Mauricio Vallejo Márquez
Escritor y coordinador
Suplemento Tres mil
Entre más tenemos, tenemos menos. Esa aparente contradicción es sabiduría de vida, es una de las cosas que me hacen caminar con toda tranquilidad por las calles, mientras veo pasar en terrible agitación los vehículos. Todos preocupados porque quieren más y más y por eso aceleran por las carreteras. Poco a poco cambian su vida por una pantalla gigante de televisión, por un celular de lujo, por un vehículo, por nada. Cuando de pronto se percatan que el tiempo se les fue entre los dedos como el agua derramada. Sin remedio terminan los días y la libertad dándose cuenta que lo valioso quedó en el ayer.
Hace un par de días, don Jaime Romero me envió un interesante video en el que Jorge Mujica (el expresidente de Uruguay, un hombre sabio) nos explica que la felicidad no está en tener mucho, sino con poco. Porque la felicidad está en la sobriedad, dentro de cada uno. Un presidente que vivió en la frugalidad con toda la tranquilidad del mundo y le enseñó a este agitado siglo que se puede y es mejor vivir con poco. Tener poco no es pobreza, es ser consciente. Tener lo necesario y no llenarse de cosas que a la larga solo nos restan la tranquilidad y los años de vida.
“Inventamos una montaña de consumo superfluo”, afirma Mujica.
La gente va gastando la vida comprando y comprando sin pensar si desea ese objeto o si lo necesita. Porque lo que le resulta urgente y necesario es gastar. Mujica explica que todo lo compramos con tiempo, porque el dinero representa el tiempo que invertimos para representarlo en ese papel moneda. El minimalismo enseña que tener poco es sumar: más tiempo, más tranquilidad, entre otras. Una enorme diferencia que pareciera vedada para este sistema de consumo donde lo que importa es la apariencia y llenar los vacíos que serían fácilmente saciados con aprender a vivir y disfrutar la vida. Mientras más se acumulan cosas se disfruta menos del espacio que tenemos pensando en lo que queremos sin percatarnos de lo valioso que es no preocuparse por no tener para pagar la tarjeta de crédito que va sumando intereses porque pensamos que nos urgía una camioneta de lujo, o porque no nos alcanza para comer porque hay que pagar la cuota del celular de lujo. Incluso la delincuencia disminuiría porque los ladrones no les urgiría tener una camisa de marca y se darían cuenta que es mejor la tranquilidad que la latente posibilidad de la cárcel y la muerte. Y los políticos al fin harían lo que de verdad tienen que hacer antes de pensar en sus salarios y dejar de considerar como decía Eduardo Galeano que los pobres se alimentan de promesas.
Si la gente supiera lo que de verdad vale dejaríamos de ver expresidentes presos por haberle hurtado al pueblo. Y lo que se gasta en un cárcel para tener un pueblo más educado y saludable. Pero, es soñar demasiado. El mundo no se puede cambiar, pero uno sí. Y yo elijo ser feliz con lo poco antes de creer que lo mucho es la felicidad.