Alberto Romero de Urbiztondo
Twitter: @aromero0568
En las ultimas dos semanas, la pandemia del coronavirius se ha apoderado de la agenda mediática, política y personal de El Salvador. El enfrentar una enfermedad de rápida propagación, para la que la medicina no nos ofrece una curación rápida, ha desatado el miedo humano a lo que consideramos desconocido. Y este miedo puede estar siendo utilizado para generar reacciones inconscientes en la ciudadanía de paralización, sumisión e individualismo. Algunos Gobiernos y liderazgos políticos, con el objetivo de que la población cumpla con medidas que limitan su movilidad y promueven el confinamiento domiciliar, trasmiten mensajes altamente alarmistas, con información y datos poco contextualizados o que no se comparan con los efectos que otras enfermedades causan en nuestra sociedad, trasmitiendo una visión apocalíptica, que muestra al COVID-19, como la representación del mal absoluto ante el que necesitamos la intervención de una divinidad, única que nos puede salvar o la de un líder político o Gobierno, que se proyecta como el único capaz de garantizarnos la vida y que sabiamente sabrá como reglamentar la convivencia y disciplinar a la sociedad para lograr superar esta crisis. Y para ello, se nos pide que adoptemos una actitud pasiva y obediente, delegando la toma de decisiones en un poder único y centralizado, renunciando a derechos y a un control democrático de los diversos poderes del Estado.
Sin negar la importancia de cumplir con las medidas de emergencia sanitaria basadas en la experiencia y el conocimiento científico, de la OMS y de instituciones nacionales, debemos informarnos en fuentes confiables, sin por ello perder nuestra capacidad de análisis y espíritu critico, cumplir de forma consciente y responsable las recomendaciones de prevención y cuidado basadas en evidencia científica, fortalecer nuestro compromiso social, conscientes de que solo de forma organizada y solidaria se podrá superar la crisis, apoyando acciones que mitiguen sus efectos colaterales, como la falta de ingreso económicos que están enfrentado personas y familias amenazando su sobrevivencia, el acompañamiento emocional a quienes entran en pánico o depresión y la vigilancia hacia manifestaciones de violencia o estigmatización a personas contagiadas. Sin acaparar productos ni recursos, siendo capaces de compartir.