Rafael Lara-Martínez
New Mexico Tech
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Desde Comala siempre…
IV. Dimisión
Sería de una crasa ingenuidad creer que las figuras antedichas resultan exclusivas de un flujo constante —a doble vía— en esa vera cruz del Camino Real. Al cauce monetario —sin duda legal— al intercambio militar —siempre justo— no sólo les anteceden imágenes religiosas. Como la efigie del santo Niño de Atocha, cruzan fronteras nacionales sin permiso previo. Naciones que ahora se inventan como naturalizaciones de la cultura. No sólo esas imágenes se desgonzan, desde su origen en racimo, hasta transitar como migrantes devotos por el crucero referido.
También, desde la guerra civil de los ochenta —la paz de los noventa— las maras (gangs) establecen vínculos globales. Saltean altas bardas para enraizar su identidad transnacional en rizoma de manglar. Se globalizan según lo exige la época tecnológica. Estos “tiempos de asombro” austeros reciclan la termodinámica. Su método riguroso aplica el principio que dicta el presente más desgarrado. “La violencia no se crea ni se destruye, sólo se transforma y la técnica la recrudece”. La intensifica la política de la ciencia-ficción en cuya utopía reina el rancio precepto de eliminar al enemigo, en requisito fundacional de la ciudad ideal. En paradoja, hay que dialogar sin oponente para razonar mejor. Sea por presupuestos políticos —en un mundo polarizado— sea por una libertad de expresión (freedrom of speach) en un mundo monolingüe. Hay un idílico retorno pre-babélico, donde lo único (1) sustitute lo multiple (n+1).
En esta etapa técnica, la objetividad científica intenta comprobar que la diferencia cultural ya no se localiza en las lenguas (languages) de Otras naciones, sino en el lenguaje (language) computacional que rige el mundo actual y el futuro. Las Otras lenguas (languages) se vuelven innecesarias, pues su estructutra profunda universal equivale a un solo lenguaje (language) lógico y formal. En su asombro, esta época glosa todas las lenguas (languages) en un lenguaje natural (natural language) único, codificado en ADN. En su fórmula matemática aflora el sinsentido —“en furia duermen ideas incoloras”—el cual destiñe una antigua esperanza utópica en insensatez opaca. Regida por la ciencia del lenguaje (language), la conciencia de la lengua (language) se despoja de casi todo sentido, hasta entregar una forma racional cuya significación elude el rigor. Evade la (im)precisión de toda memoria nacional, así como la (in)fidelidad de una identidad mutante.
En esta (con)fusión de problemas (inter)nacionales ya no valen muros ni fronteras materiales, rebasados por la leve significación que evade la cadena sonora: “mi voz quemadura/mi bosque madura…”. En un mundo a identidades y sentidos cambiantes, resultan tan inútiles como impedir que la música se propague. Se difunda veloz como el sonido. O que las visiones no se irradien a la velocidad de la luz. Sólo permanece vigente aquel aforisma medieval que relativiza todo nacionalismo. Lo diluye en lo universal. “Quien piense que su país es hermoso se declara tierno principiante. Quien percibe todo país como el suyo, ha avanzado un corto trecho. Pero sólo la sabiduría vislumbra la Tierra cual país extranjero y de paso hacia lo propio”. “Sólo un instante aquí…”. “Anduvimos errantes/años años…”.
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