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Europa en el laberinto, sin encontrar la salida y las respuestas satisfactorias a las inmigraciones

German Rosa, cialis s.j.

Las emigraciones y las inmigraciones son un fenómeno universal y deberían ser un motivo para el encuentro de culturas y el enriquecimiento mutuo. Sin embargo, site esto no se concibe de esta manera en el presente en el primer mundo. La inmigración masiva se ha convertido para el primer mundo en un fenómeno muchas veces intolerable, viagra porque se constituye en un catalizador de posturas contrastantes, muchas veces divergentes o incluso antagónicas para los gobiernos de los países desarrollados. Europa no es la excepción. En el año 2015 han llegado ya 100 mil personas cursando las aguas del mar Mediterráneo. En año 2014 sumaron unas 300 mil. Hasta el momento el debate de la inmigración masiva sin pasar por los puestos migratorios ha llevado a imponer la medida, entre los estados miembros de la Unión Europea, de dar asilo unos 40 mil inmigrantes que han llegado a Grecia e Italia y a 24 mil refugiados de las Naciones Unidas. No cabe duda que el fenómeno de las inmigraciones ha llevado a crear resistencia y hostilidad por esta medida entre 12 países miembros de la Unión Europea. Las posturas más frecuentes en esta parte del mundo se formulan en términos de repatriar a los inmigrantes, fortalecer los controles migratorios, aplicar las medidas de las detenciones prolongadas en centros de detención, hasta escuchar insultos y posturas poco racionales sobre este fenómeno de carácter universal. De hecho no hay una apertura de los gobiernos europeos a seguir acogiendo más inmigrantes.

Las inmigraciones han causado conflicto entre los 28 Estados miembros de la Unión Europea, agudizando los sentimientos de grupos opositores a la misma Unión Europea. Dicho brevemente, se exacerba el clima político del continente europeo. Los inmigrantes proceden de África, Medio Oriente y Asia. La crisis migratoria se ha hecho sentir tanto en Estados Unidos como también en Europa. Reflejo de un mundo roto que restringe la libre circulación de los ciudadanos y que no ofrece igualdad de oportunidades para todos. Estas posturas lejos de construir un mundo solidario fomentan sentimientos xenofóbicos ante el incremento de los refugiados y de los inmigrantes, quienes muchas veces se ven como una amenaza. Incluso se llega a decir que los inmigrantes son “los indeseables” como una expresión frecuente y común. De hecho no hay una política de consenso, ni una solución efectiva. Los conflictos bélicos en el medio oriente, con el agravante de la pobreza y la falta de oportunidades en África, Medio Oriente, Asia y América Latina, lanzan a ingentes grupos poblacionales a buscar nichos de sobrevivencia en los países con mayor desarrollo humano en un mundo cada vez más globalizado y al mismo tiempo excluyente.

Las políticas que se están aplicando hasta el momento son superficiales y no ofrecen soluciones de fondo. Se aborda el fenómeno de las inmigraciones desde una perspectiva de la seguridad y el bienestar de los Estados que se sienten amenazados, pero no realmente desde una óptica de los derechos humanos tan conculcados en el mundo actual.

Este enfoque de seguridad se centra en desmantelar las redes que tejen quienes se dedican al tráfico de personas y transportan miles de personas cursando los océanos, los desiertos, los caminos por punto ciegos, etc., pero no responde al problema real de por qué hay tantos inmigrantes que abandonan sus países de origen. No se hace una reflexión seria tomando en cuenta la pluralidad de factores que lanzan a muchos ciudadanos del mundo a buscar mejores horizontes.

Los riesgos de los inmigrantes son muy altos y al mismo tiempo escalofriantes. Por ejemplo, se lanzan al mar Mediterráneo sin transportes marítimos seguros, sin alimentación ni agua, al azar de las condiciones climáticas y las amenazas de la naturaleza. Se movilizan hacinados en pequeñas embarcaciones que no tienen la capacidad adecuada ni ofrecen las condiciones mínimas de seguridad para los inmigrantes. Hay situaciones en las que se encuentran unos 250 inmigrantes en alta mar en pequeñas barcazas de 20 metros, entre los cuales viajan  87 niños, 81 mujeres, sin agua ni comida. Muchos emigran con el sueño de una mejor vida. En nuestro continente el sueño americano fue por mucho tiempo encontrar un trabajo, tener suficientes ahorros para construir una casa y lograr un capital semilla para fundar una microempresa cuando se regresara al país de origen. Hoy el sueño americano ha cambiado y en la crisis económica no se busca solo tener un empleo con un salario mejor sino lograr una vida más segura en un contexto en el que la vida está amenazada constantemente por la violencia delincuencial (Cfr. El diario Le Monde, 26 de Junio de 2015, pp. 1-5; El diario L’Osservatore Romano, 26 de Junio de 2015).

El panorama se muestra sombrío en un futuro inmediato de cara al fenómeno de las inmigraciones. Existe el peligro de profundizar las políticas de seguridad afectando a tantas personas que lo único que buscan en Europa o en los países más desarrollados es lograr mejores oportunidades de empleo, salud, educación o encontrar un hogar seguro precisamente ante las amenazas del terrorismo, la violencia bélica o delincuencial de sus países de origen. Los recientes ataques terroristas del 26 de junio en Túnez, Francia y Kuwait crean pánico en la población y ponen en guardia a los gobiernos europeos en este contexto de las inmigraciones masivas porque escapan a los controles ordinarios migratorios. Estos ataques fueron sincronizados en distintas coordenadas y se cometieron en contra de distintos objetivos. Se va sofisticando la capacidad de grupos que realizan estos actos terroristas (Cfr. Diario International New York Times, 27 de Junio de 2015, pp. 1 y 4). Ante esta amenaza constante que sienten los estados y gobiernos donde se realizan estas acciones, existe el peligro que en nombre de su seguridad se justifique la represión injusta en contra de estos grupos de inmigrantes. Urge una política que considere una visión de fondo para atender con eficacia a tantas personas que se ven obligadas a emigrar de sus países para que no se les considere como una amenaza o grupos indeseables, y que se les atienda ofreciendo soluciones de largo alcance. Si no se ve al problema de raíz, las crisis políticas en Europa, Estados Unidos y otros países del primer mundo continuarán. No se trata de enfrentar el fenómeno de las inmigraciones con una visión superficial, sino de atender y resolver los factores que las posibilitan, considerando seriamente el drama humano que esto supone para tantos emigrantes que se ven obligados de manera involuntaria a dejar sus familias, pueblos y países de origen.

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