París/AFP
Ferroviarios y funcionarios franceses se movilizaban este jueves en todo el país para defender sus estatutos, lo que supone el primer gran desafío social para el presidente Emmanuel Macron, elegido en mayo pasado, y para su gobierno.
Además de una manifestación prevista a media jornada en París, un total de 180 movilizaciones de miles de personas fueron organizadas este jueves en todo el país.
En la capital, estaban bloqueados una decena de liceos, y se produjeron enfrentamientos entre jóvenes manifestantes y policías, que usaron gases lacrimógenos. También hubo incidentes en las ciudades de Rennes y Nantes (oeste).
Macron se enfrenta este jueves a su mayor desafío desde que asumió hace menos de un año, con una huelga ferroviaria en oposición a un proyecto de reforma de la compañía nacional SNCF que incluye el fin del estatuto laboral que tienen sus empleados.
Este estatuto, que incluye varias ventajas con respecto al régimen general de los trabajadores, sobre todo en cuanto a la jubilación, dejaría de aplicarse a los nuevos empleados.
La reforma ferroviaria –un «paso» hacia la privatización de la SNCF, según algunos– se realiza además por decreto, un mecanismo más rápido que reduce los debates parlamentarios y que suscita fuertes críticas.
Macron ha emprendido una serie de reformas laborales que incluyen un plan para la supresión de 120.000 puestos de trabajo en la función pública, con el objetivo de recortar el gasto estatal.
Este jueves habrá huelgas en el transporte aéreo, la educación y la salud pública. Se trata de una jornada que se anuncia como la más difícil socialmente para Macron, desde las manifestaciones a fines de 2017 contra su reforma laboral, que ya ha sido adoptada.
«Esta vez, Emmanuel Macron ingresa en el más duro de los terrenos», proclama un editorial del diario de derecha Le Figaro, «pues con las reformas de la SNCF y de la función pública, se enfrenta al Everest del conservadurismo francés y a los últimos regimientos del sindicalismo más radical».
El presidente francés, de 40 años, elegido tras un fulgurante ascenso que transformó el paisaje político del país, había prometido amplias reformas.
Poder adquisitivo
«Francia no es un país reformable. Muchos lo han intentando y no lo lograron, ya que los franceses odian las reformas», dijo Macron en agosto pasado, precisando que lo que busca es «transformar» el país «en profundidad para que encuentre el destino que le corresponde».
Siete sindicatos de funcionarios franceses convocaron esta jornada de huelga en contra de la pérdida de poder adquisitivo y en defensa del estatuto de los empleados públicos, que según ellos está en riesgo.
«Si no hacemos nada, el gobierno no va a ceder», dijo el miércoles Philippe Martinez, secretario general del poderoso sindicato CGT.
La fecha del 22 de marzo fue elegida deliberadamente para coincidir con la protestas de 1968 que desembocó en las históricas movilizaciones de mayo de ese año.
Algunos recuerdan todavía la masiva huelga de 1995, que fue la más importante movilización en Francia después de mayo de 1968 y que paralizó el tráfico ferroviario del país y que obligó a retroceder al gobierno de derecha que pretendía reformar el sector del transporte y las jubilaciones.
Según los datos entregados por la empresas pública de ferrocarriles, que cada dia transporta tres millones y medio de pasajeros, apenas el 40% de los trenes de alta velocidad (TGV) circularán el jueves en Francia y 25% de los trenes de medio recorrido.
La autoridad de aviación civil de Francia indicó que un tercio de los vuelos hacia y desde los principales aeropuertos de París -Roissy-Charles de Gaulle, Orly y Beauvais- serán cancelados el jueves debido a una huelga de controladores aéreos.
Según un sondeo divulgado el jueves, una mayoría de franceses (58%) considera la política del gobierno conforme a los compromisos de campaña de Emmanuel Macron, pero 74% califica también de injusta esa política.
Disturbios
Aunque miles de participantes en la manifestación marchan en calma por las calles de París, algunas bandas de encapuchados que actúan al margen de la procesión protagonizaron hechos violentos como destrucción de inmuebles y lanzamiento de petardos a los agentes del orden público.
En respuesta, los uniformados emplearon cañones de agua para intentar dispersar a los autores de las agresiones, lo que genera un clima de tensiones a lo largo de la demostración.