Iosu Perales
Entre los días 24 al 26 de junio tendrá lugar en San Salvador el XXII Encuentro del Foro de Sao Paulo que reúne a los partidos políticos más relevantes de América Latina. En un marco de dificultades de la izquierda, hospital especialmente en Brasil, cialis sale Venezuela y Argentina, pero también en otros países de la región, el evento representa una oportunidad para reflexionar, debatir y diseñar estrategias de una izquierda que debe superar el concepto de resistencia por el de gobernar. Puede parecer una obviedad, pero no lo es en la medida en que su futuro depende de resolver bien una disyuntiva: o los gobiernos progresistas profundizan en los procesos de cambio social y democrático o cosecharán nuevo reveses. Esta disyuntiva se plantea, por cierto, en un contexto de ofensiva del capital financiero norteamericano en lo económico, en lo político, en lo diplomático y en lo conspirativo. Es un marco con el que hay que contar.
Abordar bien esta disyuntiva supone ser radicalmente críticos con quienes creen ver en los pasos atrás y frenazos de los gobiernos progresistas una auto profecía cumplida y, de otro, con quienes se atrincheran en análisis injustificadamente optimistas sobre esos mismos gobiernos. Ni agoreros ni triunfalistas, la verdad está en la realidad no en ideas preconcebidas. Digo no al hipercriticismo y digo no al conservadurismo. Para acertar a definir la ruta estratégica de la izquierda, es necesario eso sí, partir de dos premisas: a) de ningún modo el neoliberalismo está derrotado. El capitalismo y su expresión neoliberal tienen muchos recursos para la confrontación; b) es importante para la izquierda reconocer toda la fuerza de que dispone, sacudiéndose de encima ese complejo que le lleva a actuar con frecuencia de manera excesivamente timorata.
En lo que estoy pensando básicamente es en lo siguiente: atreverse es proponerse a cambiar el modelo productivo, dar impulso a una economía alternativa y movilizar y organizar a nuevos actores productivos. No es suficiente con hacer políticas asistenciales. Son importantes, de acuerdo, sobre todo en zonas especialmente deprimidas, pero no son el corazón de la política de izquierda. En la medida en que el modelo productivo cambie irá cambiando la realidad social, aumentará el empleo digno y mejorará el mapa humano del país. Lo que hay que lograr es que tras cada legislatura de un gobierno de progreso, podamos hacer un balance de cambios irreversibles en las estructuras económicas y sociales de un país. Si no lo conseguimos al menos en un grado razonable tenemos un problema.
Esto significa que aunque los factores externos a la izquierda, tales como las derechas locales y los poderes financieros que dominan el modelo neoliberal, tengan una influencia enorme sobre las vidas de los pueblos, no debemos caer en una posición de queja continuada que nos neutraliza, sino explotar las potencialidades de nuestros pueblos y de nuestros partidos, su capacidad de movilizarse y de organizarse para transformar la base productiva y las relaciones sociales. Para ello es importante ensanchar la base social y electoral de los procesos de cambio. Para las izquierdas no es suficiente con estar bien conectadas con aquellos que no le van a abandonar nunca. Es preciso llegar a nuevos sectores sociales, incluso a los que no votan izquierda a pesar de vivir los mismos problemas y sufrimientos de quienes si lo hacen. Lo que significa reactualizar el proyecto y el discurso para seducir a las mayorías sociales. El desafío consiste en ganar la gran batalla de las ideas, la lucha por la hegemonía.
Ciertamente, cambiar el modelo productivo no es como cambiarse de camisa. Pero sólo la decisión de hacerlo y una planificación a medio plazo puede avanzar en la buena dirección. Lo que no puede ser es que algunos gobiernos progresistas tiren del hilo rentista y extractivista de manera continuada, sin otro horizonte, sin cuestionar el modelo imperante y dar pasos sustantivos hacia la diversificación productiva. Planificación que debe transcender a cada país y ha de tener una dimensión regional y que debe aspirar a entrar en la cuarta revolución industrial, invirtiendo en nanotecnología, en biotecnología y en tecnologías de la información. La pregunta, entonces, para el Foro de Sao Paulo es: ¿Qué plan tienen los partidos de la izquierda para revertir el neoliberalismo y dotar a los pueblos de un nuevo modelo productivo, más igualitario, más participativo, más democrático? Personalmente pienso que me he convertido en una especie de apóstol del territorio, pero es que en la actual correlación de fuerzas ahí está la clave para la apertura de procesos de cambio. En los territorios tenemos la mejor correlación de fuerzas para este empeño de construir de abajo hacia arriba nuevas economías populares y una nueva realidad social.
Los partidos del Foro de Sao Paulo tienen que reconocer que algo no estamos haciendo bien. Con frecuencia nuestros gobiernos de izquierda están atascados en la agenda que impone la derecha. Con los medios de comunicación a su favor, la derecha hace su juego, absorbe nuestras energías haciendo que la legislatura vaya transcurriendo en debates interminables sobre los asuntos que le interesan. Nosotros, la izquierda, los gobiernos progresistas, hemos de tener nuestra propia agenda en complicidad con los movimientos sociales, con las ONGs progresistas, con actores multidisciplinares de los territorios.
El Foro de Sao Paulo, debería dedicar el tiempo suficiente para un diagnóstico de lo que significan las amenazas de la derecha que con apoyo externo ya dieron golpes de Estado blandos en Honduras, en Paraguay y ahora en Brasil. Pero debe dedicar aún más tiempo a pensar y trabajar estrategias constructoras de una nueva sociedad continental. Algunos puntos de interés pueden ser:
1. Es importante luchar por evitar un cambio conservador de la correlación de fuerzas, dando batallas contra conspiraciones en Venezuela, contra los golpes de estado blandos, ahora en Brasil,
2. Es esencial que las izquierdas en los gobiernos puedan mostrar resultados positivos netos en la lucha contra la pobreza y la exclusión (es decisivo que la promesa de la izquierda de poner fin a la exclusión se vaya haciendo una palpable realidad), de manera que se sigan ganando espacios de gobierno progresista,
3. La lucha contra la corrupción debe ser implacable, tolerancia cero, de lo contrario se volverá contra la izquierda y los gobiernos de progreso padecerán la desafección ciudadana,
4. Es fundamental que desde los gobiernos de izquierda se impulse la construcción desde debajo de nuevas economías, demostrando que es factible crear nuevos modelos productivos y nuevas relaciones sociales,
5. Es decisivo que se diseñen estrategias territoriales para un buen desarrollo en clave postneoliberal,
6. Será importante para el futuro de países y del sub continente que las alianzas entre las izquierdas, con inclusión de gobiernos progresistas, vayan consolidando espacios inter-gubernamentales y de asociación con propuestas alternativas de desarrollo y una nueva presencia política en el mundo global,
7. Las izquierdas deben encontrar en el desarrollo del pensamiento del Socialismo del Buen Vivir el marco teórico y el enfoque estratégico que le dote de una nueva narrativa y de un horizonte claro hacia el que caminar,
8. Las izquierdas deben procurar un cambio en profundidad de las fuerzas armadas y policiales, renovándolas con audacia y con el propósito claro de hacer de estas instituciones cuerpos al servicio del pueblo,
9. Los medios de comunicación son a medio y largo plazo herramientas poderosas de la derecha: sin lesionar la libertad de expresión debe haber una estrategia que haga posible revertir desde la legalidad esta situación adversa. Una vía es desde luego los medios públicos o estatales, desde los niveles locales, territoriales y nacionales,
10. Es estratégico que los movimientos y organizaciones sociales, y desde luego los pueblos originarios, sigan consolidando su fuerza movilizadora, sus capacidades propositivas y sus instrumentos de control de la gestión pública y de vigilancia y denuncia de la gestión privada (sobre todo de grandes corporaciones y del capital financiero).