Página de inicio » Suplemento Tres Mil | 3000 » ¿Existe el mundo cuando no lo miras?

¿Existe el mundo cuando no lo miras?

El Portal de la Academia Salvadoreña de la Lengua

¿ EXISTE EL MUNDO CUANDO NO LO MIRAS?

Por: Eduardo Badía Serra,
Miembro de la Academia Salvadoreña de la Lengua.

¿Existe el mundo cuando uno no lo mira?
Esa es una de las preguntas que se planteaba la física cuántica, cuando discutía, e incluso discute aun ahora, cómo debe interpretarse el famoso “Principio de Incertidumbre” o “Principio de Indeterminación”, descubierto por el físico alemán Werner Heisemberg. En un valioso libro escrito por el investigador español de la física corpuscular Jesús Navarro Faus, y que lleva precisamente ese nombre, (National Geographic, España, 2015), que trata fundamentalmente de la vida del gran físico alemán, se plantea la cuestión. Y esta cuestión ha ocupado, desde los inicios de la física cuántica, miles de buenas páginas de discusión y análisis. En resumen, el planteo sobre el principio es el siguiente: ¿Existe la incertidumbre, o la incertidumbre la pone el observador cuando observa el mundo? Ello tiene asiento y respaldo debido a lo pequeño del mundo cuántico, manejado por una constante tremendamente pequeña, (¡gracias a Dios!), llamada Constante de Planck. “¿Es el mundo, determinista, y nosotros lo alteramos cuando lo observamos?”, o realmente hay en él indeterminación.

El mundo actual se mueve entre tres diferentes concepciones de los campos físicos que definen la naturaleza. Todo inicia cuando a finales del siglo XIX, Max Planck comienza sus estudios e investigaciones sobre lo cuántico, poniendo en discusión la continuidad de la materia, (la teoría ondulatoria), esto es, el mundo de las ondas electromagnéticas, y presenta una nueva visión apoyada en lo que se llamó el “mundo de lo discreto”, en el que todo se mueve a partir de “paquetes” de energía llamados “cuantos de luz”, o igual propiamente, “fotones”. Luego, en 1905, cuando Einstein, en su annus mirabilis, y en un “instante”, plantea su Teoría de la Relatividad Especial, que hace temblar el mundo de la ciencia, para diez años después concluir con la Teoría General de la Relatividad. El mundo, hasta antes, había sido el mundo de Newton, el mundo determinista del espacio y del tiempo absolutos. Ahora el mundo, la naturaleza, se mueve en tres campos diferentes: El campo de las grandes masas, de los grandes espacios y de los grandes tiempos, esto es, el mundo de la Relatividad, de lo macrocósmico; el mundo de las pequeñas masas, de los pequeños espacios y de los pequeños tiempos, esto es, el mundo cuántico, de lo microcósmico; y el mundo de las masas, espacios y tiempos que son accesibles al hombre dentro de su reducido espectro visible, es decir, el mundo de lo mesocósmico. En el primero, está la figura de Einstein; en el segundo, la de Planck; y en el tercero, la de Newton.

El hombre no puede abstraerse de la atención a cualquiera de estos campos naturales. Es parte de él, y aunque en su diario vivir se mueve, aparentemente, en los espacios y tiempos de Newton, está cada vez más condicionado por los otros dos. Los efectos y los productos de la física relativista y de la física cuántica son, no directamente, pero reales. Sólo como un dato muy actual, podemos afirmar que es tal la importancia de la física cuántica en la vida diaria del hombre, que la cuarta parte del Producto Interno Bruto mundial está relacionado con aplicaciones de esta física; y en el caso de los Estados Unidos de Norteamérica, esta cifra sube al 30 %. Hablamos aquí ahora de computadoras, teléfonos móviles, lectores de DVD, dispositivos electrónicos basados en tecnologías de semiconductores o en láseres. La relatividad es aun más expresiva: La carrera espacial, los controles satelitales de la vida diaria, el desarrollo armamentístico mundial, esto último, lamentablemente, etc. Claro, el hombre construye casas, puentes, produce alimentos, medicamentos, vestido, etc., sobre la base de las expresiones newtonianas. Esto es lo que se observa, se siente, se percibe. Lo otro no, pero allí está.

La física de la relatividad y la física cuántica no fueron logros espontáneos, surgidos como milagros, o abusando de efectos serendípicos surgidos de otros ambientes de investigación. Ciertamente, la relatividad se debe, se acostumbra decirlo, a un solo hombre, Albert Einstein, cuando en su despacho de la Oficina de Patentes de Berna, en el “año milagroso”, como se ha dicho, 1905, expuso su Teoría de la Relatividad Especial. Sin embargo, es bueno recordar que Einstein se apoyó también en los hombros de grandes científicos que le precedieron, vale decir, entre otros tantos, Phillip Lenard, en 1902, y Robert Millikan, que lo confirmó en 1916, luego de la Relatividad General en 1915. Vale decir, pues, que Einstein trabajó en un período relativamente tranquilo para el mundo. El desarrollo de la física cuántica tuvo otro ambiente nada parecido. En primer lugar, a pesar de que podríamos decir, sólo muy generalmente, que se inicia, como he dicho, con Max Planck, en ella intervinieron con sus grandes aportes, un conjunto de grandes hombres de ciencia, entre ellos, Sommerfeld, Heisemberg, de Broglie, Bohr, Born, Pauli, Schrodinger, Jordan, etc. Por otro lado, dado su origen netamente europeo, la situación de Europa durante el período de su desarrollo y asentamiento no era tan propicio para el trabajo de los investigadores y de los científicos. En Alemania, por ejemplo, país en el que se daba el mayor desarrollo de la investigación en el mundo, la inflación, en el año 1923, llegó a pasar del orden de cambio de un dólar estadounidense por 17,792 marcos alemanes, a, óigase bien, de un dólar norteamericano por 4.2 billones de marcos. Esto dificultó enormemente el trabajo de la ciencia, sobre todo en los dos principales institutos del mundo, Gotinga, en donde se sentía la presencia iluminada de Max Born, y Copenhague, con la no menos iluminada de Niels Bohr. Afortunadamente, empresas norteamericanas como Fundación Rockefeller, General Electric y Goldman Sachs, contribuyeron con aportes sustanciosos para que pudiera desarrollarse el trabajo.

Hay, pues, profundas interrogantes que el desarrollo de la ciencia plantea al hombre. En mi opinión, muy personal, hay tres principios en los cuales se contienen los misterios del mundo que no han podido ser explicados: El Principio de Exclusión de Pauli, el Principio de la Dualidad Onda-Partícula, y el Principio de Incertidumbre. En cuanto a este último, la pregunta que se ha planteado al comienzo de este espacio, “¿Existe el mundo cuando no lo miramos?”, trasciende el orden espacio-temporal del hombre sentiente, y contiene en el fondo interrogantes filosóficos que llevan a la pregunta por lo trascendente, que es, con todo, la pregunta por la ultimidad, por lo esencial, por lo que ha sido antes y será después de la existencia. En la tumba de Heisemberg, se lee: “Aquí, ‘en algún lado’, yace Werner Heisemberg “.

El hombre sigue siendo, sin embargo, en su existencia concreta, lógicamente aristotélico, geométricamente euclidiano, y físicamente newtoniano, ignorando que ahora existe un cuarto excluido y que las cosas pueden y no pueden ser a la vez, que existen espacios en los que las paralelas se juntan y en el que la suma de los ángulos de un triángulo pueden ser mayores o menores que 180°, y que la manzana que golpeó la cabeza del gran físico inglés pudo haber ‘caído’ yendo “de abajo hacia arriba”, recuperando la energía que disipó en la tal caída.

Hay, pues, por lo menos, cuatro formas de lógica, tres diferentes geometrías, y tres diferentes físicas. La esperada “Teoría del Todo” parece lejana, aunque en el cubo de Friedmann puede llegarse a ella con sólo jugar con los tamaños de sus ejes.

 

Ver también

«Para enflorar». Foto: Karen Lara. Portada Suplemento Cultural Tres Mil Sábado, 2 de noviembre 2024.