Wilfredo Arriola,
Poeta y escritor
Faros en medio de la tempestad
Cualquiera ha tenido días grises, otros más. Vuelve a mi mente la frase de “tener problemas se cura teniendo problemas de verdad”. En la cotidianidad, uno parece ser, se va llenando de rutina, de cosas insípidas y empezamos a dolernos de aquellos pequeños detalles que nos detienen el paso de la felicidad.
He tenido conversaciones con personas allegadas a lo mío, donde cada quien se ha dado la tarea de contarme a su modo, aquellas cosas que les generan malestar en su vida y al escucharlas me he considerado lo afortunado que soy, por dos cosas: por tener una vida medianamente tranquila y lo otro, por tener como amigos a personas valientes que desde su trinchera hacen de lo suyo, una forma de vivir con agallas y sobre todo con la frente en alto. Cada quien pena lo suyo de una manera diferente, unos ocupan risas, otros se salvan en la música, otros acuden al veneno horripilante de la droga o los vicios.
No soy el juez del mundo para considerar que está bien o mal. En todo caso, el infierno se paga por cuotas por nuestras malas decisiones, hay quienes tienen una larga cola que pagar, otros lo pagan al contado y en ese contado pagan de más y se salvan o continúan en su mismo caminar. Como dice la Biblia en el pasaje de proverbios 26: 11: “Como perro que vuelve a su vómito, así es el necio que repite su necedad.” En ese camino podemos ser los artífices de las cosas que nos pasan o generar un mejor porvenir para lo nuestro.
Hay veces en que siempre he tenido una palabra de consuelo, un comentario para poder mitigar el daño, una palmada en la espalda para hacer menos densa esa espesa sombra que cobija al amigo en tiempos de aflicción. En mis último días he escuchado muchas historias que rayan en una mala toma de elecciones o el destino como Carl Jung le llama en uno de sus axiomas: “Uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz sino haciendo consciente la oscuridad… lo que no se hace consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino” bajo esa aseveración, podría entender que somos artesanos de nuestro futuro, qué hacemos con ello y con la sabiduría que dispondremos para poder tomar la determinación más coherente para salir adelante en lo que nos ocurra. Quizá, hay momentos donde quien pena su océano de inconvenientes solo quisiera ser escuchado y detener el tiempo, descansar la mirada donde no pese y continuar. Los tumores anímicos se sacan por medio de la palabra, por medio de un abrazo, o de una risa espontanea cualquier tarde a plena brisa de octubre entre seres queridos.
Problemas todos tenemos y si no, basta mirar un poco hacía adentro para poder enterarse. ¿Graves o no? Solo quien está adentro del río sabe hasta donde llega el agua, dice el refranero… Si podemos escuchar con atención y brindar un poco de asistencia emocional, la vida nos recompensará a su momento, de otra forma y en otras bocas. Ser otros quienes pasen lo que pasen nos pone en alerta, para saber qué estamos haciendo con nuestras vidas y qué hacemos para estrecharle la mano a quien la necesita. Regalar unas palabras de luz entre tanta bruma podrían ser faros en medio de la tempestad. A lo mejor no somos nosotros, pero el futuro es una baraja boca abajo y no sabemos que cartas repartirá, en ese juego necesitaremos de otros para abordar el destino. Solo quien está adentro del río sabe…