Por Shelly Kittleson
El Cairo/Tierramérica
Mientras todo el mundo se concentra en criticar la mano dura que los dictadores de Egipto aplican a cualquier señal opositora, troche muy pocos prestan atención a un drama que tendrá que enfrentar el futuro presidente, ed sea civil o militar: la falta de agua.
Entre los asuntos más urgentes se cuentan:
– La excesiva dependencia de cultivos que insumen gran cantidad de agua.
– El proyecto de una enorme represa corriente arriba en la cuenca del río Nilo.
– La elevación del nivel de las napas subterráneas, que ponen en peligro los cimientos de monumentos de la era faraónica.
En un contexto de crisis política y represión, pasó casi ignorada la advertencia que hizo a fines de enero el Ministerio de Riego y Recursos Hídricos: la actual disponibilidad anual de agua por persona es de 640 metros cúbicos, mientras la recomendación internacional es de 1.000 metros cúbicos.
El ministro Mohammad Abdel Muttalib indicó que esa disponibilidad descenderá a 370 metros cúbicos para 2050 por el veloz aumento de una población que suma hoy 84 millones de personas.
Un científico que trabaja en el sector de los recursos hídricos dijo a Tierramérica que «los militares son una de las pocas instituciones que pueden conseguir que las cosas se hagan». Pero, reconoció, «estuvieron en el poder por mucho tiempo y tampoco hicieron nada».
Mejorar las prácticas de riego y frenar la explosión demográfica son dos medidas a menudo reclamadas para abordar el problema. Además, reducir el uso de agroquímicos y mejorar los sistemas de saneamiento y disposición de basura puede impedir que se contamine la poca agua disponible.
El sector agrícola consume bastante más de 80 por ciento de los recursos hídricos anuales. La caña de azúcar se lleva una gran porción, junto con el arroz y el algodón.
Las autoridades prohibieron cultivar arroz en algunas zonas, por su gran necesidad de agua, pese a su elevado precio internacional, a que es un alimento básico de la población y a que, en ciertas cantidades, los arrozales ayudan a controlar la salinidad del suelo y a limitar el ingreso de agua salada en el delta del Nilo.
También sería positivo reducir el consumo de azúcar, y no solo por toda el agua que absorbe la caña.
En cualquier esquina de este país se vende el apreciado jugo que se extrae de la caña de azúcar. La gente dice convencida que lo consume por sus propiedades para «purificar los riñones». El omnipresente té y el café se beben repletos de azúcar.
La presencia de diabetes creció 83 por ciento en los últimos años, según datos epidemiológicos, pero hay escasos intentos de informar al público sobre los riesgos sanitarios del consumo excesivo de azúcar, o de lo sedientos que son los cañaverales.
Un problema grave es que las antiguas prácticas de riego siguen vigentes, dijo a Tierramérica el hidrogeólogo Hussein Jeffrey John Gawad, que trabaja como consultor.
«Como el agua siempre fue abundante, los agricultores siguen inundando sus predios como antes», sostuvo. «Mucha gente debe empezar a medir cuánta agua usa, pero es duro romper con las tradiciones aquí».
En ciertas zonas, es el exceso de agua el que está causando problemas.
El rostro más famoso de Egipto en el mundo –y el imán para el turismo que hasta el alzamiento de 2011 aportaba un décimo del producto interno bruto nacional— también peligra porque está subiendo el agua subterránea en torno de varios monumentos de la antigüedad faraónica, hizo notar Gawad.
La agricultura se va expandiendo y menoscabando zonas arqueológicas. Lleva con ella canales de riego artificial, a los que se suman los fertilizantes. Esos líquidos se filtran por el suelo, elevan la salinidad de la napa freática y bañan los cimientos de roca caliza de templos y pirámides, debilitándolos.
El aumento de la napa freática en torno a la tumba de Osiris, la única visible que queda en Abidos, uno de los sitios arqueológicos más importantes, la ha hecho casi inaccesible por una inundación de arena y aguas.
En cierto momento, el gobierno intentó instalar un sistema de drenaje, «pero ahora hay cero atención de las autoridades a este problema», dijo Gawad.
En algunos sitios se instalaron bombas y tuberías para drenar, con suerte variada.
En la década de 1960, una operación internacional encabezada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) salvó los enormes bloques de los templos de Abu Simbel de quedar sumergidos en el embalse de la represa de Asuán, reubicándolos en una colina artificial.
Pero el debilitamiento, gradual pero permanente, de los cimientos de los templos y la continua erosión de antiguos relieves y pinturas no han despertado el mismo interés.
Mientras, la decisión de Etiopía de desviar el río Nilo Azul, tributario del Nilo, para llevar a cabo la represa del Gran Renacimiento, puede tener un peso decisivo en el futuro del suministro hídrico de Egipto.
Según los arreglos de tiempos coloniales, Egipto mantuvo el control de una vasta mayoría de las aguas de la cuenca del Nilo.
Pero a mediados de 2010, cuatro países aguas arriba –Etiopía, Kenia, Ruanda y Tanzania—, a los que se sumó Burundi el año siguiente, firmaron un tratado para compartir los recursos de la represa. El proyecto se inició formalmente en abril de 2012.
«Etiopía tiene el derecho de usar el agua que corre por su territorio», dijo Gawad. «Pero el gobierno de Egipto no se lo reconoce. Se ciñe a los mandatos coloniales cuando le conviene y los tira por la borda cuando no», agregó.
Un estudio del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola halló en 2005 que 98 por ciento de la agricultura egipcia se regaba con aguas del Nilo o de acuíferos cuya recarga también depende del flujo de ese gran río.
Durante el breve mandato del derrocado Mohammad Morsi (2012-2013), se hablaba de «ir a la guerra» si la represa etíope se llevaba a cabo. Pero desde entonces, las autoridades han aclarado que esa opción está descartada.
En Etiopía, preguntar por los méritos y financiación de la represa puede entrañar peligro de cárcel para los periodistas. Y su gobierno no muestra ninguna voluntad de considerar alternativas.
Se han hecho muy pocos estudios confiables sobre los posibles efectos del proyecto. Pero la reducción del caudal del Nilo que corre aguas abajo por el territorio de Egipto entrañará inevitablemente nuevos peligros para su economía y, por lo tanto, para su estabilidad.