Miguel Ángel Dueñas Góchez*
Recientemente visité la Universidad de Stanford, fundada por Leland Stanford (magnate ferroviario, senador de EE.UU. y exgobernador de California) junto con su esposa, Jane Lathrop Stanford. Fue llamada así en honor de su único hijo, Leland Stanford Jr., que murió en 1884 de fiebre tifoidea poco antes de cumplir 16 años. Sus padres decidieron crear una institución que sirviera a “los niños de California”.
Ahí me di cuenta que adentro está la iglesia Memorial, fundada en 1903, la cual sirve más como patrimonio cultural que para personas devotas. Se destacan sus coloridos vitrales, mosaicos, un gran órgano y sus hermosos jardines. Su arquitectura es de estilo neorrománico. Varios eventos musicales y conciertos aprovechan la acústica increíble del lugar. También cuenta con un coro. La iglesia está disponible para gente de todas las religiones. Se nota que su estructura fue elaborada con gran sacrificio humano y costo económico en aquellos tiempos, puesto que llaman mucho la atención los detalles y el acabado de lujo que tiene este monumento antiguo. Es de valorar la visita de toda persona creyente y no creyente, solamente por contemplar su extravagante forma.
Relacionado a ello, existe un estudio desarrollado por Franz Damen (http://servicioskoinonia. org/agenda/archivo/obra.php?ncodigo=707) referido a las creencias religiosas; al comparar los promedios del crecimiento (sus índices anuales proporcionales) en la última década (2000-2010) con los del período 1910-2010, se constata ya una disminución notable del crecimiento de la población mundial. Dentro de este contexto, las grandes religiones parecen mantenerse bien, e incluso mejorar su ritmo de crecimiento. Al mismo tiempo, las religiones étnicas (la religión popular china y las religiones indígenas) demuestran un claro resurgimiento, y el judaísmo ha logrado reponerse. Por otro lado, tanto las nuevas religiones y el espiritismo, pero más que todo los agnósticos y los ateos, sufrieron grandes pérdidas en la última década.
En América Central y del Sur, la presencia demográfica relativa del cristianismo cambió poco. Sin embargo, al mismo tiempo se produjeron cambios internos significativos por el crecimiento impresionante de las iglesias protestantes, independientes y marginales, y, en el catolicismo, del movimiento carismático. Uruguay, con su tradición de agnosticismo y ateísmo, sigue siendo el país menos cristiano de Latinoamérica.
* Lic. en Relaciones Internacionales.