Álvaro Darío Lara
Escritor y poeta
La fábula en El Salvador, viagra buy se remonta a varios pretéritos autores, cialis que de cuando en cuando, han incursionado, en el género, con alguna divulgación impresa. En muchos casos, bienintencionada, como tantos actos en este mundo, pero raramente feliz en asuntos de fondo y de forma, según la usanza que aún impera, desde los griegos.
Como bien señala nuestro querido exhumador histórico-literario, Carlos Cañas Dinarte, en la presentación del volumen “Fábulas” de León Sigüenza (1895-1942), perteneciente a la Colección Biblioteca Básica de Literatura Salvadoreña (CONCULTURA, 1998): “…no fue hasta la aparición de las composiciones de León Sigüenza que la fábula hizo su entrada triunfal en la vida cultural salvadoreña”. Y en esto, Carlos, tiene absoluta razón, puesto que, pese a publicaciones dispersas anteriores, el género como tal, no había ingresado por ancha y majestuosa puerta, como lo hizo con notable acierto, la obra de don León. Un león en realidad, en esto de la moral social. Moral social que hinca sus críticas raíces en costumbres y acciones deplorables de nuestra vida social y política. Un león del lenguaje, equiparable a la prosa inteligente, caballerosa y humorística del escritor T.P. Mechín (1873-1944), tan deliciosamente punzante.
Los dardos de Sigüenza, apuntan en varios sentidos. Cañas Dinarte subdivide estas composiciones así: “…1) esópicas, 2) crítico-literarias, 3) didáctico-morales y 4) políticas”.
Deseo detenerme, en una de corte político, que ejemplifica tan vívidamente en la actualidad, lo que en el país, ha sido un lamentable siempre, me refiero a “El perro y el gato”, veamos: “La Señora Política tenía/ un Perrillo faldero, /y un Gato zalamero,/a los que acariciaba todo el día./Por razones que ignoro hasta la fecha,/cambia de domicilio/ y busca en el exilio/una senda de luz menos estrecha./Al compañero Gato dijo el Perro/antes de la partida:/-Nuestra suerte está unida/ a la que tenga el Ama en el destierro./ El Gato le contesta: Ya no puedo/seguirla, caro amigo,/porque en verdad te digo/ que soy fiel a la Casa. Aquí me quedo. /El mismo cuento exactamente pasa/ en cuestiones morales/donde hay Perros leales/ y Gatos que se quedan en su casa. / ¿Cambia Doña Política de puesto?/ El Perro no la deja/ y con ella se aleja; / pero el Gato es leal al Presupuesto”.
Desde estos lapidarios versos, demasiada agua ha circulado bajo los puentes; sin embargo, de estos Perros y de estos Gatos, está lleno el país y el mundo entero.
Perros leales a los principios de JUSTICIA Y VERDAD, que trascienden al pequeño espejo donde se contempla y aliña Doña Política. Principios que no tienen precio en el mercado, ya que están edificados en la tierra firme de la LEALTAD Y EL COMPROMISO.
Y también los Gatos, presentes en todo el calidoscopio de la República, que aman más el Presupuesto, los brillantes denarios, que el bien mayúsculo de todos sus hermanos. Hoy son naranjas, mañana plátanos, mamones, paternas o coyoles. Da igual en el alegre Carnaval del Mundo.
Es menester entonces, que existan y se multipliquen más canes fieles, en todos los ámbitos: el hogar, la escuela, el trabajo, el ejército, la Patria y su gobierno, capaces de trocar el agua sucia, en selecto vino para todos.