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El gallito multicolor y el pollo de granja

  Raúl Francisco Díaz Mendoza (Ph.D).

Era un día con sombrilla de cielo azul y repleto de sol, transitado por esponjas gigantescas y grises, cargadas de vida en forma de agua y sin ningún camino. La presencia de un airecito fresco y retozón invitaba a vivir, plenamente, mientras los ojos se saciaban en una alfombra verde, cuya extensión se perdía en los confines de los cuatro horizontes; cuando sin proponérselo se encontró un pollo de granja y un gallito que deambulaba libre por el campo. Ambos se reconocieron como de la misma familia, solo que uno era blanco y el otro multicolor. El pollo de granja de inmediato lo saludó, con alegría, reflejando con un breve aleteo la satisfacción de sentirse libre en aquel momento. El gallito arcoírico, un tanto tímido le contestó:

…Buenos días amigo y ¿qué lo trae por aquí? No había tenido la fortuna de verle por estos lados. El pollo blanco respondió: …Nunca vengo por estos lugares ni voy a ningún lado, yo vivo en la granja muy seguro, pero hoy ni sé cómo me quedé afuera y mientras me vienen a recoger decidí caminar un poco y he tenido la suerte de encontrarle.

…¡Qué bueno que salió a sentir el sabor de esta vida libre! ¡Respondió su interlocutor! El pollo de granja, continúo: …Amigo, siento sed ¿tiene usted idea en dónde hay algún bebedero cercano para saciarme?

El gallito, le respondió: …En mi mundo no hay bebederos, ni comederos. Yo tomo agua del río, de los pocitos y del rocío que se acumula en las hojas y mis alimentos los obtengo cuando exploro el bosque. El río más próximo a este lugar está como a dos kilómetros y usted como está muy gordo no podría llegar hasta allá.

Es cierto contestó su amigo blanco, increpándolo: …Veo amigo que usted sufre para comer, beber y dormir, le invito a que venga a la granja conmigo y allí encontrará agua, alimento y seguridad de sobra y dejará de andar penando por el bosque.

El gallito lo escuchó con mucha atención, y le respondió: …Gracias amigo, pero su bienestar no me interesa, la libertad en que yo vivo compensa todos mis sacrificios; disfruto del sol, de la lluvia, del viento y de las maravillas del bosque, siempre estoy optimista y alegre. Mi cuerpo está saludable y apreció el privilegio de decidir a dónde quiero ir y por cuál camino, a qué horas y con quién viajar.

Gracias, muchas gracias, pero esa vida cómoda y segura, en beneficio ajeno, no es para mí. Ahí lo cuidan y le llenan el buche, sin trabajar y sin merecerlo, mientras tanto vive la tensión y la desesperanza diaria de estar preso, de no saber cuándo lo van a decapitar con todos sus amigos, para ganancia de otros. Sin duda, todos los favores, todo lo recibido, lo pagará con su propia vida, carne y sangre.

Su vida no durará más de dos semanas y, lastimosamente, ya no le volveré a ver en todos los años que me faltan de existencia propia, libre y trabajada, pero digna e independiente, viviendo para mí y para los seres que amo. ¡¡¡Adiós, adiós, adiós!!!

En aquel adiós, el pollo blanco, empezaba a pensar en lo escuchado cuando el granjero llegó por él y se lo llevó.

Moraleja

Cuando vives una vida disfrutando de privilegios no merecidos el proveedor de los mismos llegará para cobrártelos con ganancias.

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