Fractura en la República de Centro América
Caralvá
Intimissimun
El siguiente artículo ha sido tomado de la parte no oficial de Gaceta del Gobierno del Salvador en la América Central T 4. N° 13, San Salvador junio 24 de 1853
Los nacionalistas enemigos de la nacionalidad
“¡He aquí un artículo que a primera vista es una especie de antítesis inexplicable a la luz de la Filosofía, y aun del sentido común: pero que se comprende fácilmente, si se examina su fondo teniendo en la mano la luz de la experiencia!
En efecto amar y aborrecer una misma cosa; procurar su consecución y resistirla, emprender su realización y destruirla, son tendencias contradictorias. Más si conducidos por aquella guía luminosa, penetramos en el complicado laberinto de las pasiones buscando ese secreto funesto, lo encontramos en su centro tenebroso, que avivará la antorcha y el arcano fatal desaparecerá.
Que la nacionalidad sea un objeto digno de los deseos de todos los hijos de Centro América es una verdad tan evidente, como la fraternidad que los une, pero ¿hasta qué punto deba estrecharse esta unión es un problema que no han podido resolver nuestros políticos, al paso que los hombres más exaltados en favor de ella la han combatido al grado de imposibilitar por ahora su establecimiento.
De qué manera se ha verificado semejante fenómeno, se entenderá perfectamente, con solo una ligera remembranza de los hechos más prominentes en la historia de la nacionalidad Centro Americana.
1° Cuando algunos miembros de la Asamblea Nacional Constituyente instalada en la Ciudad de Guatemala en 1824 propusieron el sistema central a aquél augusto congreso, puntualmente en la época oportuna para su adaptación, puesto que Centro América todo estaba habituado al régimen unitario bajo el cual estuvo por muchos años con la denominación de Reino de Guatemala, la mayoría de la misma Asamblea llevada del espíritu de imitación de las instituciones de Norte América y agitada por los nacionalistas exaltados, desechó el voto de la minoría y adopto el sistema federativo, no como está planteado en los Estados Unidos, sino confundiendo los límites del poder general y el de los Estados; por lo que la Constitución de la República se llamó después con razón federo-central.
2° Habiendo comenzado a notarse los defectos de aquella carta por los inconvenientes que ofrecía en su ejecución, especialmente el rose entre los Gobiernos Generales y particulares, por no haber sido deslindadas con exactitud sus respectivas atribuciones, y más aún por no haberse prevenido en la misma Constitución la manera pacífica de resolver las cuestiones que a cada paso se suscitaban entre el Gobierno nacional y los de los Estados, los pensadores amantes del país meditaban una reforma, y la autoridad Central perdía su prestigio viéndose desaparecer a su presencia los territorios más importantes, Belice, Roatán, &, sin que hubiese arreglado en el exterior ni siquiera el reconocimiento de la independencia.
3° A pesar de la pujanza que adquirió la opinión pública contra una tal situación, los nacionalistas fanáticos retardaron tanto la adopción de las reformas de la Carta General, que consideraban perfecta, que crecieron las exigencias de los Estado hasta el punto de no serles ya posible esperar los trámites ordinarios para perfeccionar el pacto de unión. Es preciso saltar las barreras, fue el grito que resonó por toda la nación, aturdiendo a los Representantes del Statu que, sin que se les oyeran otras palabras que aquellas con que ya habían calificado el movimiento regenerador de un vértigo soplado por el genio de la ambición que aparecía revestido de viejas erratas y de preocupaciones locales, sublevando las poblaciones y departamentos, arrebatando las ciudades y rentas públicas y contrahaciendo la voz del Soberano.
4° Desesperadas las secciones de obtener un resultado regular, se separaron del pacto y la lucha se hizo sangrienta, sucumbiendo por último el Gobierno Nacional, pero entonces los nacionalistas conjurados concibieron un plan más ruinoso que el de 1824. Tal fue el de centralizar la República por la fuerza, emprendiendo expediciones y guerras que produjeron mayor aversión y resistencia a la nacionalidad, y privaron a ésta de hombres que por sus capacidades y experiencia podían haber sido útiles al país.
Desde entonces no han salido de esta senda escabrosa, cortada en sus extremidades por los dos abismos de la anarquía y el despotismo militar. Hemos visto a este último asumir su monstruosa cabeza en el Estatuto forjado por la Asamblea Nacional que se reunió en Tegucigalpa y desechado por la mayoría de los Estados que ella representaba, y que desengañados de la absurdidad de las combinaciones con que se ha pretendido conducirlos a la discordia fratricida bajo las apariencias de concordias, han declarado también, disueltos los pactos que los ligaban en orden a nacionalidad, y que sin proporcionarles más que choque destructores entre ellos mismos, les impedían su progreso.
A la vista de esta marcha tortuosa y de todos esos medios empleados por los nacionalistas fanáticos en oposición al mismo fin que han ostentado procurar, de restablecer la unidad de Centro América ¿Habrá quién dude que ellos han sido los verdaderos enemigos de la nacionalidad?
Federalistas indudables desde 1824 hasta 1838 y desde esta época centralistas encubiertos, siempre perturbando con la intriga y dividiendo con la espada las secciones que aparentaban querer unir, y que realmente pretendían dominar para tiranizarlas desde un centro férreo de poder despótico.
Es pues la convicción general, el sublime y saludable instinto de los pueblos para preservarse del absolutismo, el que hoy les pone en posesión de todos sus derechos y aptitudes para asegurar el orden legal, la libertad consiguiente y el bienestar que le arrebataran los nacionalistas enemigos de la nacionalidad, y no sus Gobiernos que no han hecho otra cosa que ser órganos fieles de la opinión pública y firme sostén de los verdaderos intereses de la Patria.