Marvin Guerra
Escritor
-¡Siempre alerta!- esas palabras resonaban en la cabeza de Evangelio López, mientras adormitado tomaba el último trago de café. Tenía ya tres horas de espera en aquella esquina, la casucha donde se refugiaba hacía las veces de cafetería, y entre olores a pupusas de chicharrón, queso con lorocos y chocolate recién hevido, había trazado el plan para limpiar la ofensa que aquel le dejó caer en la cara.
-¡Siempre alerta!- recordaba esas palabras de sus tiempos en la policia nacional, de eso han pasado unas cien libras. A lo lejos le vio venir, el momento había llegado, se paró tan rápido como su peso se lo permitía, y por el impulso de su abdomen abultado, el puñal salto de su cintura y cayó al piso, y mientras hacía esfuerzos por recuperarlo, su víctima ilesa, pasaba de largo en el andén frente a sus ojos.
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