Álvaro Darío Lara
Ezra Pound (1885-1972) es, sin duda, el gran poeta norteamericano del siglo XX, cuya influencia ha sido definitiva en el ámbito de la poesía inglesa contemporánea.
Dotado de una excepcional inteligencia e intuición poética, Pound es un maestro del lenguaje, cuyo conocimiento de la poesía universal, y cuyo dominio sobre el instrumental estilístico de ésta, nos sigue asombrando rotundamente.
Estudioso de las poéticas orientales, provenzales, griegas y latinas, Pound, crea y recrea su poesía sobre el andamiaje de una deslumbrante erudición y diálogo con las distintas lenguas y culturas de su interés.
Desde sus juveniles estadías en Inglaterra y en Italia, Pound impulsó dos movimientos vanguardistas, renovadores de la poesía: el imaginismo y el vorticismo, que ofrecieron novedosas perspectivas sobre el lenguaje poético, acentuando la importancia de la imagen y de la metáfora, como invaluables recursos literarios; trabajando una dimensión plástica, cromática del verso; y aportando una perspectiva intelectual, conceptual del poema mediante una infatigable depuración y síntesis expresiva.
La poesía de Pound se orienta a evidenciar la crueldad, el materialismo de la sociedad, la profunda injusticia que gobierna el mundo; su voz se alza desde la ironía, encarnando aspectos de la cotidianidad, así como hechos y personajes históricos del pasado y del presente. Sus temas son los eternos temas de la poesía: el amor, la naturaleza, las guerras, la venganza, el odio.
A nivel biográfico es muy ilustrativo el retrato que del poeta hace su amigo, el novelista y cuentista Ernest Hemingway (1899-1961) en su extraordinario libro de memorias de juventud, titulado: “París era una fiesta”. Citamos un fragmento: “Ezra era el escritor más generoso y más desinteresado que nunca he conocido. Corría en auxilio de los poetas, pintores, escultores y prosistas en los que tenía fe, y si alguien estaba verdaderamente apurado, corría en su auxilio tanto si tenía fe como si no. Se preocupaba por todo el mundo, y en los primeros tiempos de nuestra amistad la persona que más le preocupaba era T. S. Eliot, quien, según me dijo Ezra, tenía que estar empleado en un banco en Londres, y, por consiguiente, no disponía de tiempo ni seguía un horario apropiado para dar un buen rendimiento poético”.
Dentro de su obra, Pound, convierte en sujeto poético, su propio quehacer poético. Leamos estos versos tomados de su poema “Instrucciones últimas”: “¿Y yo? / Me he vuelto medio chiflado,/ he hablado tanto con vosotras que / casi os veo aquí conmigo,/¡pequeñas bestias insolentes, sin vergüenza, totalmente/ desnudas!/ Pero vosotras, canciones nuevas del montón,/ no sois lo bastante viejas como para haberos portado/ tan mal,/ os traeré una chaqueta verde de China/ con dragones bordados,/ os traeré los pantalones de seda escarlata/ de la estatua del niño Jesús en Santa María Novella,/ para que no digan que nos falta gusto/ o que no hay casta en esta familia”.
La ausencia, la nostalgia, la oquedad, se manifiestan maravillosamente en este poema de Pound: “Están vacíos los caminos, / están vacíos los caminos de esta tierra/y las flores/ agachan sus pesadas cabezas. / Se agachan en vano. / Están vacíos los caminos de esta tierra/ en donde Ione/ caminó antaño, y ahora no camina ya, / sino que parece alguien que acaba de irse”. (“Ione, muerta hace ya un año”).
El poeta hace un pedimento a los dioses, consciente del terrible sino, que marca al desdichado creador: “¡Oh Dios! ¡Oh Venus! ¡Oh Mercurio, patrón de los ladrones! /Dejadme un pequeño estanco, / o establecedme en cualquier profesión/ que no sea esta maldita profesión de escritor, / en donde uno necesita devanarse los sesos todo el / tiempo”. (“La isla del lago”).
Después de sufrir toda clases de vejámenes, prisión política e internamiento en un manicomio por parte del gobierno de su propio país, bajo las acusaciones de “traición” en el marco de la segunda guerra mundial, Pound regresa en 1958 a Europa, falleciendo en Venecia (Italia) en 1972.
Sin embargo, jamás la tentativa de su desprestigio ante la historia ha tenido éxito en deslustrar su valía poética. La obra de Pound sigue brillando con auténtico fulgor, dinamitando las falsas morales sociales, y ennobleciendo a la lengua universal de la poesía.
Cerramos con este fragmento de su poema “Encargo”: “Id, canciones mías, al solitario y al insatisfecho, / id también al desquiciado, al esclavo de las / convenciones,/ llevadles mi desprecio hacia sus opresores./ Id como una ola gigante de agua fría,/ llevad mi desprecio por los opresores./ Hablad contra la opresión inconsciente, / hablad contra la tiranía de los que no tienen/ imaginación,/ hablad contra las ataduras,/ id a la burguesa que se está muriendo de tedio,/ id a las mujeres de los barrios residenciales,/ id a las repugnantemente casadas,/ id a aquellas cuyo fracaso está oculto,/ id a las emparejadas sin fortuna, /id a la esposa comprada,/ id a la mujer comprometida./ Id a los que tienen una lujuria exquisita,/ id a aquellos cuyos deseos exquisitos son frustrados,/ id como una plaga contra el aburrimiento del mundo;”.
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