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Faltas que descalifican a nuestra Procuradora de Derechos Humanos

Luis Arnoldo Colato Hernández

Educador

La PDDH es una institución nacida de los acuerdos de paz para velar porque el estado no vuelva de nuevo a sus andadas, violentando mediante secuestros, detenciones arbitrarias, torturas, asesinatos y desapariciones, los fundamentales derechos humanos de la ciudadanía, tal cual lo hiciera antes y aún ahora por intermedio de sus agentes, procurando asegurar por medio del terror la continuidad del orden injusto que nos desgobierna.

Es entonces una entidad creada para asegurar el fundamental derecho de los salvadoreños a la vida, por extensión sus libertades, al progreso personal mediante el trabajo y el cumplimento de la ley.

Es una extraordinaria institución cuyo valor es sencillamente incontestable.

Sus logros institucionales son innegables, así como lo brillante de su dirección por algunos de nuestros mejores juristas, quienes pusieron al servicio de la humanidad, concretamente en favor de los ciudadanos salvadoreños, sus saberes y dominios.

Podemos así referir las admirables administraciones de don David Ernesto Morales, o la de don Oscar Humberto Luna, o la de doña Beatrice Alamanni de Carrillo, y por supuesto la de doña Victoria Marina Velásquez de Avilés, cuyas gestiones fueron sencillamente extraordinarias, dignas y llenas de logros, marcando una impronta en nuestra incipiente democracia en construcción luego de los acuerdos de paz.

Por otro lado, hubo también penosas y muy vergonzosas gestiones sin ningún mérito, que solo pasaron el tiempo sin esforzarse por constituirse como garantes de los fundamentales derechos humanos de los salvadoreños, asumiendo su defensoría frente al estado.

Entre estos no debemos olvidar la vergonzosa dirección ejercida por Eduardo Antonio Peñate Polanco, cuya administración fue, además de improductiva, un fracaso.

Esto porque su nombramiento como el de otros que no sumaron ningún logro, se correspondió a arreglos Inter partidarios, a apenas el intercambio de beneficios entre los diferentes actores políticos.

En consecuencia, la PDDH retrocedió y degeneró en el periodo de este personaje, reduciéndose a apenas un elefante blanco inoperante, como era el propósito al imponer su dirección.

Con la misma intencionalidad se le impuso a la PDDH a José Apolonio Tobar Serrano, cuya administración se caracterizó por su inacción y complicidad con el actual gobierno, al no cumplir ninguna de sus tareas asignadas, guardando silencio ante los atropellos que cometiera el régimen y con el solo ánimo de conservar la dirección de la misma por el silencio cómplice que práctico de cara a las aberraciones realizadas por esta administración.

Y qué decir de Raquel Caballero de Guevara, cuya gestión no solo a demostrado ser arbitraria por la cantidad de despidos sin más razón que la de silenciar a los elementos comprometidos de la entidad, pero además nepotista, por los favores que procura para sus cercanos, y sometida, al alinearse descarnadamente con el régimen, renunciando a su independencia y despreciando sus obligaciones constitucionales de ser la valedora, defensora [Ombudsman] del pueblo salvadoreño.

Su desprecio hecho público a los acuerdos de paz es el colmo, demostrando así que solo es apenas otro agente del régimen.

Así las cosas, queda al pueblo defender al pueblo.

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