Juan Macho Merino falleció este miércoles en Zaragoza, España. Es recordado por ser el primer sacerdote pasionista, en la parroquia San Francisco de Asís, en Mejicanos, San Salvador, en 1979.
Joaquín Salazar
@JoakinSalazar
Reconocido como amigo personal de san Oscar Arnulfo Romero y actor principal del cambio en el santo salvadoreño. El padre pasionista, Juan Macho Merino falleció este jueves a los 96 años. Así lo confirmó el padre Antonio Rodríguez. Su fallecimiento, llegó unos días antes de la celebración del natalicio del obispo mártir y a 45 años de que el gobierno salvadoreño le impidiera su ingreso al país en 1975, cuando el sacerdote pasionista era el párroco de Jiquilisco.
El sacerdote Merino también es reconocido como el “Confesor de Monseñor Romero” y el primer párroco pasionista en la parroquia San Francisco de Asís, de Mejicanos. Tras el martirio del padre Octavio Ortiz (20 de enero 1979) y luego del de Rafael Palacios (20 de junio de 1979) monseñor Romero le entregó la parroquia al padre Juan Macho y a los pasionistas.
Juan Macho Merino fue vicario de Pastoral de Monseñor Romero, en Santiago de María, y director del Centro los Naranjos de formación de campesinos y agentes de pastoral.
“Gran hombre. Teólogo de la liberación, hombre de evangelio, de profundas convicción. Amigo personal y confesor de monseñor Romero. Padre Juan Macho descanse en Paz”, fueron las palabras del padre Antonio Rodríguez, en redes sociales. Macho Merino es también autor del libro sobre monseñor Romero “En Santiago de María me topé con la miseria”, en el que se relata el cambio que vivió monseñor Romero, siendo obispo de Santiago de María en Usulután. Es aquí donde se recopila parte de la expulsión que vivió el padre Macho Merino en el aeropuerto internacional monseñor Romero, en una carta enviada al presidente de la República, Arturo Armando Molina, el 18 de agosto de 1975, reconoce en el padre Juan Macho Merino como “un hombre merecedor de mi confianza, en cuanto a su ideología y sus actuaciones sacerdotales, la promoción humana y cristiana en las que el trabajo está conforme al sentir del evangelio y de la Iglesia”.
Romero salió en defensa de su amigo, quien a mediados de agosto de 1975 no se le permitió la entrada a El Salvador, por una presunta expulsión, en momentos donde el militarismo gobernaba el territorio salvadoreño. En esa oportunidad, el sacerdote no ingresó al país, y no fue hasta noviembre de ese mismo año que retornó para dar continuidad al trabajo evangelizador y pastoral que realizaba en medio de una sociedad que ya presentaba indicios del conflicto armado y el largo historial de violaciones a derechos humanos por parte de la dictadura militar que gobernó en la época.