Francisco Javier Bautista Lara
La gente solo ve lo que está preparada para ver.
Ralph Waldo Emerson
Asimple vista el opuesto de “frágil” se define “robusto”, según la práctica común de equivocarse y provocar conclusiones y decisiones ligeras (como suelen ser muchas), a partir del mínimo esfuerzo (menor consumo de energía), según el argumento del sicólogo norteamericano Daniel Kahneman (Tel Aviv, 1934), Premio Nobel de Economía (2002), en el libro: Pensar rápido, pensar despacio (2011). Ahora, el investigador libanés norteamericano Nassim Nicholas Taleh en Antifragil. Las cosas que se benefician del desorden (2013), nos invita a no ir por el camino corto y pensar algo distinto.
Según RAE, frágil, del latín fragilis: quebrar, romper; se define: “quebradizo y que con facilidad se hace pedazos. Débil, que puede deteriorarse con facilidad”. Y robusto, del latín, derivado de robur: roble: “fuerte, vigoroso, firme”. Si lo frágil es lo que se quiebra, lo robusto es lo que no se quiebra, mientras el primero es vulnerable a los impactos, el segundo los resiste sin fragmentarse ni derrumbarse. Aquí está el asunto, lo robusto es firme y sólido, pero no tiene flexibilidad ni capacidad de asimilación, de adaptación al entorno, su rígida consistencia le impide moldearse y adecuarse a la dinámica y contexto en el cual existe, por lo que parece útil referirse a otro concepto que recoja lo opuesto, entonces se sugiere: antifrágil.
El ensayo es una especie de continuación lógica del libro El cisne negro. El impacto de lo altamente improbable (2007). La metáfora del Cisne Negro identifica acontecimientos inesperados, imposibles de pronosticar, que al ocurrir provocan un gran impacto en el ámbito en el que inciden, en la sociedad, la política y las ciencias, han marcado el rumbo y modificado, de manera significativa, el curso de la historia. Durante las últimas décadas, hay mayor complejidad, volatilidad, interdependencia y globalización, los riesgos son más graves, mayores o más frecuentes. Según Taled, “nos hallamos ante una fe ciega en el poder de la ciencia organizada que ha sustituido a la fe ciega en la religión organizada”. Un acontecimiento o suceso que inesperadamente ocurre, puede provocar impacto positivo o negativo, ¿de qué depende?
Las personas, instituciones y sistemas humanos, políticos, económicos, sociales, científicos y naturales, pueden ser más o menos vulnerables frente al azar, ante la ocurrencia de cisnes negros, en dependencia de qué tan frágiles o antifrágiles sean, es decir, si están preparados para sacar provecho o beneficiarse del estrés, la crisis, la adversidad, la incertidumbre, los errores y el cambio. La figura de la mitología griega, la Hidra de Lerna, que generaba dos cabezas nuevas cada vez que le cortaban una, ilustra la capacidad de regenerarse y reproducirse ante la amenaza.
¿Qué es más frágil, el carro o yo? Mientras el auto se deprecia, su valor de uso llegará quizás a diez años, se desfasa la tecnología, no se modifica frente a cambios del entorno, aunque pueda ser metálico y duro, usted y yo amigo lector, tenemos algo que no tiene: capacidad de aprender, asimilar y cambiar, podemos adquirir la habilidad de aprovechar las crisis, modificarnos y adaptarnos, y salir fortalecidos después de un “cisne negro”, es decir somos menos frágiles o quizás antifrágiles.
Desde el planteamiento provocador de estas teorías que obligan a mirar el mundo y la vida otra vez, el tratamiento de una enfermedad o de los problemas físicos, puede conducir al error/daño por intervención médica (iatrigenia), del mismo modo que, “el apoyo estadounidense a regímenes dictatoriales” o situaciones tensas o conflictos, por el supuesto de estabilidad, llevarán al caos. Retrasar el abordaje de un problema, contener o postergar lo necesario -procrastinación social o personal-, implica frenar el proceso que requiere fluir y, en consecuencia, acumula tensiones que desencadenarán, tarde o temprano, en un dramático colapso. Las organizaciones, instituciones, sistemas, modelos, empresas, creencias, la familia, de las que formamos parte ¿son frágiles o antifrágiles? ¿Qué tan frágil o antifrágil somos nosotros? Frente a la adversidad en la que estamos, el suceso imprevisto que ha ocurrido o está por ocurrir, ¿somos capaces de asimilarlo, salir adelante o nos derrumba? Un mismo suceso puede ser oportunidad para aprovecharla o, fracaso y frustración que destruya, todo dependerá de la actitud de cada quien, de la solidez emocional y la voluntad para ser capaz de sobreponerse y salir fortalecido.
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