Luis Armando González
Una tarea de análisis que se impone es escudriñar las razones por las cuales esos militantes y simpatizantes1 tuvieron el comportamiento referido. Si se le atina a esto, quizás ello le permita al FMLN (y al gobierno) tomar las medidas correctivas en lo que queda para las elecciones de 2019. Sin ser exhaustivos, y de manera muy gruesa, se pueden identificar tres posibles razones que alimentaron la decisión de no apoyar al FMLN en estos militantes y simpatizantes (que ciertamente no son un grupo homogéneo ni en su composición social ni en sus ideas).
En primer lugar, están quienes no apoyaron al partido por considerar que este (y el gobierno) ha abandonado el proyecto socialista y se ha acomodado al orden neoliberal3. Se trató aquí de un castigo por razones ideológicas. Se debe identificar a estos sectores (en los que hay no solo militantes, sino también simpatizantes), pues determinar su número y su peso simbólico es clave para atender sus preocupaciones y sumarlos de nuevo al proyecto. Muy cerca de este sector está el de los militantes que se han sentido excluidos de las decisiones políticas que se toman en el partido, en concreto en las decisiones que se toman para la selección de candidatos para cargos de elección popular. Aquí hay un malestar con las instancias de dirección partidaria, en sus diferentes niveles, al que conviene prestar atención, pues hay indicios de que tuvo repercusiones en el comportamiento electoral de la militancia en el ámbito local.
En segundo lugar, están quienes (como militantes o simpatizantes) se han sentido ninguneados, maltratados y excluidos por titulares, vicetitulares y mandos medios que llegaron a cargos institucionales en los gobiernos del FMLN. No hay una contabilidad exacta de esos casos, pero las (malas) experiencias abundan: militantes y simpatizantes del FMLN que tenían un empleo e incluso cargos de jefatura en instituciones públicas desde antes de 2009 fueron maltratados, ninguneados y excluidos por quienes ocuparon cargos superiores con Funes; y lo mismo hicieron varios de los que ocuparon cargos superiores con el Presidente Sánchez Cerén: no dudaron en ningunear y hacer a un lado a militantes y simpatizantes del FMLN que ya estaban ahí y que ocupaban puestos que fueron llenados, tras el desplazamiento de aquellos, por mandos medios del agrado de los nuevos titulares (en varios casos, con ninguna trayectoria de compromiso ni con la izquierda ni con el partido). Como agravante de esto, se ha hecho presente la ostentación de privilegios (relacionados con ingresos muchas veces desproporcionados) que han sido ofensivos para militantes y simpatizantes con ingresos precarios o sin ingresos fijos, dada su inestable condición laboral.
Lo irónico de esto es que ese ninguneo y esas actitudes excluyentes no solo han caracterizado a gente no vinculada al partido que ocupó (y ocupa) cargos de nivel medio y superior, sino a gente del partido que no tuvo el tino de cuidar a militantes y simpatizantes que en momentos críticos siempre dieron la cara por el partido. Porque, en efecto, uno de los nervios del FMLN son esos militantes y simpatizantes que, en los noventa y hasta antes de 2009, aunque trabajaran en un aparato de gobierno controlado por ARENA, se la jugaron por el FMLN, aún a costa de correr el riesgo de perder sus empleos. Hay que incluir aquí a militantes y simpatizantes fuera del aparato de gobierno que simplemente fueron ignorados por quienes, camaradas suyos, se apoyaron en ellos para acceder a cargos públicos a nivel departamental y municipal.
En tercer lugar, están quienes no apoyaron al FMLN porque simpatizan con Nayib Bukele, lo cual les llevó a atender su llamado a no votar o a anular su voto, en una clara invitación dirigida a militantes y simpatizantes del FMLN. Quizás el llamado tuvo más impacto en estos últimos, pero no es descabellado pensar que entre los primeros hubo quienes fueron tentados por la invitación. Hay que recordar que en la “ruptura” de Bukele y el FMLN uno de los temas que salió a relucir fue la identificación que hizo el alcalde capitalino entre el FMLN y ARENA, lo cual significaba una dura crítica para el Frente que situaba a Bukele en una postura más radical de izquierda pues, en el contexto de su crítica, ARENA era (¿es?) lo peor que podía existir. Este planteamiento se acompañó con la tesis de una innovación de la política tradicional, para la cual la clave era el cambio generacional. El éxito de esta propuesta entre sectores jóvenes (y no tan jóvenes) simpatizantes activos o potenciales del FMLN no se puede negar. Su número efectivo se desconoce, pero su contagio, por ejemplo, en la Facultad Multidisciplinaria de Occidente de la UES (y no solo entre alumnos), es inobjetable.
Que quienes, atendiendo el llamado de Bukele, no votaron o se abstuvieron de hacerlo con la intención de castigar al FMLN terminaron por favorecer a ARENA y a la derecha más rancia (o sea, a lo peor de lo peor, en el enfoque crítico de Nayib Bukele cuando comenzó su ruptura con el FMLN) es otra historia, que hace parte de las paradojas de este país. Lo mismo que hace parte de las paradojas nacionales el que personas que se dicen seguidoras de Mons. Romero y los mártires de la UCA “celebren” que el partido fundado por el asesino de Romero y el partido que auspició el asesinato de Ellacuría y compañía esté en camino de controlar (casi en su totalidad) el Estado salvadoreño. Definitivamente, odian al partido equivocado4.
Por último, están quienes, siendo simpatizantes o militantes del FMLN, no asistieron a las urnas por miedo a las pandillas (porque recibieron amenazas directas o por rumores). En lo que concierne al FMLN y al gobierno este es un asunto que debe ser examinado con el mayor detalle no solo por razones políticas, sino por un interés nacional. De hecho, debería ser tema de análisis por parte de todos los que dicen que les preocupa el bien común, aunque se opongan el FMLN. En el mismo sentido, debe ser tema de preocupación nacional el que las alcaldías se puedan convertir en espacios en los que se favorezca al crimen, pues –si eso llegara a suceder— la sociedad en su conjunto saldría perdiendo, no solo los efemelenistas.
Dicho lo anterior, lo que sigue son las decisiones que se tendrán que tomar tanto en el FMLN como en el gobierno. La audacia, repetimos, debería ser el criterio orientador. Una audacia, que por cierto, no es ajena a la tradiciones de lucha del FMLN desde la guerra y luego cuando se convirtió en partido político. Dos grandes acciones se abren como posibles, pese a no ser las únicas.
La primera, reacomodos (se puede usar una palabra más fuerte, por supuesto) en el partido, de forma tal que se mande un mensaje claro a militantes y simpatizantes de que se les ha escuchado. Hay que tomar en cuenta aquí que muchos de los que dieron su voto al FMLN no lo hicieron por estar satisfechos, sino por su fidelidad a “prueba de balas” hacia su partido. Junto con esto, reacomodos en el aparato de gobierno, en primer lugar para mandar un mensaje positivo a militantes y simpatizantes del Frente, pero también a otros sectores sociales ajenos al partido, pero no identificados claramente con la derecha política en ninguna de sus variantes.
Un reto importante en el gobierno quizá sea el de superar ese divorcio entre la gestión pública y el proyecto político del FMLN. El tecnicismo, el afán por los números y las cifras, y el celo burocrático (con el que quiere mostrar una no contaminación política de lo que se hace) se han revelado contraproducentes, además de haber servido de resguardo a quienes, sin identidad de izquierda (no digamos ya, efemelenista) trabajan en el gobierno para sí mismos. Los mensajes, el simbolismo, las ideas… son más urgentes que nunca de parte de la gente que ocupa cargos en el partido y en el gobierno.
La segunda, tomarse en serio los males que traería al país un control del Estado por ARENA y la derecha. Hacer todo lo posible por evitarlo debería ser el norte del FMLN y el gobierno. Y en este esfuerzo deberían estar todos los que no deseen ese desenlace. Lo cual quiere decir abrirse a un proyecto de amplia participación que incluya, sin pretensiones hegemónicas de nadie, un abanico de fuerzas políticas, sociales, culturales e intelectuales. Una especie de Bloque Político Social Popular en el cual la lucha político electoral esté presente, pero no lo sea todo. A nivel político, quizás el soporte más efectivo sea una gran coalición que incluya, en principio, al Movimiento Nuevas Ideas (de Nayib Bukele), al CD y al FMLN, y a lo mejor también a GANA. Como en muchas crisis, las oportunidades nunca faltan: quizás pueda nacer de aquí un bloque de izquierda y centro izquierda que, a la manera de la Concertación de partidos por la democracia en el Chile de la transición, nos permita avanzar hacia un nuevo proyecto de país después de 25 años del Acuerdo de Paz. A nivel social popular se trataría de articular eficazmente al movimiento popular progresista con las metas políticas del partido, sin caer en el instrumentalismo, pues de lo que se trataría es de potenciar a ese movimiento popular en sus demandas y propuestas.
Por último, una iniciativa como la propuesta no debería ser descartada por herética, que ciertamente lo es. Pero las herejías siempre han dado vitalidad a la izquierda y le han permitido actuar con audacia ante situaciones difíciles. Asimismo, todos los que acuerpen un proyecto de esta naturaleza deberán saber que los une un objetivo mínimo común, y que al asumirlo renuncian a maximalismos ideológicos y políticos. Desde nuestro punto de vista, si esto se asumiera como posible en el FMLN, la tarea de llevarlo adelante debería recaer en sus líderes de mayor sabiduría, experiencia y credibilidad ante propios y extraño, y quienes, si son elegidos para ello, deberán dedicarle sus mejores energías.
1. Se habla aquí de militantes y simpatizantes porque estos últimos han sido y son no solo parte del caudal electoral del FMLN, sino agentes activos en la defensa de los intereses e ideales del partido. Es importante restituir a los simpatizantes del FMLN el valor que se merecen, pues en las grandes jornadas electorales han trabajado hombro a hombro con los militantes del partido como iguales en compromiso y responsabilidad.
2. Pero no solo hay que pensar en 2019, sino en el futuro del FMLN como una fuerza política significativa. En tres años habrá de nuevo elecciones legislativas y municipales y el FMLN no puede perder de vista la necesidad de prepararse de la mejor manera para recuperar una cuota de diputados que haga el balance en la Asamblea Legislativa. Sin la recuperación de su voto duro eso no será posible.
3. Quienes pertenecen a este sector deben ser conscientes de que no representan a la totalidad de militantes y simpatizantes del FMLN, entre quienes hay personas que no comparten su radicalismo ideológico, pero de las cuales el Frente no debe prescindir (como no lo hizo en los años ochenta, durante la guerra civil).
4. Quien esto escribe jamás disculpará a ARENA y a la derecha los asesinatos de Romero y los jesuitas de la UCA, y sí está dispuesto a disculparle al FMLN errores y fallas que no se asemejan a esos crímenes horrendos, y a otros muchos que causaron la muerte de personas inocentes e indefensas. Eso no impide la crítica. Sí excluye el rechazo visceral, que es justo el que romeristas y ellacurianos deberían mostrar ante ARENA y la derecha. Pero ahora parece ser que odian al FMLN y se congratulan de su fracaso, y del subsiguiente ascenso de ARENA.