Orlando/EEUU/dpa
A 3.500 kilómetros de distancia de Neymar, que rueda una película en Hollywood, y junto al mágico mundo de Disney, la selección brasileña de fútbol buscará mañana en el Camping World de Orlando su primera victoria en la Copa América Centenario de Estados Unidos frente a la «cenicienta» Haití.
Encuentre o no la fantasía perdida hace ya tiempo, cualquier otro resultado sería un fiasco para un Brasil necesitado de redención después de su gris y criticado estreno ante Ecuador el sábado.
El empate 0-0 frente a sus vecinos ecuatorianos, a los que el árbitro anuló un gol legal, volvió a dejar malparada a una «Canarinha» que sigue sin estar a la altura de su fabulosa historia.
«Ante Ecuador, todo el mundo quería una victoria porque nosotros siempre tenemos que ganar, pero nos acabó faltando algo y tenemos que analizar qué nos faltó», asumió el defensa Marquinhos, pese a «las muchas cosas positivas» que vio en el juego de Brasil.
No todos los expertos coincidieron con el optimista análisis del central brasileño del Paris Saint-Germain. En su debut en el Grupo B de la Centenario, las carencias del grupo dirigido por Carlos Dunga parecieron mayores que sus virtudes, concentradas principalmente en el apartado defensivo.
El hecho no deja de ser una paradoja en una selección que alcanzó la gloria gracias a sus maravillosos y legendarios goleadores.
Pero frente a Ecuador, como en duelos precedentes, la «Canarinha» tuvo muchas más dificultades de las imaginables para generar ocasiones de gol, y más frente a una zaga que tampoco figura entre las mejores del mundo.
«Quiero ganar y para eso necesitamos hacer goles. Tenemos que crear más variaciones para llegar al gol, chutar más de media y larga distancia y no sólo intentar llegar con pases», radiografió Dunga, después de que su equipo abandonara el estadio Rose Bowl de Pasadena con el marcador a cero y pitado por la hinchada, que había acudido al choque con el deseo de ver un alegre y vistoso Brasil.
Con tremendo escepticismo y hasta una llamativa indiferencia, eso es precisamente es lo que espera ver mañana ante Haití la amplia colonia brasileña afincada en Orlando, que -se espera- dé abundante color a un Camping World muy vacío en los dos anteriores duelos de la Centenario.
La débil selección antillana, que debuta en una Copa América con tremenda ilusión pero sin apenas historia futbolística, se presenta como el mejor rival para que la pentacampeona mundial y ochos veces campeona americana recupere su vieja capacidad anotadora y la gracia de un juego que hoy exhibe mediocre y previsible.
«Nosotros tenemos que ganar, pero no hay rivales fáciles, así que tenemos que respetar a nuestro adversario y sacar nuestro mejor juego», advirtió Marquinhos, como curándose en salud, incluso ante la modesta Haití.
En su estreno ante Perú, el seleccionado dirigido por el francés Patrice Neveu encajó una derrota por la mínima (1-0) y, si bien mostró escasa mordiente en ataque, atrás se manejó con cierta solvencia, mostró un sentido táctico que sorprendió a su rival y obligó a los dirigidos por Ricardo Gareca a trabajar más de lo previsto para llevarse la corta victoria.
«Es cierto que nosotros somos los ‘outsiders’ del grupo, pero también somos competidores y tenemos ganas de hacer brillar nuestros colores», había advertido Neveu justo antes del inicio del torneo continental que el sábado arrancó en Estados Unidos.
«Nosotros también nos autopresionamos porque tenemos ganas de lograr los mejores resultados posibles. No queremos ser sólo unos figurantes», añadió el técnico francés, que asumió el mando de «Les Granadiers» en 2015 y los condujo, gracias al repechaje, a su primera Copa América.
Para la pobre Haití, hasta una derrota por la mínima frente al todopoderoso Brasil sería un buen resultado. Para la pentacampeona mundial, todo lo que no sea una goleada alimentaría la sospecha de un nuevo fracaso en ciernes.