Washington/Prensa Latina
Frente a la Casa Blanca, la residencia más famosa de la capital de Estados Unidos, una carpa se levanta a retazos, con fotografías, mensajes contra la guerra y pedidos de justicia.
En el improvisado resguardo un hombre en silla de ruedas pasa, quizás, demasiado inadvertido para cientos de turistas que buscan la foto “linda”, esa que en tiempos de Internet tendrán su destino en las redes sociales.
Aquellos intentan desafiar la alta reja de hierro de color negro para capturar la imagen precisa, donde se vea la fuente, el jardín del Presidente y la fachada del emblemático edificio ubicado en el 1600 de la Avenida Pensilvania; mientras él sigue ahí, en su carpa sobre el parque Lafayette.
Se escucha la música de un equipo y un adolescente se le acerca para mirar con detenimiento de qué se trata.
Entonces el hombre levanta sus dedos en señal de victoria y es cuando la reportera aprovecha para esta otra fotografía.
Dijo a Prensa Latina llamarse Fillipos (no detalló más) y que es mezcla de padres de Etiopía y Brasil; tampoco definió tiempos, pero asegura que “acampa en vigilia casi permanente” a escasa distancia de la casa del actual mandatario.
Un reclamo pende en la parte superior de la carpa: libertad para Julian Assange, el periodista australiano que fundó el sitio antisecretos WikiLeaks, quien –vaya paradoja- por ejercer la libertad de prensa y el derecho a la información podría pasar más de 170 años en la cárcel si lo extraditaran a este país.
En 2016 murió a los 80 años Conchita Picciotto, una española nacionalizada estadounidense que protestó durante más de tres décadas frente a la mansión ejecutiva contra la proliferación nuclear.
Ella vio pasar a Ronald Reagan, William Clinton y Barack Obama, pero ninguno la saludó, confesó alguna vez.
Tampoco Donald Trump ni Joe Biden lo han hecho con Fillipos.