como fuere, en el País Vasco vivimos momentos históricos. 60 años de lucha armada son muchos.