Paris / AFP
María Elena Bucheli
Francia estaba impaciente el domingo por conocer las «medidas» que Emmanuel Macron anunciará a inicios de semana para desactivar la crisis de los «chalecos amarillos», tras una otra jornada violenta que se saldó con casi 2.000 detenciones y pone al gobierno contra las cuerdas.
Es una «catástrofe para los comercios, una catástrofe para nuestra economía», estimó el ministro de Finanzas, Bruno Le Maire, el domingo, después de cuatro sábado consecutivos de protestas de los «chalecos amarillos» que degeneraron en actos violentos.
El ministro dijo que la caída de la actividad -varios comercios tuvieron que cerrar a pocas semanas de la Navidad- es de al menos 15% en la gran distribución, y de hasta 40% para los pequeños comercios.
En cuanto al turismo, las reservas para las vacaciones de Fin de Año retrocedieron en por lo menos 10%, según cifras del grupo nacional de cadenas hoteleras.
Este movimiento desestructurado y sin líder representa sobre todo a la población de clase modesta, que considera que la política social y económica de Macron beneficia a los ricos.
Comenzó como manifestaciones contra un alza de los impuestos a los combustibles y se ha convertido en un movimiento popular frente a la pérdida de poder adquisitivo y contra el propio presidente.
Macron ha hecho concesiones. Anuló el alza del gravamen a los combustibles, que formaba parte de un plan para combatir el cambio climático, y congeló los precios del gas y la electricidad durante los próximos meses. Pero tendrá que ir más allá para calmar la cólera de las calles.
Una ira que pone en jaque al gobierno y que según el ministro de Exteriores, Jean-Yves Le Drian, no se debe tomar a la ligera. Le Drian está preocupado por la democracia debido a los llamados «a la insurrección». «El peligro es que se cuestionen nuestras propias instituciones», advirtió.
Macron pronunciará un discurso a la nación a inicios de semana, en el que anunciará «medidas» para «reunir a toda la nación francesa», adelantó el sábado por la noche el primer ministro, Edouard Philippe, quien estimó que «ha llegado el tiempo del diálogo». El lunes por la mañana recibirá a sindicatos de trabajadores y organizaciones patronales.
El diálogo es urgente tras una nueva movilización nacional que se vio empañada por actos violentos.
Disparos de gases lacrimógenos, coches incendiados, barricadas en llamas y comercios desvalijados en París, disturbios y saqueos en Burdeos, Toulouse (ambas en el suroeste), Nantes (oeste) y Marsella (sureste), y bloqueos de carreteras en todo el país. Las imágenes del sábado volvieron a impactar a Francia y al mundo.
En París, la alcaldesa de la ciudad, Anne Hidalgo, denunció «escenas de caos» y «daños inconmensurables» para la economía y para la imagen de la Ciudad Luz. Según el ayuntamiento de París, «hay más daños» materiales que la semana pasada, pese al despliegue de cerca de 8.000 policías (89.000 en todo el país), secundados por vehículos blindados de la gendarmería.
En total, casi 2.000 personas fueron arrestadas en Francia, de las cuales 1.700 acabaron en detención preventiva, según un balance definitivo de una jornada en la que 136.000 personas salieron a las calles.
El domingo, aunque menos numerosos, mantenían acciones sobre todo en el oeste del país, con barreras para filtrar el tráfico en algunas carreteras o con barreras levantadas en peajes.
– Llamado a Trump –
«Es evidente que hemos subestimado la necesidad de nuestros conciudadanos de tomar la palabra, de expresar sus dificultades y de participar en la construcción de soluciones», admitió este domingo el portavoz del gobierno, Benjamin Griveaux.
A nivel internacional, el movimiento de los chalecos amarillos despierta simpatías y provoca reacciones políticas por una crisis que acorrala al presidente Macron, cuya popularidad se ha derrumbado en un año y medio de gobierno.
Manifestantes ataviados con chalecos amarillos se manifestaron el sábado en Bruselas, obligando a las autoridades a cerrar el barrio de las instituciones europeas. La marcha se saldó con 400 arrestos. También se vieron marchas en varias ciudades de Holanda.
«Manifestaciones y disturbios en toda Francia» tuiteó Donald Trump. Los manifestantes «gritan ‘Queremos a Trump’. Amo a Francia», escribió por su parte el inquilino de la Casa Blanca.
El tuit no ha sentado bien al gobierno. «No tomamos partido en los debates estadounidenses, déjenos vivir nuestra vida como nación», declaró Le Drian, refiriéndose al mandatario estadounidense, cuyas relaciones con Macron no pasan por su mejor momento.
El jefe de la diplomacia francesa negó también que los manifestantes en las calles clamen a favor de Trump.
Por otra parte, las autoridades francesas han lanzado una investigación tras la proliferación de cuentas falsas en las redes sociales para amplificar el movimiento de los «chalecos amarillos», dijeron a la AFP fuentes cercanas al caso.
Según el diario británico The Times, Rusia -que busca según el rotativo ampliar la revuelta- estaría detrás de la creación de cientos de cuentas en Twitter, que difunden fotos y videos de personas heridas a manos de la policía. Supuestos «chalecos amarillos», pero las imágenes en realidad no tienen nada que ver con las protestas en Francia.