Santiago / AFP
Ana Fernández
Con más preguntas que respuestas, expertos y exgobernantes de América Latina se dieron cita en Santiago de Chile para examinar la marcha de la democracia en la región, donde al igual que en otras partes del mundo, reina la desconfianza en las instituciones y en los partidos políticos y está en juego hasta la misma democracia.
Los resultados electorales en Brasil, con la elección del ultraconservador Jair Bolsonaro, o en México, donde gobernará a partir del 1 de diciembre por primera vez la izquierda de Andrés Manuel López Obrador, más que respuestas a los problemas como la desigualdad, la inseguridad, el empleo o la corrupción, son síntomas del hartazgo y la desconfianza en las instituciones, los partidos políticos y la misma democracia, coinciden los expertos.
Hoy, «la ciudadanía vota en contra de lo que hay y no a favor de lo que viene», recordó el expresidente chileno Ricardo Lagos, en la apertura -el lunes por la noche- de un seminario organizado por el Instituto para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA, por sus siglas en inglés), en colaboración de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
Durante tres días analizan «El estado de la democracia en América Latina: 40 años desde el inicio de la tercera ola democrática».
La región no es ajena a las turbulencias que se registran en Europa, con el avance de la extrema derecha o de los partidos antisistema, o en Estados Unidos con la victoria de Donald Trump.
«Por primera vez tenemos los mismos desafíos que el mundo desarrollado», agregó el expresidente Lagos.
En una América Latina muy diferente a la de hace 40 años, en la que la mayoría de los países que la pueblan presentan una renta media o incluso media alta, siete de cada 10 ciudadanos siente insatisfacción con el funcionamiento de la democracia.
Eso pese a los avances económicos y sociales, la incorporación de la mujer en la vida productiva, la reducción de la pobreza o la generalización de la lucha contra la corrupción gracias a la intolerancia de la ciudadanía y al papel de la prensa y la justicia, recordó Sergio Bitar, miembro del consejo de asesores de IDEA Internacional.
El contexto internacional, con la pugna geopolítica entre Estados Unidos y China, sumado a la irrupción en tromba de las tecnologías que han impactado en la forma de hacer y entender la política, como recordó Lagos, sumado al debilitamiento de las organizaciones latinoamericanas, justo en el momento en que más se requiere integración regional para contrarrestar el nacionalismo y el proteccionismo, son algunos cambios que se han registrado en los últimos tres años.
– Desencanto con la política –
A eso se suma la explosión migratoria, la corrupción desenfrenada o la persistencia de la violencia interna, que hace de América Latina la región con las cifras más altas de de homicidios por habitante del mundo.
«La falta de seguridad se ha transformado en una amenaza a la democracia al despertar temores, que bien explotados, abonan a favor de los movimientos autoritarios», recuerda Bitar.
Para Laura Chinchilla, expresidenta costarricense, más que un «desencanto con la democracia, lo que estamos viendo es un desencanto con la política» pues hay «un agotamiento de las instituciones tradicionales» y en particular, un «desprestigio de los parlamentarios».
Por su parte, su homólogo uruguayo Luis Alberto Lacalle, advierte que «estamos asistiendo a una hiperdispersión del poder» y que «nos guste o no», hay otros «centros de poder» como «el narcotráfico o el terrorismo».
La creciente «desconfianza y la desconexión de los ciudadanos con las instituciones públicas» está erosionando «el contrato social y las frágiles democracias», recuerda la secretaria general de la Cepal, la mexicana Alicia Bárcenas.
Tampoco conviene olvidar, agrega Bárcenas, las «razones estructurales» que a lo largo de dos siglos de independencia persisten en la llamada «cultura del privilegio» que tanto cultivan las élites de la región.
– Nuevas fórmulas para nuevos problemas –
Uno de los principales desafíos de la política en tiempos de incertidumbre es hacer buenos gobiernos. Y esto se traduce en gobernar sin improvisar, con transparencia, con y para una ciudadanía cada vez más exigente y con mayorías políticas.
«Las sociedades no admiten ser gobernadas como antes» y con instituciones «totalmente desfasadas», recuerda Daniel Zovato, director regional para América Latina y el Caribe de IDEA.
A ello se suma la necesidad de introducir cambios en la estructura productiva y tener en cuenta la sustentabilidad social y ambiental. Todo ello aderezado por el buen manejo macroecónomico.
De lo contrario, «corremos el riesgo de que este malestar en democracia se convierta en malestar contra la democracia», alerta Zovato.