Caralvá
Fundador
Suplemento Tres mil
•Fragmento – “ no se te ha perdido nada en esta gran ciudad, patient Zaratustra, illness y, buy cialis en cambio, puedes perder todo. ¿Por qué vienes a ensuciarte los pies en este barrizal? Ten compasión de ellos. Mejor será que escupas a las puertas de esta gran ciudad y que te vayas por donde has venido. Esto es un infierno para los pensamientos de los hombres solitarios; aquí cuecen vivos a los grandes pensamientos y los hacen papilla. Aquí se corrompen todos los grandes sentimientos; aquí sólo dejan que se manifiesten los sentimientos más flacos y mezquinos. ¿No notas ya el olor de los mataderos y de los figones del espíritu? ¿No despide esta ciudad el vaho de los espíritus que matan en el matadero? ¿No ves las almas colgadas como harapos deshilachados y sucios? ¡Pues hasta hacen periódicos con estos harapos! ¿No oyes cómo convierten el espíritu en un juego de palabras? Sí, el espíritu vomita un repugnante enjuague de palabras, y con ese enjuague de palabras hacen hasta periódicos. Se Reta la gente entre sí, sin saber a qué; se acaloran los unos a los otros, sin saber para qué. Cencerrean con sus hojalatas y tintinean con su oro. Como son fríos, tratan de calentarse con aguardiente. Se acaloran y tratan de refrescarse con el contacto de espíritus congelados. Todos tienen la enfermedad de la opinión pública. Aquí tienen su sede todos los placeres y todos los vicios, pero también hay gente virtuosa; sí, hay mucha virtud asalariada y obsequiosa, con dedos de escribano y nalgas encallecidas a fuerza de esperar; mucha virtud condecorada con estrellitas prendidas en el pecho y con una prole disecada y sin trasero. También hay aquí mucho beaterío, mucho servilismo crédulo, mucha adulación interesada ante el dios de los ejércitos. Porque es de arriba, efectivamente, de donde mandan las condecoraciones y los escupitajos magnánimos, y hacia arriba es adonde se elevan los pechos que no han sido condecorados aún. La luna está rodeada de su corte y la corte tiene sus imbéciles, y el pueblo pordiosero, con su obsequiosa virtud de pordiosero, le rinde culto a todo lo que viene de la corte. Todos esos virtuosos imploran al príncipe diciendo: “Yo sirvo, tú sirves, él sirve”, para que les lluevan condecoraciones con las que puedan adornar sus raquíticos pechos. Pero lo mismo que hasta la luna da vueltas en torno a lo terreno, también lo hace el príncipe en torno a los más terreno de todo: el oro de los tenderos. El dios de los ejércitos no es el dios de los lingotes de oro; el príncipe propone, pero es el tendero quién dispone. Por todo lo que hay en ti de luminoso, de fuerte y de bueno, te lo pido Zaratustra. Escupe a esta ciudad de tenderos y vete por donde has venido. La sangre que aquí corre por las venas está corrompida, aguada y cubierta de espuma. Escupe a esta gran ciudad, que es el gran vertedero donde fermentan todos los detritus. Escupe a la gran ciudad, de las almas deprimidas y los pechos escuálidos, de los ojos febriles y los dedos pringosos; a la ciudad de los impertinentes, de los sinvergüenzas, de los malos escritores, de los charlatanes, de los ambiciosos sin freno; en donde abunda todo lo podrido, infame, lascivo, sombrío, carcomido, ulcerado y supurante. ¡Escupe a esta gran ciudad y vete por donde has venido!. (…) Voy a darte un consejo, loco, antes de despedirme de ti: Donde amar ya no es posible, ¡se debe pasar de largo!. Así habló Zaratustra y pasó de largo por delante del loco y de la gran ciudad…”
•Friedrich Nietzsche habla de las ciudades alemanas en el siglo XIX, ahora en nuestra América Latina en el siglo XXI, parece que fotografió nuestras realidades.