Por Luis Torres de la Llosa/Le Bourget/AFP
Las desigualdades entre un Norte que se desarrolló durante más de un siglo sin cuidar el medio ambiente y un Sur que reclama apoyo financiero y tecnológico para hacerlo de manera sostenible siguen siendo uno de los principales obstáculos en las negociaciones del clima de París.
Los representantes de 195 países tienen hasta el 11 de diciembre para realizar la titánica tarea de poner de acuerdo intereses divergentes de grandes potencias como Estados Unidos, sildenafil generic la Unión Europea y China con los de economías emergentes –grandes o pequeñas– y diminutos Estados insulares amenazados de desaparición.
«Hay avances desiguales», dijo a la prensa Alden Meyer, de la ONG Union of Concerned Scientists, que monitorea las negociaciones climáticas desde hace décadas. «La cuestión del financiamiento (Norte-Sur) sigue siendo claramente el principal obstáculo».
Hace más de 25 años que la disputa de cómo repartir la responsabilidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y de ayudar a los países más vulnerables bloquea las negociaciones climáticas.
Según un negociador europeo, tras el envión inicial del espaldarazo de 150 jefes de Estado y gobierno el lunes pasado, las reuniones volvieron a un ritmo «muy lento». «Hay una creciente frustración, cada cual se está aferrando a sus posiciones lo más posible».
Un informe de la organización de lucha contra la pobreza Oxfam reveló este miércoles que el 10% de la población más rica del planeta genera la mitad de las emisiones de combustibles fósiles causantes del calentamiento global, mientras que la mitad más pobre contribuye en un 10%.
Esa desigualdad federa a países en desarrollo –grandes y pequeños, desde India a Nicaragua– que siguen empujando por una «diferenciación» a la hora de reducir las emisiones de CO2 y convertirse a la economía verde.
El catalizador final
Al igual que Venezuela, Nicaragua se abstuvo de presentar su plan de acción nacional de reducción de emisión de gases responsables del cambio climático como ya lo hicieron más de 183 países sobre un total de 195.
El canciller francés Laurent Fabius, que preside la COP21, señaló que los conceptos de «justicia climática» y «responsabilidad histórica» de los principales emisores que ya construyeron su prosperidad son argumentos recurrentes en las conversaciones.
Algunos consideran que un desbloqueo importante en ese rubro durante la recta final de negociaciones la semana próxima podrá ser el catalizador de un acuerdo.
«El financiamiento podría ser el acelerador que nos va a llevar a la línea de llegada», dijo Harjeet Singh de la ONG ActionAid.
Desde 2009 está sobre mesa que para 2020 el Norte financie la reconversión al desarrollo sostenible del Sur con 100.000 millones de dólares anuales.
En 2010 en Cancún se apuntaló esa iniciativa mediante la creación de un Fondo verde, que este año comenzó por ejemplo a financiar dos proyectos en América Latina, uno en la Amazonía peruana y otro del BID en toda la región con una fase piloto en México.
¿Adonde va el dinero?
Además de los montos, en París se discute la forma en que se canalizarán mediante mecanismos transparentes para evitar que aterricen en bolsillos equivocados.
«El financiamiento es dinero pero también es importante mirarlo como un proceso, como un rompecabezas que requiere elementos importantes para que funcione de manera efectiva», comentó Andrea Rodríguez Osuna, de la Asociación Interamericana para la Defensa del Medio Ambiente (AIDA).
Reducción de la exclusión social, transparencia, construcción de capacidades y sobre todo el involucramiento de la sociedad civil en el monitoreo de los programas verdes son partes fundamentales de ese rompecabezas.
En París también se discute un mecanismo para rever el acuerdo negociado que entrará en vigor en 2020 según un mecanismo que podría ser quinquenal y que está «generando una convergencia general», según Alden Meyer.
Según Sandra Guzmán, coordinadora del Grupo de Financiamiento Climático para Latinoamérica y el Caribe (GFLAC), la construcción de ese mecanismo de medición, reporte y verificación (MRV) es esencial «pues de ello depende conocer la cantidad exacta de recursos que se promete, se transfiere, se asigna, y sobre todo la forma en la que este recurso se utiliza, para garantizar que el financiamiento cumpla con los objetivos de mitigación y adaptación».