Por Miguel Lozano
Madrid/PL
Felipe VI inició este jueves su reinado en España en medio de una difícil coyuntura económica y un efervescente movimiento ciudadano que pide un referendo para decidir entre un Estado monárquico o republicano.
Con la entrada en vigor de la ley de abdicación en el Boletín Oficial del Estado, hospital a las 00.00 horas, clinic el hijo de Juan Carlos de Borbón se convirtió en rey, tras la abdicación de su padre el pasado 2 de junio.
Una clave para su reinado debe ser la evolución política de la sociedad española en los próximos 15 meses, hasta las elecciones generales, período que poseen los partidos monárquicos para revertir su caída en picada.
Esos comicios deben dirimir la contradicción actual, dada por un parlamento con 90 por ciento de diputados que apoyan la Corona y un movimiento ciudadano en crecimiento que pide un referendo sobre el tipo de Estado que desean los españoles, con el respaldo del 62 por ciento de la población, según sondeo.
La nota de alerta la dieron las elecciones al parlamento europeo del pasado 25 de mayo, cuando sufrieron una debacle los partidos Popular (PP) y Socialista Obrero Español (PSOE), que con más del 80 por ciento de los diputados en conjunto constituyen hoy el soporte parlamentario de la monarquía.
De mantenerse la tendencia actual de intención del voto, ambas organizaciones no llegarán al 50 por ciento de los curules tras las elecciones generales de septiembre de 2015, apenas 15 meses después de la proclamación del nuevo rey.
Tanto Izquierda Unida como Podemos, los partidos tercero y cuarto por número de votos en los comicios europeos, promueven -junto a otras agrupaciones políticas- una nueva Constituyente para abolir la monarquía parlamentaria aprobada en referendo en 1978.
El futuro de Felipe VI depende, entonces, de la posibilidad que el PP y el PSOE puedan enfrentar la baja de apoyo popular y de la forma en que IU y Podemos, junto a fuerzas aliadas, logren materializar la tendencia reflejada en las urnas el pasado 25 de mayo.
Otro aspecto de importancia es que la dirección del PSOE -principal partido de oposición- pueda neutralizar para entonces una sublevación incipiente en sus filas de sectores que, como mínimo, consideran se debe apoyar la propuesta del referendo.
El secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, debió apelar a la disciplina partidista para garantizar el voto a favor de la sucesión de los diputados del partido que, según admitió él mismo, tiene hondas raíces republicanas.
Rubalcaba explica la contradicción con el argumento que el PSOE es parte del consenso de 1978 para la transición de la dictadura de Francisco Franco (1939-1975)con la aceptación de la monarquía parlamentaria como fórmula de estabilidad en momentos muy complicados.
Los sectores más jóvenes del partido no muestran el mismo compromiso con aquella decisión y la evolución de este sector podrá tener también una influencia importante en los acontecimientos futuros.
Está por ver también si logra cuajar la reactivación económica que el gobierno considera está en marcha para salir de una crisis que afectó por igual a los partidos PP y PSOE y la credibilidad de todo el sistema.
Con Felipe VI, la Casa Real gana caras nuevas y aparta figuras vinculadas a casos de corrupción que llevaron a la población a dar a la Corona una calificación de 3,7 sobre 10 en una encuesta del Centro de Investigaciones Sociales, dependiente del ministerio de la Presidencia.
El movimiento republicano tiene apoyo de sectores fuera de la política, como en el mundo de la cultura, del cual emanó ayer una declaración que pregunta como se puede cambiar la jefatura del Estado sin escuchar la opinión de los ciudadanos.
El modelo de Estado aprobado en 1978 -afirma el documento- no tiene por qué ser inamovible y para siempre, porque estamos en el siglo XXI y entendemos que no debe heredarse un estado como un patrimonio privado.
Creemos en el principio de igualdad sin privilegios, en toda democracia, en la soberanía del pueblo y que es la hora de reivindicar el ejercicio de ese derecho en referendo, subraya la declaración firmada por los intelectuales.