Por Marianne Barriaux
Madrid/AFP
El partido de izquierda radical Podemos cesó el miércoles a su número tres en medio de fisuras internas y una serie de dimisiones en cadena, cialis tras un ascenso fulgurante que lo convirtió en la tercera fuerza política española.
Pablo Iglesias, sovaldi el secretario general de la formación que en dos años sacudió el escenario político español, diagnosis destituyó en la noche del martes al miércoles al responsable de organización del partido, Sergio Pascual, en un breve comunicado.
Le reprocha «una gestión deficiente cuyas consecuencias han dañado gravemente a Podemos en un momento tan delicado como es el proceso de negociaciones para conformar un Gobierno del cambio».
Horas antes, Iglesias alertaba a sus militantes de que sus adversarios podían aprovecharse de sus divisiones.
«En Podemos no hay ni deberá haber corrientes ni facciones que compitan por el control de los aparatos y los recursos», escribía.
Analistas y miembros del partido, nacido en enero de 2014, ven en estas tensiones una crisis de crecimiento que podría perjudicarle si se prolonga.
«El electorado español ha tendido a castigar las fisuras internas. Se suelen achacar a la lucha interesada para ocupar el poder, no como una lucha por diferencias ideológicas», explica Lluís Orriols, profesor de ciencias políticas en la Universidad Carlos III de Madrid.
Tercer partido político en las elecciones legislativas del 20 de diciembre, con 65 diputados de un total de 350, Podemos es crucial para permitir un eventual gobierno dirigido por el partido socialista PSOE (con 90 escaños).
Sin embargo, hasta el momento no dio su apoyo, y criticó la alianza de los socialistas con el partido de centroderecha Ciudadanos.
Esta negativa impidió que el líder socialista Pedro Sánchez recibiera la confianza del Congreso, y ahora las formaciones disponen hasta el 2 de mayo para alcanzar acuerdos o jugársela con unas nuevas elecciones que tendrían lugar en junio.
Desde entonces, la prensa española especula con posibles tensiones entre Iglesias y su número dos, Íñigo Errejón, presentado como favorable a un acercamiento con los socialistas y cercano a Sergio Pascual.
En su carta a los militantes, Iglesias niega que exista «un Podemos dócil dispuesto a rendirse y a facilitar la investidura de un Gobierno PSOE-Ciudadanos frente a un Podemos radical».
Crisis regionales
Para añadir más dificultades, pequeñas formaciones regionales que acudieron a las elecciones en coalición con Podemos parecen tomar distancias.
En Valencia (este), el partido Compromís dejó el grupo parlamentario de Podemos y en Cataluña, la carismática alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, aliada de Iglesias, trabaja en la creación de un nuevo partido.
En Galicia (noroeste), diez dirigentes de la formación dimitieron en febrero y en marzo otros diez lo hicieron en Madrid.
«Las dimisiones en Madrid se produjeron en el peor momento posible», reconoció Iglesias. «No debemos volver a cometer errores como éste, y deberán asumirse las responsabilidades».
Los sondeos indican que Podemos perdería escaños en unas nuevas elecciones y muestran también una división de su electorado sobre la estrategia a seguir en los pactos de gobierno.
«Podemos es una amalgama de un montón de grupos, tendencias, partidos, desde plataformas ciudadanas a organizaciones sociales, pequeños partidos, organizaciones universitarias», recuerda Luis Arroyo, especialista de comunicación política, para concluir que este tipo de tensiones son normales.
La formación se aglutina principalmente alrededor de miembros del movimiento de los indignados nacido en Madrid en 2011 contra las políticas de austeridad, militantes del residual partido Izquierda Anticapitalista y antiguos miembros del partido ecolocomunista Izquierda Unida, al que estuvo vinculado el mismo Iglesias, ahora acusado de controlar demasiado a la militancia.
Breogán Rioboo, cesado como secretario general de la formación en Galicia, criticaba en una entrevista con la AFP la concentración de poder en la formación.
«Hay que caminar para evitar repetir los mismos errores que los otros partidos (…) o nos convertiremos en más de lo mismo», decía.
Para Fernando Vallespín, profesor de ciencias políticas, estas dificultades se explican por la necesaria conversión de un grupo de militantes en un partido: «Lamentablemente hay casi un imperativo de adaptarse a los requerimientos de la organización que están reñidos con la espontaneidad revolucionaria y del activismo».