Por Daniel Bosque
Barcelona/AFP
Centenares de miles de catalanes participaron en varias manifestaciones independentistas repartidas en toda Cataluña en ocasión de la Diada, la fiesta «nacional», para reclamar unidad y celeridad a sus políticos en su plan para secesionarse de España.
En Barcelona, la multitud, luciendo los colores amarillo, rojo y azul de las banderas independentistas, abarrotó el domingo un largo paseo cercano al Parlamento catalán donde los diputados separatistas están desarrollando su programa de secesión de esta región con 7,5 millones de habitantes, ubicada en el noreste de España.
Pero el proceso, que debería terminar a mediados de 2017, avanza más lentamente de lo esperado por las divisiones entre los diferentes partidos, precisamente cuando llega el momento de «tomar decisiones críticas», reconoció el presidente regional Carles Puigdemont.
«Es el momento de estar todos unidos por el ‘Sí’ a la República Catalana», reclamó en su discurso Jordi Sánchez, el presidente de la ANC, una influyente asociación civil que organizó las manifestaciones.
Tras cinco años de manifestaciones, los independentistas tienen prisa. «Esperamos que esta Diada sea la última antes de ser ya independientes», decía Carmen Santos, una administrativa de 58 años, en la marcha de Barcelona.
«Los políticos dicen que estamos cerca pero queremos verlo ya», añadía su amigo, Xavier Vallvé, investigador de 60 años.
«Es un poco lento. Tendrían que acelerarlo», coincidía Óscar Calderó, trabajador fabril de 48 años.
«El principal reto de España»
Desde 2012, ANC y Omnium Cultural organizan masivas movilizaciones en ocasión de la Diada, fecha de conmemoración de la derrota de Barcelona ante las tropas borbónicas en 1714 y la consecuente pérdida del autogobierno catalán.
En 2013 desplegaron una cadena humana de 400 km, y en 2014 y 2015 organizaron masivas concentraciones en Barcelona.
En esta ocasión, los manifestantes se reunieron también en Tarragona (sur), Lleida (este), Berga (centro) y Salt (norte), además de la capital. Si bien no hay cifras oficiales, la participación se percibió menor que en otras ocasiones.
A las 17H14 locales (15H14 GMT), las campanadas de la iglesia de Lleida marcaron el comienzo de la celebración. Los congregados en las diferentes ciudades simularon el latido de un corazón con cartulinas amarillas y se levantaron enormes torres humanas, una tradición de Cataluña, mientras ondeaban centenares de banderas independentistas.
Diferentes líderes regionales asistieron a la conmemoración, como el presidente Carles Puigdemont, su vicepresidente Oriol Junqueras o la presidenta del parlamento regional Carme Forcadell.
También acudió la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, siempre ambigua sobre la independencia y aliada de Podemos (izquierda radical), el único partido a nivel nacional que defiende el referéndum.
Ambigua sobre la independencia, Colau criticó «el inmovilismo crónico» del actual gobierno español de Mariano Rajoy, que apenas se ha abierto a dialogar con Barcelona.
En la misma línea se expresó Puigdemont, señalando que «Cataluña es el principal reto político que tiene España» y, por lo tanto, deberían «formular propuestas políticas de acuerdo con esta trascendencia».
Vía unilateral
Pero por ahora, la respuesta de Madrid llega desde los tribunales, con apertura de causas judiciales contra el expresidente Artur Mas o la probable imputación de la presidenta parlamentaria Carme Forcadell por permitir en julio la aprobación de la «hoja de ruta» independentista.
«España es visceral. Nunca nos ofrecerá nada ni nos dejará marchar. La única vía es tirar adelante sin esperar», decía Xavier Borràs, un manifestante de 58 años en Barcelona.
Ante las reiteradas negativas de Madrid a un referéndum como en Escocia, los líderes separatistas catalanes apostaron por romper unilateralmente con España tras obtener la mayoría absoluta en el Parlamento catalán hace un año.
En 18 meses, desde enero hasta mediados de 2017, quieren preparar su administración, aprobar las leyes para desvincularse de España y celebrar elecciones constituyentes para iniciar la redacción de la Constitución catalana.
El plan se truncó en junio, cuando el gobierno de coalición de Puigdemont perdió el apoyo del sector más radical del independentismo, el pequeño partido anticapitalista CUP, clave para asegurar la mayoría parlamentaria independentista.
Pero ahora, ambas partes acercan posiciones y se disponen a arrancar de nuevo aprovechando el bloqueo político de Madrid, con el ejecutivo en funciones desde diciembre y la amenaza de celebrar tres elecciones en un año ante la incapacidad de acordar un gobierno.
La duda es cómo conciliar la «hoja de ruta» con las peticiones del partido radical de convocar desde la cámara regional un referéndum de autodeterminación a mediados de 2017, que les permita declarar la independencia inmediatamente después.