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El palestino Omar Hajajla posa junto al túnel que conecta su casa de Jerusalén con Al Walajah, su pueblo en la Cisjordania ocupada. [Foto AFP]

Familia palestina enclaustrada en casa a causa del muro de separación

Al Walajah, Territorios Palestinos / AFP

Hiba Aslan

La casa de Mohamed Hajajla se halla a un lado del muro de separación israelí y el resto del pueblo al otro. Durante más de una semana, este niño de 10 años tuvo que caminar seis km diarios para ir al colegio.

Las autoridades israelíes habían condenado la puerta que conducía al túnel que conecta su casa con el pueblo, en la Cisjordania ocupada.

Mohamed vive con sus padres y sus dos hermanos en una colina frente a la colonia israelí de Gilo, en Jerusalén.

Su casa de ladrillo está aislada de la aldea palestina Al Walajah por una alambrada.

En 2002, durante la segunda intifada (revuelta palestina), Israel, golpeado por una oleada de atentados suicidas, comenzó a construir lo que califica de «barrera de seguridad» para protegerse de los ataques de Cisjordania.

Para los palestinos esta barrera, formada por secciones de hormigón de nueve metros de alto, con cierres electrónicos, alambradas y fosas, es el «muro del apartheid», uno de los símbolos de la ocupación. Las dos terceras partes están terminadas.

Un muro que envenena la vida de los palestinos, quienes acusan a Israel de establecer nuevas fronteras. El 85% del trazado se halla en Cisjordania, un territorio ocupado por el Estado hebreo desde 1967, y aísla al 9,4% de los territorios palestinos, según la ONU.

Para la familia Hajajla, los problemas comenzaron en 2010, cuando el gobierno israelí decidió comenzar la construcción del muro en los alrededores. Según el plan, su casa se encuentra en la zona C, la parte de Cisjordania bajo control administrativo y de seguridad israelí, del trazado de la barrera.

– Secuestrados o desplazados –  

Las autoridades israelíes dijeron a la familia que tenía que elegir entre irse o aceptar que su casa estuviera rodeada de una alambrada.

Los ministerios israelíes «me proponían millones de dólares por irme de mi casa, me negué», explica a la AFP el padre de Mohamed, Omar Hajajla, que llevó el caso ante los tribunales.

En 2016 se alcanzó un acuerdo: la familia se quedaba en la casa, pero para salir tendría que usar un túnel cavado bajo la barrera por el que accedería a un portal de cinco metros de alto.

Alguien se tiene que quedar permanentemente en el interior porque el portal sólo se abre con un mando electrónico.

Sus hijos no tienen teléfono móvil para prevenir cuando llegan, por lo que Omar Hajajla instaló un timbre. Un guardia israelí lo vio en mayo. Como consecuencia se llevaron al padre y lo interrogaron durante cuatro horas.

«Me dijeron: ¡Este timbre está en la zona de seguridad (militar israelí)'», explica el hombre de 53 años. «Cada vez inventan una nueva excusa para obligarnos a partir».

Tras el interrogatorio se dio cuenta de que el ejército había cerrado el portal con un candado.

Durante ocho días, la familia no pudo usar esa vía y la única forma que tenía de salir de casa era clandestinamente a través de un camino que fue el que usaron Mohamed y su hermano para ir al colegio. Seis kilómetros andando. «Salíamos por la mañana temprano y volvíamos por la noche tarde», cuenta el niño.

– Bajo control israelí –

El abogado de la familia amenazó con llevar el caso ante los tribunales y entonces sacaron el candado. Pero hace un mes el padre de familia, que trabaja en Jerusalén, fue incluido en la lista negra y se quedó sin el permiso de entrada a Israel.

«Me he negado a doblegarme, no me desanimaré», asegura.

La AFP se puso en contacto con el ejército israelí, que la remitió a la policía, la cual no ha contestado.

Según el diario israelí Haaretz, las fuerzas de seguridad israelíes cerraron el portal para «reparar las cámaras de seguridad rotas» y Omar Hajajla está acusado de haberlo usado para «hacer entrar a palestinos ilegalmente».

«La seguridad es un pretexto para todas las violaciones israelíes. Es una excusa para negar la propiedad palestina sobre estas tierras», juzga Karim Jubran, de B’Tselem, una oenegé israelí opuesta a la ocupación en los territorios palestinos.

Según él, la ubicación de este pueblo de 3.000 habitantes lo convierte en una zona idónea para la colonización. Desde la creación del Estado de Israel en 1948, la superficie de la aldea palestina pasó de 18 km2 a 0,07 km2.

Aunque ahora no hay candado, la familia sigue aislada. «No puedo invitar a nadie, cualquier visitante tiene que coordinarse con la seguridad israelí 48 horas antes y debe irse antes de las 22H00», lamenta el padre.

Sus padres y hermanos ya no se atreven a ir a verlo. Temen represalias.

Mohamed Hajajla se pasa la mayor parte del tiempo en casa. «No puedo jugar con mis amigos, no puedo ir a comprar, tengo que esperar a que mi padre o uno de mis hermanos venga conmigo».

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