El domingo pasado, sovaldi la Cámara de diputados de la República Federativa de Brasil, and con 342 de 511 votos, click admitió el pedido de un juicio político contra la Presidente de izquierda, Dilma Rousseff, por el presunto delito de “responsabilidad”, el cual, a todas luces carece de legalidad.
Aún y cuando la petición para el juicio que busca deponer a la Presidente brasileña falta que sea aceptada en el Senado, en tanto que el parlamento brasileño es bicameral, no queda duda que lo que está pasando en el gigante de Suramérica es un Golpe Suave o Encubierto.
El Golpe Suave, también llamado Blando, es un golpe encubierto, que en vez de usar las otroras y represivas estructuras militares del siglo pasado, con el que se instauraron los más oprobiosos regímenes militares en América Latina, hoy utilizan sofisticadas técnicas conspirativas, sustituyendo el ataque frontal y por ende también las acciones violentas.
De igual forma utilizan otros actores como los Parlamentos, como ha sucedido o está sucediendo en Brasil, pero también los Órganos de Justicia como la Corte Suprema de Justicia que depuso el Presidente de Honduras Mel Zelaya.
El papel de la Corte Suprema de Justicia en El Salvador, más concretamente la Sala de lo Constitucional debería verse con lupa, pues, su rol podría ser parte de un plan desestabilizador con pretensiones inimaginables.
El Golpe Suave, teóricamente no es nuevo, pues, se le acuña al politólogo estadounidense Gene Sharp, quien también ha estado relacionado con la CIA, de ahí que sin convertirlo en un silogismo, podemos concluir entonces que los Golpes Suaves son diseñados y alimentados por el imperio.
Thierry Messan afirma que las primeras acciones de golpes blandos se concretaron en 1953, en Irán, cuando la CIA contrató manifestantes para organizar protestas callejeras, que llevaron a la caída del presidente nacionalista de Mohammed Mossadegh.
En el presente siglo, el país que más ha soportado las técnicas de los golpes suaves ha sido Venezuela, las cuales se pueden sintetizar en las siguientes acciones: el boicot económico, la manipulación informativa, la movilización y la infiltración de gente violenta en manifestaciones.
A lo anterior hay que agregar el rol de los parlamentos y las Cortes supremas de justicia, dominadas y controladas por las oligarquías criollas, y obedientes a los interese del imperialismo que hoy no lo vemos solo en las embajadas en cada país, sino no en las grandes transnacionales, cuyos intereses son los que defienden los Gobiernos de turno de los Estados Unidos.
Dilma Rousseff por tanto, es víctima de un Golpe de Estado Suave, auspiciado por el imperialismo norteamericano y ejecutado y financiado por el gran empresariado brasileño, que controla y paga a cuanto diputado corrupto está incrustado en el parlamento brasileño.
Lo que le está pasando a Dilma debe poner en Alerta a toda América Latina y Unirse en la Acción para revertir los golpes suaves que acechan a los gobiernos progresistas de Centro y Sur América. Brasil, Venezuela y Ecuador necesitan de la solidaridad militante, es decir, decidida.