Carlos Girón S.
-¿Por qué será, hombre, por qué será eso, pues, pueden decirme?, así de preguntona andaba ya temprano, Lucía, la del canasto con bisuterías.
-¿De qué se trata, qué anda queriendo averiguar, usted?, le respondió Filiberto, el vendedor de lotería.
-Es que no alcanzo a entender ese que suena a misterio, hombre, le respondió la vendedora.
-¿Y cómo lo voy a ayudar a resolverlo si no lo aclara?, dígame, le replicó Fili.
-Agarrarse lo que no es suyo, y con las dos manos, llenas, increíble, siguió diciendo la Lucy…
-Mejor vaya donde una adivina, o que tira las cartas para que le descifre el misterio que usted dice, volvió Fili a la carga.
-Pero, si es cosa que todo el mundo ve, y lo peor, lo padece o padecemos, y usted no lo reconoce… ¡Ahh caray, habrase visto!, ripostó la bisutera.
-Tomás el carpintero, terció en la plática y le dijo a la Lucy que diera una pista, una seña por dónde irse para adivinar.
-Cosa de pisto, muchacho, plata, oro, billetes… Como usted quiera llamarlo, ripostó la del canasto.
-¡Ahh! Ahora sí va aclarando el misterio, afirmó el vendedor de la “suerte” (billetes de lotería).
-Siii, y como habló de agarrar con las dos manos, no puede referirse a otra cosa sino a pisto, está aludiendo a esos fulanos que lo ven a montones frente a ellos y no aguantan la tentación de agenciárselos de mil maneras, intervino César, el taxista de la acera.
-Ruperto, el de los hot dogs al 2×1, pagando 3, como en los súper, acertó a llegar y adivinar en un chilazo… ¡Los funcionarios de gobierno, ellos son, no hay otros!
..¡Bingo, bingo!, exclamó la Lucy, y agregó: ¿quién fuera pariente de alguno de ellos para “calársela” y alcanzar algo de la plata sonsacada de las arcas?…
-Si, alcanzaría para darle suficiente a cada uno pues no son cinco pesos, sino millones los que se roban -comentó el señor bien trajeado que iba cruzando por el lugar.
-Bueno, esos son los que llegan a presidentes o vicepresidentes de la República, se adelantó a opinar Fidelina, la del café con pan en su mochila a la espalda.
-¡Nombre!, no solo ellos también los de más abajo, como ministros, miembros de los tribunales de justicia, fiscales, jueces y más –apuntó el hotdogero.
-Son verdaderas fortunas las que se embolsan esos ingratos, igual a aquellos que exigen aumentos exagerados por estar en sindicatos, como ese de la Corte –se acercó a opinar el joven de talante universitario.
-Ustedes hablan y hablan, pero no responden lo que yo preguntaba al principio, dijo la de la bisutería, Lucinda.
-¿Y qué preguntaba, pues, ya se nos olvidó de tanto hablar, tiene razón?, murmuró el taxista de la acera.
-Preguntaba exactamente eso, ¿por qué los que llegan al Gobierno, sobre todo los de los puestos altas, de inmediato al llegar al cargo se contaminan con ese virus del ladronismo, y los de más abajo con la intención de ir a güevonear y pasarla bien a costillas de nosotros el pueblo?
-¡Ahhh, es verdad!, comentó Humberto, el carpintero que ya estaba en el recinto del Ágora, -y yo podría decir que eso es porque desde que se presentan como candidatos o postulantes a esos cargos oficiales, ya van con la idea de eso, de güeviarse los dineros del pueblo, pues son oportunidades únicas que ellos ven.
-De veras, y piensan también que si no lo hacen serían unos tontos y babosos y la parentela se los echaría en cara siempre —comentó Ruperto, el de los sorbetes de carretón.
-Lo curioso es que el virus no es de efecto local, sino que tiene carácter, digamos, casi mundial, pues se ve en los diarios que otros que han sido presidentes también son enjuiciados y mandados a la “chirona”, comentó el señor bien trajeado.
Y miren, -dijo el universitario -eso explica que haya países como el nuestro, para no ir muy lejos, en donde la pobreza no puede ser superada, pues los dineros, las fortunas que los funcionarios ladrones se bombean, fortunas que pueden muy bien servir para invertir en proyectos que den bastante ocupación o se mejoren los salarios, de manera justa, a los trabajadores de todos los sectores que sepan merecerlos, laborando a conciencia, pensando en el bien de sus familias, sí, pero también en su país.
-Hay pobreza también por la haraganería de los burócratas. Miren, acaba de pasar la Semana Santa y ellos todavía siguen en la holganza el lunes siguiente, cuando llegan a sus puestos de goma y desvelados… Añadió la Fidelina.
-Eso ocurre desde antes de comenzar la Semana Mayor –acotó María la de las pupusas de loroco y chile.
-Bueno, con funcionarios ladrones y empleados haraganes ¿a dónde creen que puede ir a parar nuestro querido país?, inquirió el lustrador de botines, Julián.
-No es cosa de dónde irá a parar, sino que ya está allí: en el subdesarrollo y la pobreza, dijo por último el hotdogero.
-Se han aclarado las cosas, entonces bajemos el telón por ahora, dijo el billetero de lotería, y así se hizo.