Por Maria Carmona/París/AFP
La extrema derecha fracasó en su objetivo de conquistar por primera vez un gobierno regional en Francia, ya que no ganó ninguna región este domingo en la segunda vuelta de los comicios, pese a su resultado histórico en la primera vuelta.
Según estimaciones, la oposición de derecha ganó en siete de las 13 regiones de Francia, entre ellas la Isla de Francia (la región de París), que la izquierda gobernaba desde hacía 17 años.
Por su parte, la izquierda en el poder, que hasta ahora dirigía todas las regiones menos una, limitó las pérdidas que se le auguraban y ganó en cinco. En Córcega, ganó la lista nacionalista.
Los partidos tradicionales se beneficiaron con una mayor movilización del electorado, con una tasa de participación que subió a 59%, nueve puntos más que en la primera vuelta.
La elección estuvo marcada por los llamados de políticos y de numerosas asociaciones, que exhortaron a «bloquear el camino» al ultraderechista Frente Nacional (FN).
Durante toda la semana de campaña, tanto la izquierda como la derecha se esforzaron en atraer a las urnas a los electores que se habían abstenido en la primera vuelta. La izquierda retiró incluso a sus listas en las dos regiones en las que el FN estaba mejor situado y llamó a votar por el candidato de la derecha.
El primer ministro, Manuel Valls, saludó ese «muy digno impulso» del electorado, pero afirmó que este resultado no debe dar lugar a «ningún triunfalismo», porque «el peligro de la extrema derecha no se ha disipado, ni mucho menos».
Estos resultados son un serio revés para las tres figuras principales del FN: su líder, Marine Le Pen, que perdió en el Norte, al igual que su sobrina, Marion Maréchal-Le Pen y el vicepresidente del partido, Florian Philippot, derrotados respectivamente el sudeste y en el nordeste.
«Nada podrá detenernos», afirmó Marine Le Pen tras conocerse los resultados, en un discurso en el que criticó con vehemencia los llamados a bloquear al FN, calificándolos de «derivas de un régimen agónico».
«Hay victorias que son una vergüenza para los vencedores», dijo Le Pen, en un discurso que sus seguidores escucharon en silencio.
El expresidente Nicolas Sarkozy, líder del principal partido de la oposición de derecha, Los Republicanos (LR) declaró que estos resultados «no deben hacernos olvidar bajo ningún pretexto las advertencias» de la primera vuelta.
En su editorial del lunes, el diario progresista Liberation dijo que «esta victoria es sobre todo una no derrota» y agregó que «fue el miedo a la extrema derecha lo que movilizó a la izquierda y no la adhesión».
Para el periódico conservador Le Figaro estos resultados exigen a los adversario del FN que «se muestren a la altura de la confianza que les volvió a depositar» el electorado.
‘Victoria pírrica’
El politólogo Jean-Yves Camus, de la Fundación Jean Jaurès, estimó que este resultado «tiende a confirmar que hay una barrera para el FN, que se comporta excelentemente en la primera vuelta pero que no sabe ir más allá».
Pero esto «no soluciona el problema de fondo», dijo, sosteniendo que la victoria de los partidos tradicionales es «una victoria pírrica», dado que se construye «contra algo o alguien y no por algo».
Estos comicios son los últimos que se realizan en Francia antes de la elección presidencial de 2017, para cuya primera vuelta los institutos de sondeo colocan a Marine Le Pen a la cabeza de las intenciones de voto.
En la primera vuelta de las regionales, el FN obtuvo un resultado histórico, con 28% de los votos a nivel nacional y en primera posición en seis regiones, en dos de ellas con más de 40%, por lo que esperaba ganar y dirigir el ejecutivo en varias de ellas.
El FN gobierna una decena de municipios en Francia, pero no ha logrado imponerse a nivel regional.
La campaña electoral fue acortada a raíz de los atentados de París, y se acabó en un clima tenso con cruces de acusaciones e improperios.
El primer ministro Valls agitó la amenaza de una «guerra civil» si el FN alcanza el poder.
Los resultados del domingo podrían tener consecuencias para las ambiciones presidenciales de Sarkozy, dado que su estrategia de adoptar los temas tradicionales de la extrema derecha, como la seguridad y la inmigración, no frenó el deslizamiento de una parte de electorado de LR hacia el FN.
En la izquierda, el «frente republicano» (unión para enfrentar a la extrema derecha) por el que optaron los socialistas, fue considerado por algunos como una estrategia en favor del presidente François Hollande con vistas a la presidencial.
Unos 45 millones de franceses estaban convocados a estos comicios para elegir 1.757 consejeros regionales. Los consejeros de cada región eligen después al presidente del ejecutivo regional.