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Exjefe de campaña de Trump imputado por conspiración y lavado de dinero

Por Aldo Gamboa

Washington/AFP

El abogado Paul Manafort, ex jefe de la campaña electoral del mandatario Donald Trump, fue imputado por «conspiración contra Estados Unidos», lavado de dinero y falso testimonio, en el marco de las investigaciones sobre la presunta colusión con Rusia durante las elecciones de 2016.

Los 12 cargos contra Manafort y su socio Rick Gates no están relacionadas directamente con actividades del comité electoral de Trump, sino con delitos cometidos mientras el influyente abogado dirigía la campaña presidencial.

Se trata de las primeras inculpaciones aprobadas por el equipo conducido por el fiscal especial Robert Mueller, que investiga las relaciones entre el comité electoral de Trump y Rusia para influenciar el resultado de los comicios de 2016.

Mueller estampa su firma en el extenso documento de inculpación de Manafort, de 31 páginas.

El caso se concentra en los documentos financieros de Manafort y Gates durante una década, incluyendo el período de la campaña electoral cuando ambos actuaron como «agentes no registrados de Ucrania» en Estados Unidos.

Para «esconder» un total estimado en «decenas de millones de dólares» de pagos recibidos de Ucrania, Manafort y Gates «lavaron el dinero mediante un enorme número de corporaciones estadounidenses y extranjeras, asociaciones y cuentas bancarias».

Por ello, Mueller imputó a Manafort por falso testimonio sobre su papel como agente extranjero y no presentar las debidas declaraciones sobre cuentas bancarias en el exterior y registros financieros.

Manafort fue nombrado jefe de la campaña electoral de Trump en junio de 2016, pero apartado del cargo cuando sus lazos con Ucrania se hicieron públicos.

Manafort se presenta al FBI

Manafort y Gates «canalizaron millones de dólares» hacia cuentas abiertas por ellos mismos o sus «cómplices» en Chipre, San Vicente y las Granadinas y las islas Seychelles, apuntó Mueller en la extensa inculpación.

Esa actividad, señala el documento judicial, ocurrió entre 2008 y 2017, y por lo tanto se mantuvo cuando Manafort conducía la campaña de Trump.

De acuerdo con el fiscal especial, Manafort y Gates, «junto con otros, conspiraron de forma consciente e intencional para defraudar a Estados Unidos».

La enigmática frase que hace referencia a «otros» actores dejó abierta la puerta a más inculpaciones relacionadas a este caso.

En la mañana del lunes, Manafort –acompañado de un hombre que no fue identificado– se presentó voluntariamente en la oficina local del FBI (la policía federal estadounidense) en Washington, después de recibir una orden para entregarse.

El viernes, el canal de televisión CNN había informado que un gran jurado federal autorizó la imputación formal de dos personas, y con ello se abrió una intensa oleada de rumores sobre inminentes arrestos en la capital estadounidense.

Durante el fin de semana, en medio de la agitación política, el presidente Trump recurrió a Twitter para atacar a las investigaciones conducidas por Mueller.

«Todas estas conversaciones sobre ‘Rusia’ justo cuando los republicanos impulsan una histórica reforma y reducción de impuestos. ¿Es una coincidencia? ¡NO!», escribió en uno de sus mensajes.

De acuerdo con Trump, «no existe» colusión. «Los demócratas están utilizando esta terrible cacería de brujas para hacer política», aseguró.

Interminable controversia

Mueller, que dirigió el FBI durante 12 años, fue escogido en mayo de este año para conducir las investigaciones sobre el papel de Rusia en las elecciones presidenciales de 2016.

Las sospechas sobre los contactos entre el equipo de Trump y Rusia durante la campaña e inmediatamente después de su victoria electoral ya provocaron verdaderos terremotos políticos en el nuevo gobierno.

Luego de su investidura, Trump nombró al general Michael Flynn como su asesor de Seguridad Nacional, pero tuvo que despedirlo apenas 20 días más tarde al conocerse que mantuvo contactos ocultos con diplomáticos rusos.

En tanto, el nuevo secretario de Justicia y Fiscal General, Jeff Sessions, tuvo que recusarse de cualquier investigación sobre el caso, ya que también había mantenido contactos no divulgados con diplomáticos rusos.

Trump forzó posteriormente la renuncia del director del FBI, James Comey, por considerar que había permitido que las investigaciones se mantuvieran concentradas en Flynn.

Ante este cuadro caótico, Mueller fue nombrado fiscal especial. Su intachable legado y su integridad son reconocidos unánimemente en Washington, algo que ocurre con poca frecuencia.

Según la prensa local, Mueller solicitó a la Casa Blanca la entrega de una extensa lista de documentos, incluyendo detalles referidos a las discusiones internas que condujeron a la destitución de Comey.

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