Iosu Perales
En la fragmentada izquierda española algo importante se mueve. A pesar de que Unidas Podemos (UP) participa con el PSOE en un gobierno de coalición, la sensación de crisis ha seguido pesando sobre una izquierda dividida por razones de estrategia política, pero también por enconamientos personales. Un dato lo ilustra todo: a finales de 2015, UP alcanzó la cifra de 70 escaños en el Congreso de los Diputados, hoy tiene 35, y bajando según las encuestas.
Peor todavía es que la izquierda está rota, fragmentada y desesperanzada. Y ni el gobierno de coalición sirve de consuelo.
Sin embargo, algo está cambiando para bien. El pasado 12 de noviembre, cinco lideresas de gran experiencia en la gestión y probada claridad en la lucha por el cambio social, se reunieron en la ciudad de Valencia, para juramentarse por la consecución de un frente amplio. Ellas son, Yolanda Díaz, actual ministra de Trabajo; Ada Colau, alcaldesa de Barcelona; Mónica Oltra, vicepresidenta del País Valenciá; Mónica García, diputada y portavoz de Más Madrid; y Fátima Hamed, lideresa musulmana en la ciudad colonial de Ceuta.
Cuando salieron de la cita valenciana, ante cientos de personas que aplaudían a rabiar y una multitud de cámaras de televisión, Yolanda Díaz anunció: “Este es el comienzo de algo maravilloso”. Hay que hacer notar que la presencia de gente fue porque esa mañana en emisoras de radio de la ciudad se estaba informando de la reunión y mucha gente decidió esperar junto a la puerta de salida.
El reto, apasionante, está lleno de dificultades y es verdad que hay que conjugar la ilusión con la cautela. Pero se sabe que son mujeres decididas y constituyen el liderazgo más seguro para vencer algunas resistencias. Como en casi todas partes, en el estado español, la división es una enfermedad muy arraigada. Como dice el gran José Pepe Mújica: “El problema de la izquierda en la historia de la humanidad es la desgracia de no poder mantener la unidad. Tener bien claro cuál es el adversario principal y no dejarse confundir y transformar en principal la diferencia ocasional que se puede tener”.
Generalmente hay dos causas principales para esta desgracia: Las identidades ideológicas autosatisfechas que crean reinos de taifas. En segundo lugar, las reivindicaciones de quienes pedirán contrapartidas que garanticen la continuidad de su propio espacio y presencia cualificada en listas electorales. En ambos casos, le defensa del partido propio se pone por encima de lo que debiera ser su función social: servir al pueblo.
Lo que, al parecer proponen Yolanda Díaz y sus compañeras es una alianza para una propuesta de país que transcienda a las ideologías y que no sea la simple suma de fuerzas políticas. Una alianza que priorizará que los partidos se mantengan en una segunda fila, en tanto que en la primera estarán movimientos sociales y la propia ciudadanía. Una propuesta valiente, novedosa y que está por explorar.
En este proceso que recién se inicia habrá fuerzas centrífugas que tirarán de hilos divisionistas. Las lideresas deberán ser firmes en su idea de levantar una organización que aúne pluralidad y unidad. No hay que olvidar que sigue viva una cultura de sectarismos, de egos, y disputas por la hegemonía de unos grupos sobre otros. Pero ahora no se trata de crear un nuevo partido sino una fórmula nueva que los supere.
Precisamente, hace poco tiempo, Ione Belarra, lideresa de Unidas Podemos, indicaba su preferencia por un frente amplio que supere los límites de una izquierda dividida. Pero UP tendrá que aceptar que ya no es el centro sobre el que gira el movimiento hacia la unidad. Por su parte, Iñigo Errejón, que fue el segundo de UP por detrás de Pablo Iglesias, ha venido estando más preocupado y ocupado por consolidar un espacio propio como Más País que le de la fuerza que ahora no tiene, para poder discutir y negociar con otras organizaciones políticas un posible frente amplio. Pero su posición ya está debilitada desde el momento que se presenta el acto de Valencia. La conclusión es que habrá escollos que salvar, pero ningún grupo de la izquierda podrá eludir su incorporación al frente amplio, so pena de desaparecer del mapa político.
Los próximos meses serán clave para entender hacia donde van estas izquierdas que ya hablan de un frente amplio como modo de transmitir el proyecto en el que trabajan. Las elecciones andaluzas de noviembre de 2022 serán el termómetro que medirá las voluntades de unidad y de división. En todo caso el anuncio de Yolanda Díaz obliga también al PSOE a cuidar mejor su flanco izquierdo y a practicar, al menos en algo, su autoproclamada socialdemocracia que de entrada no tiene mucha credibilidad. Y es que no somos lo que decimos sino lo que realmente hacemos.
El caso es que, tampoco en este asunto, las novedades parten de cero. Precisamente, en las izquierdas occidentales, las miradas se enfocan hacia una experiencia exitosa: el Frente Amplio de Uruguay. ¿Hasta qué punto las lideresas reunidas en Valencia fijan su atención en una alianza que acaba de cumplir 50 años con buena salud política?
Se trata de la unidad popular mayor y más perdurable en todo el mundo. Medio siglo trabajando en el marco de una alianza transversal que supo ensancharse hasta incorporar a sectores de todo el abanico de izquierda y progresista de la sociedad. Es sin lugar a dudas un referente en tanto que fuente de inspiración, no desde luego para ser plagiado.
Mujica reflexiona: “Nosotros hemos construido una fuerza política donde está todo el espectro de la izquierda y del progresismo. No queremos ser testimoniales, queremos hacer. Por eso nos sometemos a los acuerdos colectivos del Frente Amplio. Dependemos del todo. ¿Saben cuánto nos costó aprender eso? Una vida”.
Lo cierto es que en el estado español las izquierdas han visto luz al final del túnel. La idea de “ganar todos para ganar todos” inspira nuevos desafíos para hacer como dice Yolanda Díaz una nueva política para un nuevo país. Por cierto, todas las encuestas, todas, otorgan a Yolanda Díaz la mayor simpatía política. El presidente Pedro Sánchez figura en segundo lugar, a bastan te distancia.