Por Maher Al Mounes
Alepo/AFP
Las fuerzas del gobierno sirio se desplegaban este viernes en los barrios recién arrebatados a los rebeldes en Alepo, que ofrecían un aspecto desolador con edificios y calles destruidos, un día después de que los últimos insurgentes abandonaran la ciudad.
La reconquista de la segunda ciudad del país es una victoria sin precedentes para Damasco, pero no habría sido posible sin la ayuda militar de su gran aliado ruso.
El presidente Vladimir Putin calificó la toma de Alepo de «paso muy importante» hacia el final de la guerra siria, que dejó más de 310.000 muertos desde su inicio en marzo de 2011.
El ejército sirio anunció el jueves la reconquista del este de Alepo, cuyo control había perdido en julio de 2012, tras una ofensiva de un mes que acabó con la evacuación forzosa de decenas de miles de habitantes e insurrectos hacia las regiones rebeldes del norte del país.
«La liberación de Alepo de los elementos radicales es un paso muy importante hacia la normalización completa [de la situación] en Siria y, espero, en el conjunto de la región», declaró Putin, citado por las agencias rusas, en una reunión con el ministro de Defensa ruso, Serguei Shoigu.
Este viernes, las fuerzas gubernamentales han penetrado en dos barrios recién arrebatados a los rebeldes, Ansari y Al Machad, donde no habían entrado en los últimos cuatro años. También han entrado en Sukkari, otro exbastión de los insurrectos.
Los soldados registraban las calles y los edificios en busca de posibles explosivos disimulados por los rebeldes, antes de permitir el regreso de los habitantes de la zona, explicó el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH).
La misma fuente indicó que al menos un civil murió el viernes en el primer ataque rebelde con cohetes desde que el Gobierno de Bashar al Asad anunció haber reconquistado toda la ciudad.
‘No queda nada’
En Bustan al Qasr, un barrio totalmente arrasado cerca del casco antiguo, pequeñas apisonadoras retiraban los escombros de las calles, según un corresponsal de la AFP.
Algunos civiles, bien envueltos en sus abrigos, empujaban carretillas cargadas con sus escasas pertenencias en el frío invernal, rumbo a sus casas, que no han pisado en años.
«He venido para regresar a mi casa, que no he visto en cinco años, desde que tuve que mudarme al barrio de Saladino», contaba Khaled al Masri. «Espero que mi piso no esté demasiado dañado».
Otra habitante, Um Abdo, estaba desolada al descubrir su vivienda en ruinas en el barrio de Al Myasar. «No queda nada en mi casa», lamentaba esta mujer de 42 años.
Cerca de ahí, un soldado sirio subía a un poste eléctrico para colgar la bandera tricolor del país.
La guerra ha transformado el expulmón económico de Siria en un símbolo mundialmente conocido de la masacre.
Después de que los últimos convoyes de rebeldes y civiles abandonaran la ciudad el jueves, se vivieron escenas de alborozo en los barrios occidentales donde miles de personas llenaron las calles, al son de las bocinas de los coches.
Situación ‘dolorosa’
Las evacuaciones, lanzadas el 15 de diciembre tras un acuerdo entre Turquía -principal apoyo de los rebeldes- y Rusia e Irán -aliados de Damasco- han permitido la salida de 35.000 personas del último reducto rebelde de Alepo, según el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), que supervisó las operaciones.
«Las familias han luchado durante meses para permanecer a salvo, encontrar comida, cuidados médicos o refugios apropiados», indicó en un comunicado la representante del CICR en Siria, Marianne Gasser.
«Al parecer ansiaban irse aunque la situación fuera muy dolorosa y confusa», añadió en el comunicado, que habla de barrios «devastados por la violencia».
Además de los bombardeos, la población de Alepo Este, estimada en 250.000 personas antes de la ofensiva del gobierno, sufrió desde el 17 de julio un asedio que provocó una penuria de comida, medicamentos y carburantes.
En paralelo a las evacuaciones de Alepo, 1.200 personas fueron evacuadas de los dos pueblos chiitas prorgobierno de Fua y Kafraya, sitiados por los rebeldes en la provincia de Idlib (noroeste), según el CICR.