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Exposición escultórica CONSTRUCCIONES II de Julio Reyes Yasbek

Edgardo Quijano
Escritor y Artista Pintor

En la obra escultórica de Julio Reyes Yasbek se puede seguir el recorrido de la escultura del siglo XX. Desde su estatuaria condición imitada de la realidad  de la materia moldeable, nurse hasta la escultura metálica abstracta, no rx donde el volumen y el espacio alternan en equilibrio y armonía. Sus transparencias metálicas no están talladas, modeladas o fundidas; y se deben más en ser construidas, armadas o compuestas.
No son esculturas copiadas de esculturas, morfologías de ideas bonitas, obscenas o inútiles. Son obras que reflejan el azaroso oficio del escultor creador constructivista que debe hacer todo él mismo. Por igual sus ideas abstractas surgen no improvisadas, ni instantáneas, sino como producto del estudio severo y disciplinado, que no cede a sí mismo, ni comercializa la espiritualidad de sus obras: la vital expresión se resiste en contra del servilismo al modelo.
La escultura constructivista no alude al hombre ni a la naturaleza, no se refiere a la envoltura, carne, del volumen o formas del mundo real. Se instaura como una interpretación evocada de la estilización emblemática de la sencillez de las formas geométricas, a través de la incesante austeridad de la elemental varilla de acero, logrando en continuos intervalos la desmaterialización del volumen, sustituyéndolo por el espacio dador de transparencias, donde la luz y las sombras activan los vacíos, creando sinfonías visuales; además carecen de referencias del entorno natural y líneas curvas, y así surgen sin individualidad de su inspiración inventiva, que une el intelecto y la técnica.
Cortaduras y soldaduras se anudan en el beso fugaz del nervioso acero y el cegador fuego eléctrico, aglutinándose en arabescos ópticos danzantes de luz y sombra, que se reproducen con el movimiento del sol y de la luna, donde lo interno y externo de la escultura producen caleidoscópicas transparencias. Son construcciones del color, forma, sonido, movimiento, espacio y tiempo sin fronteras, condensadas en su precaria apariencia antipolimatérica. El volumen moldeable del vacío permanece indiferente a la impronta apariencia. La escultura transparente crea espacios, grosores penetrables de intricados laberintos, profundos e infinitos, de resplandores y reflejos neutros, que corroen las dialécticas intercambiables.
Aristas y vértices sostienen el movimiento visual sin enjaulamientos a la verdad, la libertad, y amor a la vida. Desde los orígenes el sonar intermitente de lo representado e interpretado arrastra todo límite a la imaginación, porque “el arte comienza donde la materia termina”. Estas esculturas constructivistas transparentes sacrifican toda alusión a la naturalidad o artificialidad por el inapreciable encanto de la creación, que en vano intenta atrapar la oscuridad al corazón.
Y allá vive en su cueva-taller nuestro ermitaño escultor, alimentándose de su fe. ”Yo creo porque no creo”, él dice. Y solo su genial locura lo cura.  Aquí están sus construcciones antes descritas en esta exposición, en una relación sinergética con el animal vertical y las tallas en piedra.

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