Washington / AFP
La secuencia de momentos incómodos vividos por funcionarios de Donald Trump en lugares públicos en la última semana motivó este lunes la intervención del propio presidente, en medio de la polarización en Estados Unidos por la política antiinmigración del gobierno.
El sábado en un tradicional y modesto restaurante en el estado de Virginia, en la periferia de Washington, la portavoz de la Casa Blanca, Sarah Sanders, fue amablemente invitada a retirarse.
De acuerdo con testimonios coincidentes, Sanders y su grupo, en el que había varios familiares, se retiraron inmediatamente del restaurante «The Red Hen» (La gallina roja).
Se trata de un restaurante tradicional fundado por migrantes mexicanos, y que se caracteriza por ofrecer platos con ingredientes provenientes de forma directa de granjas donde trabajan muchos inmigrantes.
De acuerdo con la actual propietaria Stephanie Wilkinson, ella le explicó a Sanders que los trabajadores del restaurante -casi todos inmigrantes- estaban muy incómodos con su presencia.
Pero Wilkinson le dijo que ella misma criticaba medidas «crueles» adoptadas por el gobierno, en particular la separación de familias de inmigrantes en la frontera, que aún tiene a más de 2.000 menores lejos de sus padres.
Si Sanders se retiró del restaurante sin generar problemas, Trump en cambio volvió a hacer gala de su estilo abrasivo y este lunes recurrió a la red Twitter para afirmar que en realidad el restaurante es sucio.
Para el presidente, The Red Hen precisa «de una pintura» y sus ventanas están «inmundas». «Siempre he dicho que un restaurante está sucio por fuera, es sucio por dentro», afirmó.
Después de conocerse el episodio, The Red Hen pasó a operar desbordado y con largas colas de espera en el frente, en clara señal de apoyo.
Cuidado Max
Pero el caso de Sanders no es el primero. La semana pasada, la secretaria de Seguridad Nacional, Kirstjen Nielsen, fue identificaba cuando esperaba comer unos tacos en un restaurante mexicano y fue hostigada con gritos y abucheos, incluso de mesas vecinas. «Verguenza! Verguenza!», arengaron hasta que se retiró que la funcionaria se retiró.
Otro alto funcionario, el controvertido Stephen Miller -asesor de Trump y apuntado como el inspirador de la política migratoria del gobierno- tuvo que abandonar durante la semana un restaurante donde la gente le gritaba «¡fascista!».
La polémica subió todavía más de tono después que la legisladora Demócrata Maxine Waters dijo en una reunión que era necesario hostigar a los funcionarios del gobierno.
La respuesta de Trump fue demoledora: en un mensaje en Twitter dijo que la legisladora Waters tiene un «Coeficiente Intelectual extraordinariamente bajo», y cerró con una amenaza nada sutil, «cuidado con lo que pides, Max».
En tanto, la líder del partido Demócrata en la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, tomó distancia del llamado de Waters y dijo que era necesario mantenerse lejos de la falta de civilidad del gobierno, sin copiar sus actitudes.
En un editorial titulado «Dejen al equipo de Trump cenar en paz», el diario Washington Post también se manifestó en contra de estos hostigamientos públicos.