Por Sam Jahan
Cox’s Bazar/AFP
Las discrepancias internacionales sobre la situación de los rohinyás de Birmania se acentuaban este martes mientras sigue su éxodo masivo hacia Bangladés, una «limpieza étnica», según la ONU, que el miércoles reunirá a su Consejo de Seguridad.
La ONU anunció este martes que unos 370.000 rohinyás se han refugiado en Bangladés para huir de la violencia que estalló en el oeste de Birmania desde finales de agosto. El lunes habían sido contabilizados 313.000 refugiados.
La reunión del Consejo de Seguridad de la ONU, que examinará esta crisis, se anuncia tensa, sobre todo con China, el principal inversor extranjero en Birmania, que este martes expresó su «apoyo» a los esfuerzos de las autoridades birmanas para «preservar la estabilidad de su desarrollo nacional».
Mientras muchos países critican a Birmania por la crisis de los rohinyás, China mantiene relaciones con su gobierno -liderado de facto por la premio Nobel de la paz Aung San Suu Ky-, en el marco de la estrategia comercial, energética y de infraestructuras china en el sudeste asiático.
La llegada de rohinyás que huyen a pie, en medio del barro y bajo la lluvia, está provocando una crisis humanitaria en el vecino Bangladés, con campamentos de refugiados superpoblados.
En total, si se incluyen los rohinyás que ya se vieron obligados a dejar sus hogares por los anteriores estallidos de violencia, habría al menos 650.000 rohinyás en Bangladés, unas estimaciones difíciles de confirmar, admite la ONU.
«La magnitud y la velocidad del flujo [de refugiados] no tiene precedentes en Bangladés», estima la Unicef, que precisa que «60% de los refugiados son niños».
La ola de violencia se desencadenó el 25 de agosto, cuando los ataques rebeldes rohinyás contra comisarías birmanas desataron la represión del ejército. Al menos 500 personas murieron, en su mayor parte miembros de esa minoría musulmana, según el ejército.
Los rohinyás son tratados como extranjeros en Birmania, un país con más del 90% de la población budista, y están considerados apátridas a pesar de que algunos estén instalados allí desde hace generaciones.
El lunes el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad Al Hussein, afirmó que el trato que Birmania da a la minoría musulmana rohinyá se asemeja a un «ejemplo de limpieza étnica de manual».
La primera ministra de Bangladés, Sheij Hasina, visitó el martes los campamentos de refugiados y pidió al gobierno birmano que «deje de torturar a personas inocentes». La ministra ya advirtió que le corresponde a Birmania «resolver» esta crisis.
Pero según Min Aung Hlaing, jefe del ejército birmano, los «rohinyás no forman parte de la historia del país».
Por su lado, el servicio de prensa de Aung San Suu Kyi se limitó el lunes a dar su apoyo al ejército y aseguró que las «fuerzas de seguridad recibieron instrucciones» para «evitar daños colaterales y que los civiles inocentes resulten heridos durante su misión legítima de restaurar el orden».
En 2012 estallaron violentos enfrentamientos en el país entre budistas y musulmanes que dejaron unos 200 muertos, principalmente musulmanes.
Aung san Suu Kyi depende del poderoso movimiento de monjes nacionalistas birmanos, que consideran que los musulmanes son una amenaza para Birmania, un país donde más del 90% de la población es budista.
Incluso el Dalai Lama exhortó a la dirigente birmana a encontrar una solución para los rohinyás, la comunidad apátrida más importante en el mundo con cerca de un millón de personas.
Para Irán, la violencia que están sufriendo los musulmanes en Birmania equivale a «la muerte del premio Nobel de la Paz», en alusión al galardón que recibió en 1991 Aung San Suu Kyi.
«Un gobierno cruel con una mujer cruel a la cabeza que recibió el premio Nobel de la Paz, que mata y quema a gente sin protección, incendia sus casas y no tiene ninguna reacción real. Se condena, se publican comunicados, pero de qué sirve todo eso, hay que actuar» protestó el ayatolá iraní, Ali Jamenei, en un video publicado en su sitio oficial.