Por: Rolando Alvarenga
Tremenda emoción me ha generado la noticia de que el nuevo comité organizador de la Espiga Dorada también otorgará premios económicos a los atletas más destacados del año 2018. Es que es lo más justo y efectivo que se puede hacer para estimular el esfuerzo, sacrificio y resultados de nuestros Atletas Élites.
Y más en una premiación que durante los últimos años venía clamando la gran familia deportiva salvadoreña, porque el INDES y el COES siempre salen con que no tienen recursos para subsidiar “una Gala Deportiva” al estilo “Ricos y Famosos”.
En esta oportunidad, el homenaje es encabezado por la Fundación Educando a un Salvadoreño, La Constancia, la Fundación Gloria de Kriete y otras empresas que aportarán su grano de arena para premiar a los mejores atletas del año.
Pero lo más importante del premio económico es que, de acuerdo a las bases de la premiación, los atletas podrán disponer del dinero para invertirlo en su desarrollo deportivo y académico.
Ahora bien, al margen de que yo también premiaré a “Mis Atletas del Año”, me da un tremendo gusto y satisfacción que se hable de plata y en una buena cantidad. Es que en estos dorados tiempos las medallitas, trofeos, placas y diplomas ya no sirven de nada a la hora de que los atletas quieren suplir sus necesidades.
Y lo digo por experiencia propia, porque hace varios años -aunque usted no lo crea- el COES me dio una impresionante medalla bañada de oro, tipo 14 quilates, forrada con doble vidrio contra balas. Presea que, según mis cuentas, no bajaba de los 500 dólares
¡Pero nada que ver!, porque cuando quise venderla para mis compras del súper, me salieron con que me habían engañado, ya que no era oro puro. Ni modo, ¡qué pena! Y me tocó reventar mi tarjeta de débito.
Es que pongamos los pies sobre la tierra y no nos demos garabato. Hace muchos años el romanticismo quedó atrás. En estos dorados tiempos de deporte profesional, ya no se le puede dar atol con el dedo a los atletas.
Al final, creo que ha de haber sido una movida del Barón Pierre De Cobertín para quedarse con el botín. Cuánta razón tiene Wilfredo Vargas: “Por la plata baila el mono”