Carlos Girón S.
¿ Podrá la gran familia salvadoreña esperar un “feliz y próspero año nuevo en el 2018”? En lo particular, sí, muchas, muchas familias pueden aspirar a ese ideal, pero colectivamente, es dudoso si no difícil. ¿Por qué? Porque si los gobernantes, en las distintas esferas, no aspiran, no buscan como propósito, primero que todo, que haya paz –que se sienta-, armonía, entendimiento, cooperación entre los elementos que conforman los tres Órganos del Estado, es imposible que realmente el pueblo se sienta tranquilo, dedicado a trabajar, pues no se siente dirigido con la inteligencia y buena voluntad debidas por la senda del progreso y el bienestar.
¿Cómo puede el pueblo sentirse contento, esperanzado y feliz si en algunas esferas oficiales están enquistados elementos que más bien son sus enemigos? ¿Cómo quiénes? Los diputados de oposición que se niegan, para empezar, a aprobar el presupuesto general de la nación; que viven boicoteando las iniciativas del Gobierno para la obtención de recursos indispensables para mantener y proseguir, ampliando, los programas que precisamente benefician a las grandes mayorías –el pueblo trabajador-; que defienden sus propios intereses y los de quienes los financian, como es el caso de la contumaz negativa a aprobar la Ley General de Aguas –que ellos, los derechistas, tienen engavetada desde hace DIEZ AÑOS, para no afectar a las empresas que embotellan el precioso líquido y matan de sed a la gente, u obligarla a pagar un alto costo de esa agua embotellada, de las grandes empresas-.
¿Cómo puede esperar el pueblo tener un feliz y próspero año nuevo 2018, cuando tiene sobre sus espaldas la dictadura de 4 abogaditos (Lic. Guillén) de la fatídica Sala de lo (in)Constitucional, que se la rebuscan para ver cómo dañan al pueblo, de una u otra manera (inconstitucionalidad del Presupuesto de 2017; negativa a mejorar las pensiones de los jubilados, etc.).
Podría estar contento el soberano si no siguiera en su cargo el actual fiscal general de la República, que como los de la Sala o junto a ellos, le ha ocasionado mucho daño y sufrimiento. (Y ya es hora de sustituirlo, por cierto).
¿Cómo puede estar tranquilo y contento temiendo la remota eventualidad de que los areneros atraparan de nuevo el Gobierno después de los tantos y tantos perjuicios que le ha causado con los millonarios robos, que pudieran repetir? El pueblo sabe que esto podría suceder si por desgracia uno de los candidatos multimillonarios llegara –por desgracia a ganar las próximas elecciones presidenciales-.
¿Y el temor de que uno de ellos, extranjero, por capricho de los electores le dieran el gane? Aquí es oportuno el recordatorio al TSE para que certifique y se cerciore bien de la legalidad de los candidatos presidenciables, pues hasta ahora no se ha esclarecido el caso del candidato hijo de padres extranjeros y él mismo nacido fuera del territorio nacional, quien, sin importarle eso, anda alegre promoviéndose en las comunidades y sectores diversos a lo largo y ancho del país.
Los salvadoreños sabemos muy bien que la vida de las familias salvadoreñas puede muy bien abrigar la esperanza de felicidad y prosperidad, si continúan las políticas sociales y humanitarias que viene desarrollando el actual Gobierno de Sánchez Cerén.
El pueblo bien ve que en verdad el país se encamina por un sendero correcto: no padece escasez de nada, hay oportunidades de trabajo, y que la economía va para arriba (ha crecido en un 2.4%, novedoso por el hecho de que los gobiernos areneros la dejaron con saldo rojo), y que se ha aminorado la pobreza significativamente, en espacial por los proyectos progresistas del Gobierno (Ciudad Mujer).
El pueblo está consciente de la posibilidad de tener la ocasión de vivir contento y esperanzado si al Congreso llegan diputados patriotas, y a la pérfida Sala abogaditos dignos y con sentido humanitario, como igualmente a la Fiscalía General de la República.
Lo que el soberano debe hacer, como tarea imperativa, es llevar en las próximas elecciones -a las alcaldías municipales, al Congreso y a la Presidencia de la República- personas con sentido de Patria y el deseo de servir de veras –no servirse a ellas mismas— a los legítimos intereses de la nación y de sus habitantes. Como ya dijimos antes: esa es la consigna.